Prokarde, una escuela de fraternidad

Mariola Miguélez, en la India, laica miembro de Prokarde, ONG de las Carmelitas Misioneras

La ONG de las Carmelitas Misioneras apoya sus proyectos en medio mundo

Mariola Miguélez, en la India, laica miembro de Prokarde, ONG de las Carmelitas Misioneras

Mariola Miguélez, en la India

Prokarde, una escuela de fraternidad [extracto]

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA. Fotos: PROKARDE | Siguiendo el camino marcado por su carisma de compromiso sin fronteras, las Carmelitas Misioneras de Vitoria apoyaban el trabajo de su congregación en distintos países en los que su congregación estaba presente. De un modo especial, sus esfuerzos se concentraban en la India, ayudando en la medida de sus posibilidades en la construcción de colegios, dispensarios o pozos. Una acción en la que el Gobierno vasco se comprometía con la concesión de subvenciones.

Lo que, en un momento dado, como les sucede a muchas otras comunidades religiosas, les llevó a cuestionarse su identidad: “Entendimos que era necesario constituirse en ONG para tener soporte jurídico a nivel estatal y poder encauzar así la labor de solidaridad que realizamos en favor de los proyectos de misión que otras hermanas de la congregación realizan en países del llamado Tercer Mundo”. Corría 1996 y fue así como nació Prokarde.

Quien lo recuerda así es Nati Fernández, religiosa carmelita y presidenta de la ONG desde hace una década. A sus 54 años, lleva 31 en la orden. Toda una vida al servicio de una vocación. De servicio a Dios y a los hombres.

Nati reconoce que, “en los inicios, Prokarde estaba integrada solo por hermanas carmelitas y únicamente se usaba como vía de acceso a las ayudas del Gobierno Vasco”. Aunque, en 2003, descubrieron “muchas más posibilidades” cuando se abrieron a la participación de los laicos y extendieron su acción a todo el ámbito nacional. Desde entonces, además de su sede central en Vitoria, cuentan con delegaciones en Navarra, Andalucía, Castilla y León, Cataluña y Madrid. En esta última trabaja Nati, que explica cómo comparten espacio con la comunidad de las Carmelitas Misioneras. Y es que no se comprende la primera sin la segunda. Más que una extensión, son una familia.

Irantzu Lizarraga, en Camerún, laica miembro de Prokarde, ONG de las Carmelitas Misioneras

Irantzu Lizarraga, en Camerún

Si en algo hace hincapié la presidenta, es en la idea de que Prokarde supone, ante todo, una gran comunidad humana y de fe: “La fuerza carismática que recibimos de nuestro fundador, el padre Francisco Palau, nos impulsa a sentirnos una familia de hermanos y, a través de la solidaridad, hacemos efectiva nuestra ayuda y servicio, para que todos podamos disfrutar de la dignidad de ser personas e hijos de Dios. Nuestra colaboración va en la línea de construir fraternidad, Iglesia de comunión y servicio, y es respuesta a nuestro compromiso de creyentes en Jesús de Nazaret”. Algo que se percibe perfectamente en el equipo de cooperantes (muchos de ellos laicos) que visitan las comunidades donde están presentes las Carmelitas Misioneras.

Aparte de la “experiencia gratificante” que supone la misión compartida con los seglares, Nati constata cómo en todos ellos crece “una fuerza espiritual que se cultiva en el interior, por la oración y el silencio contemplativo, así como por la propia vivencia en un espacio en donde nos sentimos unidos con todos los hermanos sufrientes a causa de la injusticia absurda e inhumana”.

Y es que Prokarde impulsa numerosos proyectos en distintos países de África, América Latina y Asia (los más recientes se han implementado en Kenia, Guinea Ecuatorial, Nigeria, Guatemala, Nicaragua, Costa Rica, El Salvador, Colombia, Perú, Haití, India y Filipinas), con especial atención a las áreas de Promoción de la mujer, Situaciones de emergencia, Salud y Educación. Lo que implica un sinfín de contextos y promoción de oportunidades. Toda una escuela para los cooperantes que se embarcan en ella durante unos meses.

Ese “aprendizaje” lo reflejan muy bien los voluntarios que han marchado de misión, a los que se pide que plasmen su testimonio para espejo de los que están por venir. Mariola Miguélez-Olea, pese a que ya había estado tres veces en la India, solo conoció la esencia de este “fascinante, enigmático y contradictorio país” cuando “me sumergí e involucré en la vida de unas niñas en un remoto lugar tribal en el sur del estado de Gujarat”.

María Rallo, en Malawi, religiosa carmelita misionera miembro de Prokarde, ONG de las Carmelitas Misioneras

María Rallo continúa viviendo en Malawi

Junto a seis religiosas, esta joven laica madrileña ha estado durante un mes en la misión que las Carmelitas Misioneras tienen en Relwa para la atención de 110 niñas de cinco a 16 años en situaciones problemáticas y a las que se busca promocionar a través de la educación. Ya de vuelta en casa, Mariola tiene claro el mensaje que transmite a todo aquel que está dispuesto a escucharla: “Sin duda, una experiencia así te hace replantearte que, dentro de las posibilidades de cada uno, todos tenemos que ayudar. Porque no me cabe duda de que, para que nosotros en nuestro mundo vivamos como lo hacemos, otros tienen que hacerlo de esa manera”. De un modo más limitado, mucho más injusto.

Con los leprosos del Evangelio

Algo parecido es lo que ha aprendido otra joven seglar, la pamplonica Irantzu Lizarraga, quien, en 2007, estuvo durante tres meses en Camerún, en una leprosería que las religiosas mantienen en Dibamba y que también hace las funciones de dispensario, hospital (con 80 camas), maternidad y laboratorio. En su testimonio resuena el mensaje y la vida del Nazareno: “Acercarse a Dibamba es recordar en vivo aquellas escenas del Evangelio que nos hablan de cojos, mancos, ciegos… Los hay que no pueden ni andar ni ver porque les faltan los pies y han perdido la vista, pero, en cambio, no les faltan la sonrisa en el rostro y un corazón grande como el mundo. Es el gran milagro de Dios, cuya presencia los envuelve y da sentido a sus vidas”.

Y es que, junto al centro de las monjas, Irantzu destaca cómo toda la vida del pueblo gira en torno a su escuela e iglesia, “donde todos, como hermanos, vivimos y compartimos la fe en el Dios Padre de Jesucristo”. La evangelización y catequesis, en definitiva, “también tienen sus espacios propios”.

No hay duda de que en esta escuela de vida también aprenden cosas quienes han centrado su caminar en esta vocación tan espiritual y tan humana. A María Rallo, ella sí consagrada, la destinaron hace cuatro años a Chiphaso, en Malawi. Entonces, tuvo que buscar en Internet información sobre el que sería su nuevo país. En la Red solo encontró referencias vacías, frías. Pero, desde que está allí, “los datos se van llenando de vida: la gente acogedora que siempre sonríe al saludar, el verde de los campos, el maíz, el tabaco, la luz, los niños (¡allá adonde vayas hay niños!), los cantos, la alegría, el liderazgo de la mujer en la Iglesia y en la casa, el sentido de comunidad… ¡Este país está lleno de vida y de fe!”.personas miembros de Prokarde, ONG de las Carmelitas Misioneras

Desbordante, relata cómo es el trabajo, junto al resto de sus hermanas, en una residencia para alumnas (también hay algún chico) de Secundaria alejadas de sus hogares: “Algunas de ellas pueden pagar sus estudios, otras no; así que, mediante proyectos varios, vamos tratando de gestionar las matrículas y los gastos de aquellas que tienen deseos de estudiar y promocionarse. El acompañamiento a nivel académico va unido al acompañamiento humano, de valores y religioso (muy interreligioso, aquí en África). Todo forma parte de su crecimiento personal. Así que aquí nos tenéis dando clases de repaso, haciendo juegos de conocimiento personal, teatros, orando e incluso enseñándoles a coser sus camisas y faldas”.

Toda mano amiga es poca para los innumerables proyectos de Prokarde en tantos países en problemas. Pero, quienes colaboran con la asociación, saben que la gran lección aprendida es que, quienes van para allá, vuelven con el zurrón del alma lleno a rebosar. Y es que, sin duda, esta es una gran escuela de fraternidad.

Fuerte respaldo social

Cuestionada Nati Fernández, la presidenta, por cuántas personas forman parte de la familia Prokarde, no duda en responder que “somos alrededor de 4.000, incluyendo a todos y cada uno de los que nos ayudan con sus donativos”. Algo muy a tener en cuenta en este contexto de crisis, en el que, pese a que las ayudas de las instituciones han bajado, ellos se han sentido muy respaldados por la sociedad civil, hasta el punto de que cada año reciben más que el anterior.

Como se aprecia con claridad en su balance económico de 2012: si obtuvieron 11.404 euros de administraciones públicas, hasta 245.542 salieron de bolsillos de particulares. Y eso sin contar con la implicación de la propia Iglesia: 50.465 euros de diócesis y parroquias, y 21.719 de la propia congregación de las Carmelitas Misioneras. Un inmenso caudal humano el que se vuelca en pos de la fraternidad con quienes menos tienen. Lo que da idea de hasta qué punto son una institución viva. Y con futuro.

En el nº 2.851 de VidaNueva.

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