José Lorenzo, redactor jefe de Vida Nueva
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Los obispos alemanes y las mujeres


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José Lorenzo, redactor jefe de Vida NuevaJOSÉ LORENZO | Redactor jefe de Vida Nueva

“La Iglesia –han dicho los prelados teutones– no puede permitirse renunciar a la competencia y a los carismas de las mujeres…”.

Mientras espero a que la Iglesia se indigne verdaderamente con el resabio machista aún imperante entre nosotros, y condene también desde los púlpitos con ardor la violencia contra las mujeres en una semana en que cuatro de ellas han muerto a manos de quienes no las amaban, aunque dijesen lo contrario, me consuelo un tanto mirando a Alemania.

Allí, sus obispos están determinados a dar un paso adelante para reconocer no solo que ellas han sido testigos privilegiados de Jesús desde que este comenzase su actividad pública, sino en que su tarea en medio de la comunidad creyente ha de ir más allá de barrer suelos y encender velas.

En la inmensa mayoría de las curias del mundo, esos, y otros parecidos, son los roles que se les reservan. También en Alemania, por lo que su Conferencia Episcopal, tras comprobar que solo el 19% de los puestos directivos en organismos diocesanos están ocupados por mujeres, se ha comprometido a impulsar su acceso a mayores responsabilidades y a comprobar, dentro de cinco años, que esta demanda ha sido atendida. “La Iglesia –han dicho los prelados teutones– no puede permitirse renunciar a la competencia y a los carismas de las mujeres”.

Ya en febrero pasado, el cardenal Walter Kasper, invitado por la Plenaria de los obispos alemanes, habló ante sus paisanos, en una jornada de estudio dedicada a esa cuestión, sobre la colaboración entre hombres y mujeres en la Iglesia. Y se preguntaba si, ante los retos actuales, no se podría pensar, en un “ministerio” específico que pudiesen desarrollar las mujeres, y sin que fuese necesario para ello la ordenación.

El presidente los obispos alemanes, Robert Zollistsch, también ha defendido una especie de diaconado para ellas. El que insistiera en que en su modalidad no necesitaría de ordenación, no evitó una cierta controversia en su país.

No hay, sin embargo, nada nuevo, y no puede esperarse nada en esta línea de manera inmediata. Pero que ahora ya se plantee, resulta esperanzador tras tanto portazo en las narices. Si ya son la mitad del cielo, son la inmensa mayoría de las que mantienen encendida la llama de la transmisión de la fe, aunque den signos de cansancio ante el desprecio secular a su condición.

Incluso aquí, en Valencia, hace unos días, el cardenal Santos Abril reclamaba que no hubiese contra las mujeres “discriminación alguna por motivos religiosos ni de otro tipo”. Razón de que, por desgracia, siguen siendo miradas por encima del hombro de demasiados.

En el nº 2.850 de Vida Nueva.

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