Una burbuja de fraternidad en medio de la barbarie

Los salesianos luchan por mantener su acción pastoral y social en Bangui

salesianos luchan por mantener su acción pastoral y social en Bangui República Centroafricana

JOSÉ CARLOS RODRÍGUEZ SOTO | Llueve a cántaros en el recinto de la parroquia de Saint Jean del barrio de Galabadja, en el extrarradio de Bangui, la capital de la República Centroafricana. Hace un rato que ha terminado la misa del domingo y, cuando los nubarrones empiezan a descargar con fuerza, en un momento, los grupitos de jóvenes que charlaban en el amplio patio se disuelven como por encanto.

Solo quedan unas diez personas en esta parroquia dirigida por salesianos. El padre Agustín Cuevas eleva la voz para que el tamborileo del agua sobre el tejado no ahogue su charla sobre la paz.

Pero la lluvia no es la única que puede sofocar las voces de quienes claman por el fin de la violencia en el país. Desde que el 24 de marzo los rebeldes de la Seleka tomaron el poder por la fuerza, se está muy lejos de conocer la estabilidad. “Era Domingo de Ramos y, justo cuando empezamos la procesión, escuchamos los primeros trallazos y disparos, por lo que nos tuvimos que meter en la iglesia a toda prisa”, recuerda Agustín.

Cuando por fin escampa, me acerco a saludar a los participantes. “Ya conoce usted nuestra parroquia”, me dice uno de los cooperadores salesianos. “Si tiene tiempo, venga mañana y se dará cuenta de lo triste que es ver nuestra escuela sin niños. Aún no hay ningún colegio que haya abierto sus aulas en Bangui”, explica. “¿Cómo vamos a enviar a nuestros hijos a la escuela cuando en cualquier momento suenan disparos y caen balas perdidas?”, se oye.salesianos luchan por mantener su acción pastoral y social en Bangui República Centroafricana

Agustín, un salesiano natural de Burgos, lleva en África 40 años largos. Llegó a Bangui hace apenas un año y medio. Anteriormente, trabajó en Chad y Guinea Ecuatorial. Una de sus convicciones es que la Iglesia tiene que estar al lado de la gente cuando esta vive en la incertidumbre: “En ningún momento hemos pensado en irnos de aquí. Para la gente es importante nuestra presencia, sobre todo en estos momentos en los que es difícil ver un futuro”.

Ataque a la otra comunidad

El peor momento que pasaron fue durante una noche en la que las religiosas africanas que viven al lado les llamaron asustadas porque los soldados de la Seleka acababan de forzar la puerta de su casa. “No me lo pensé dos veces y salí fuera a tocar las campanas sin parar. Accioné también una alarma y conseguimos que se fueran”, explica Agustín.

Aunque cada noche duermen con la preocupación de un posible ataque, hasta la fecha, los sacerdotes no han tenido visitas desagradables. Sin embargo, los otros salesianos de la comunidad del barrio de Damala sí fueron asaltados el mismo día de la toma del poder por parte de la Seleka. Allí nos dirigimos al mediodía.

Una burbuja de fraternidad en medio de la barbarie, íntegro solo para suscriptores

En el nº 2.847 de Vida Nueva.

 

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