Editorial

Redes sociales, constructoras de comunidad

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EDITORIAL VIDA NUEVA | Un sentimiento de vértigo acompaña en los últimos años el mundo de las comunicaciones sociales. Su continua transformación, además de obligar a una siempre inconclusa reinvención de los medios de comunicación tradicionales, incide también de manera significativa en la forma en la que el ser humano se relaciona con su entorno, cuando no sirve de vehículo para moldearlo directamente –o al menos pretenderlo–, como hemos visto en el caso de la llamada primavera árabe.

También en este sentido, el mundo está viviendo un cambio de época, y la Iglesia no quiere, en su deseo de seguir siendo fiel a su misión fundamental de proclamar la Buena Noticia, quedarse al margen. No se trata de un simple subirse al carro de la novedad, sino de aprovechar todos los instrumentos que el ingenio humano pone en sus manos para responder al mandato de Jesús: “Id y anunciad por todo el mundo”.

Por eso, no es extraño que esta nueva ágora universal que son las redes sociales sea de nuevo el objeto central del mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, que la Iglesia universal celebra el 12 de mayo. Con el título de Redes Sociales: portales de verdad y de fe; nuevos espacios para la evangelización, el texto, difundido el 24 de enero, lleva la rúbrica del ahora papa emérito Benedicto XVI.

Mes y medio antes, Ratzinger se había convertido en el primer papa en enviar un tuit, imagen que dio la vuelta al mundo y contribuyó a cambiar la percepción que muchos tenían en la Iglesia de las redes sociales, y eso que no era el primero guiño que ese pontífice hacía a ese universo virtual.

Las redes sociales son nuevas comunidades
a las que hay que acercarse,
no son solo para lanzar un mensaje,
sino también para escuchar,
dar la palabra e invitar a participar.

Hoy ya muy pocos discuten que las redes sociales suponen una auténtica oportunidad para la evangelización, que favorecen formas de diálogo y debate que pueden servir para promover el encuentro con los otros, creyentes o no, cuando no fortalecer el sentimiento de unidad entre aquellos cristianos que, por las situaciones políticas o religiosas de sus contextos geográficos, vivan o se sientan más aislados.

Pero no basta con “estar” en las redes sociales. Ese es un primer paso, y muy positivo, pero que puede incluso ser contraproducente si no se acompaña de otros para “saber estar”.

En ocasiones, chequeando algunas presencias eclesiales en las redes sociales, se percibe más voluntarismo que ganas de participar en ellas al menos con la misma dignidad con la que la Iglesia está en otros ámbitos de la comunicación. Por ello, es necesario tomar conciencia –empezando por quienes tienen la responsabilidad de facilitar los medios adecuados para ello– de la ineludible profesionalización de estos ambientes.

En el caso de las principales instituciones de Iglesia en España, hay un creciente esfuerzo por aumentar su presencia en estos canales. A la buena voluntad se suma una incipiente profesionalización (en la que hay que seguir avanzando) en cuanto a estrategias y recursos.

Las redes sociales son nuevas comunidades a las que hay que acercarse sin olvidar que no son solo un vehículo para lanzar un mensaje, sino también para escuchar, dar la palabra e invitar a participar a quienes han decidido acompañarnos al menos un trecho del camino.

En el nº 2.847 de Vida Nueva.

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