‘Pacem in Terris’, 50 años

Ginés García Beltrán, obispo de Guadix-BazaGINÉS GARCÍA BELTRÁN | Obispo de Guadix-Baza

“Hemos de volver a la propuesta de Juan XXII: respetar la dignidad del hombre y el orden establecido por Dios es el camino a la paz, empezando por la del corazón…”.

Era Jueves Santo, el 11 de abril de 1963, cuando el papa Juan XXIII firmó el último documento de su pontificado; apenas dos meses antes de su muerte. La carta encíclica llevaba por título Pacem in terris. Sin duda, uno de los documentos más importantes no solo del pontificado del Papa Bueno, sino de todo el magisterio pontificio del pasado siglo.

El mundo vivía en aquel momento lo que conocemos como “guerra fría”. Era el enfrentamiento entre las dos grandes potencias, que no se calibraba solo en lo militar o ideológico, sino que buscaba crear un clima de miedo, que facilitara la dependencia, sobre todo de los países más pobres, al verse necesitados de la ayuda y protección de los que ostentaban el poder del mundo. El miedo es siempre un buen aliado para coartar la libertad y la independencia. No hacía mucho que esta “guerra fría” se había escenificado en la crisis de los misiles en Cuba.

En este contexto aparece la encíclica de Juan XXIII, que, en definitiva, recuerda que la dignidad de cada hombre está en ser imagen de Dios. No son la ideología ni la situación económica las que confieren la dignidad, sino el proyecto de Dios sobre el hombre y la humanidad. Por tanto, la paz no consiste en la ausencia de la guerra, sino en el respeto a la dignidad de cada hombre.

Cincuenta años después, la oportunidad y actualidad de la encíclica siguen intactas. Hoy no hay guerra fría, tampoco dos grandes potencias, pero existe la pretensión de ahogar con el miedo la libertad de muchos hombres y mujeres, especialmente los más pobres. Si no piensas como yo, si no actúas como yo, si no crees como yo… son otra forma de guerra fría.

Por eso, hemos de volver a la propuesta de Juan XXII: respetar la dignidad del hombre y el orden establecido por Dios es el camino a la paz, empezando por la del corazón.

En el nº 2.847 de Vida Nueva.

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