El Dalí esencial y la inspiración religiosa

El Reina Sofía expone más de 200 obras, incluida una de las cumbres de su pintura religiosa

La tentación de San Antonio, cuadro de Dalí

‘La tentación de San Antonio’

JUAN CARLOS RODRÍGUEZ | Loco, fantoche, cubista, artista, científico, escritor, putrefacto, fauvista, surrelista, lector, obsesivo, viajero, dibujante, ególatra, soñador, enigmático… Todas las sugestiones poéticas y todas las posibilidades plásticas –ese es su rotundo título– de Salvador Dalí (Figueres, 1904-1989) pueden verse en la mayor exposición en 80 años dedicada al genio de Port Lligat.

El escenario es el Museo Reina Sofía, aunque la muestra viene precedida de un éxito sin precedentes en el Centre Pompidou de París. “Esta exposición nos ofrece la posibilidad de analizar la obra artística de Dalí y los diferentes lenguajes que utiliza”, explica Montse Aguer, comisaria de la muestra.

Son 200 obras que ofrecen al mejor Dalí de las colecciones del Reina Sofía, la Fundació Gala-Salvador Dalí (Figueres) y el Salvador Dalí Museum de St. Petersburg (Florida).Salvador Dalí posa frente a un cuadro con un Cristo

Hasta el 2 de septiembre podrá contemplarse, entre ellas, La tentación de San Antonio (1946), de los Musées Royaux des Beaux-Arts de Bélgica, máxima representación de ese Dalí religioso que apenas se entrevé en la muestra, en la que se echa de menos sus asombrosos crucificados, como el Cristo de San Juan de la Cruz (1951) o Corpus hypercubus (1954). Porque en las poéticas de Dalí también habría que incluir el catolicismo.

Aunque es cierto que Dalí usó en muchos casos un Dios ornamental –es decir, se sirvió simplemente de un lenguaje religioso, básicamente en el tratamiento de la Virgen y la Asunción–, en otros hay una decidida intención de transmitir un mensaje evangelizador. El crítico francés Bernard J. Durand contabiliza en su ensayo Dalí y Dios, ¿un encuentro que no fue? unas 260 obras de temática religiosa, entre óleos, dibujos, acuarelas, esculturas y grabados, sobre todo a partir de 1948, cuando regresa a España desde EE.UU. y se autoproclama “católico, apostólico y romano”.

Más que una conversión, como se cita, fue un regreso al seno de la Iglesia, en el que también influyó su vuelta a la España de Franco. El padre Narcís Costabella, que le atendió en su lecho de muerte, le regaló una foto donde se veía a Dalí de niño arrodillado en los bancos de la iglesia de Sant Pere frente a un Cristo de Frederic Marés.

Entre aquel niño y su regreso a España, hubo un Dalí contagiado por la “blasfemia y sacrilegio” del surrealismo, en sus propias palabras, que superó en EE.UU., a donde se exilió durante la Guerra Civil. En 1944, ya había participado en la exposición colectiva Religious Art Today, en el Dayton Art Museum, y comenzó una etapa mística y nuclear –cuyo corpus expone en su Manifeste Mystique (Manifiesto Místico)–, caracterizada por el tratamiento de temas religiosos y científicos, especialmente la fisión nuclear.

El ‘Angelus’ de Millet, una obsesión

El miedo a la muerte es una de las claves para interpretar la obra y el catolicismo de Dalí, como la obsesiva interpretación del famoso Angelus (1857-59) pintado por Jean-François Millet y la original lectura que hace del misterio de la Anunciación.

Su obsesión por este lienzo lo convirtió en protagonista no solo de sus trabajos pictóricos entre 1929 y 1935, sino también de diversos proyectos teatrales que no vieron la luz. “El Angelus de Millet se convierte de súbito para mí en la obra pictórica más turbadora, la más enigmática, la más densa, la más rica en pensamientos inconscientes que jamás ha existido”, escribe Dalí en torno a 1932.

jcrodriguez@vidanueva.es

Viaje al Dalí esencial, íntegro solo para suscriptores

En el nº 2.846 de Vida Nueva.

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