El caos en Siria sitúa a todas las confesiones en la diana

niño en bicicleta en Siria calles destrozadas por la guerra

Dos obispos ortodoxos han sido secuestrados y numerosos templos son saqueados

niño en bicicleta en Siria calles destrozadas por la guerra

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA | Dos años después de su inicio, la sangrienta guerra civil desatada en Siria entre los opositores y los partidarios del régimen de Bashar al-Assad amenaza con dejar al país devastado y sin posibilidades de una próxima recuperación. Una ruptura social de la que, pese a no formar parte en sí de las causas del conflicto, no escaparía la convivencia interreligiosa.

Y es que, como constatan con honda preocupación representantes de todas las comunidades eclesiales, la contienda está derivando en un enfrentamiento étnico, cultural y confesional, pululando por el país numerosas bandas armadas, muy divergentes en sus intenciones. En lo que coinciden, eso sí, es en el inmenso daño causado.

Así, aparte del gran caudal humano perdido en este tiempo –más de 70.000 muertos y un millón de refugiados–, en lo material han sido saqueados, profanados y destruidos templos como la antigua sinagoga de Damasco, mezquitas chiítas y sunitas e iglesias de todas las confesiones cristianas.

En este sentido, un episodio de violencia que ha conmocionado al país ha sido, el pasado 22 de abril, el secuestro de dos obispos de Aleppo: el greco-ortodoxo Boulos al-Yazigi y el sirio-ortodoxo Mar Gregorius Yohanna Ibrahim. Ambos viajaban en el mismo coche y, cuando fueron interceptados, el conductor fue asesinado de un tiro en la cabeza. Se desconoce el destino de un tercer viajero, un hombre de 70 años. Pese a los rumores que hablaron pocos días después de una liberación de los prelados, al cierre de esta edición aún no se ha producido.

En medio del desconcierto reinante, uno de los que con más clarividencia se ha manifestado ha sido el obispo caldeo de Aleppo, Antoine Audo. En declaraciones a la agencia misionera Fides, el también presidente de Cáritas Siria niega que el secuestro de los dos prelados ortodoxos obedezca a un fin religioso. Por contra, lo achaca a la proliferación de guerrillas descontroladas, muchas de ellas procedentes del exterior, que han aprovechado el avispero en el que se ha convertido el país para impulsar un auténtico negocio por el que obtienen suculentos rescates a cambio de la liberación de los raptados. De hecho, hasta el momento se contabilizan alrededor de 2.000 secuestros con afán lucrativo.

Lo que no esconde Audo es que, una vez que la guerra acabe, costará mucho levantar el país… y a la propia Iglesia: “Soy obispo en Siria desde hace 25 años. Hemos construido iglesias, centros de catequesis y pastorales… Ahora empezamos desde cero. Vivimos en la precariedad, pero debemos mantenernos firmes. Solo la fe impide a los fieles rebelarse contra Dios, pero nos preguntamos: ¿cuándo tendremos paz?”.

No perder la esperanza

Pese a todo, el prelado católico mantiene la esperanza: “En Siria tenemos un patrimonio de valores que defender, sobre todo la unidad en la diversidad de culturas y religiones. El conflicto no es sectario o confesional. Hoy en día hay luto y violencia. Hace años se vivía en opresión y la gente tenía una libertad solo de fachada. Los valores que queremos tener son la libertad y la democracia, pero se necesita tiempo para que maduren, para educar a la opinión pública en la dinámica de la democracia y centrar la vida en el concepto de ciudadanía. Tenemos que salir de la trampa de ver al otro o como un kafir, es decir, infiel, a nivel religioso; o como un traidor, en el plano político. Tenemos que revertir este enfoque. La Iglesia señala el camino del Concilio Vaticano II, que promueve el ecumenismo, la libertad religiosa, el diálogo, el servicio de la verdad en el amor. Mi deseo más profundo es que Siria no pierda la esperanza”.

La guerra en Siria, que tuvo su origen en la represión por el régimen de Assad de protestas pacíficas en el contexto de la primavera árabe, en marzo de 2011, podría alcanzar una dimensión internacional. Y es que, en los últimos días, el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, así como el primer ministro británico, David Cameron, han reconocido haber recibido informes que podrían probar el empleo de armas químicas en Siria.

Supondría el cruce de la “línea roja” que, el pasado diciembre, dijeron no estar dispuestos a aceptar sin que tuviera “consecuencias”. La sombra de una intervención militar podría acechar al de por sí oscuro panorama sirio.

En el nº 2.846 de Vida Nueva.

 

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