Primera Asamblea Plenaria en Argentina sin Jorge Bergoglio

Mario Poli arzobispo de Buenos Aires con Cristina Fernández presidenta de Argentina

El Papa pide a los obispos que impulsen una Iglesia en misión y no autorreferencial

obispos argentinos en Asamblea Plenaria Conferencia Episcopal noviembre 2012

Última Plenaria argentina de Bergoglio (dcha.), en noviembre de 2012

PEDRO SIWAK. BUENOS AIRES | Los obispos argentinos celebraron su 105º Plenaria entre el 15 y el 20 de abril, en Buenos Aires, en un clima que se diferenció notoriamente del de otras asambleas. Era la primera vez que tenía lugar con la ausencia del cardenal Jorge Bergoglio, que era, además, el único purpurado en activo con residencia en el país, en concreto a cargo de la sede primada.

A diferencia de los restantes cardenales argentinos: Estanislao Karlic –87 años, arzobispo emérito de Paraná–, Jorge Mejía –90, archivista emérito de la Santa Sede– y Leonardo Sandri –69, prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales–, los dos últimos residentes en Roma.

El presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe, destacó en su homilía inaugural que “esta Asamblea presenta un marco único, que es el inicio del ministerio petrino de nuestro hermano Jorge, hoy el Santo Padre Francisco. Hemos sido testigos de un hecho que pertenece a esa obra de Dios en la historia, que continúa siendo un camino providencial animado por el Espíritu Santo. Esa obra es la Iglesia. Es más, diría que asistimos al milagro siempre nuevo de la Iglesia. Ser testigos de un nuevo sucesor de Pedro en la persona de Francisco nos llena de gratitud y de alegría, pero renueva, también, el llamado a hacer de ella una Iglesia más viva, servidora y misionera”.

Las palabras de Arancedo pronto tuvieron la respuesta de Francisco, quien envió una carta en la cual se expresaba con su especial sentido del humor: “Van estas líneas de saludo y también para excusarme por no poder asistir debido a ‘compromisos asumidos hace poco’ (¿suena bien?). Estoy espiritualmente junto a ustedes y pido al Señor que los acompañe mucho en estos días”.

A continuación, les insistía Francisco en que los trabajos del encuentro episcopal tuvieran como eje el Documento de Aparecida (en el cual el entonces cardenal Bergoglio tuvo especial influencia, considerándosele como su mensaje personal a la Iglesia), lo que hizo así: “Que toda la pastoral sea en clave misionera. Debemos salir de nosotros mismos hacia todas las periferias existenciales y crecer en parresía. Una Iglesia que no sale, a la corta o a la larga, se enferma en la atmósfera viciada de su encierro. Es verdad también que a una Iglesia que sale le puede pasar lo que a cualquier persona que sale a la calle: tener un accidente. Ante esta alternativa, les quiero decir francamente que prefiero mil veces una Iglesia accidentada que una Iglesia enferma. La enfermedad típica de la Iglesia encerrada es la autorreferencia; mirarse a sí misma, estar encorvada sobre sí misma, como aquella mujer del Evangelio. Es una especie de narcisismo que nos conduce a la mundanidad espiritual y al clericalismo sofisticado, y luego nos impide experimentar ‘la dulce y confortadora alegría de evangelizar’”.

Al referirse a la alegría, Francisco destacó: “Nos ayuda a ser cada día más fecundos, gastándonos y deshilachándonos en el servicio al santo pueblo fiel de Dios… Que el Señor nos libre de maquillar nuestro episcopado con los oropeles de la mundanidad, del dinero y del ‘clericalismo de mercado’”.

Autonomía judicial

Pero antes de darse a conocer el texto papal, los obispos debieron afrontar el delicado tema que ha sacudido últimamente al país, y que no es otro que la amenaza de la presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, de quitarle la autonomía al Poder Judicial y convertirlo en dependiente del Ejecutivo. La ciudadanía vive con preocupación este proyecto, como refleja el cacerolazo que se realizó en todo el país el jueves 18 y que, según algunas fuentes, convocó a un millón de personas.

En un contexto siempre difícil con el Gobierno kirchnerista, que modificó totalmente las relaciones cordiales que mantuvieron las anteriores autoridades con la Iglesia, el Episcopado emitió, al día siguiente del cacerolazo, un breve comunicado que los medios titularon como duro y contundente. Dice así: “Consideramos que los proyectos de ley que se encuentran en el Poder Legislativo, en orden a regular el ejercicio de la Justicia, presentan aspectos que merecen un profundo discernimiento por la importancia de la materia que tratan. Por ello, se requiere de amplias consultas, debates y consensos previos en consonancia con la magnitud de los cambios propuestos. Entendemos que un tratamiento apresurado de reformas tan significativas corre el riesgo de debilitar la democracia republicana consagrada en nuestra Constitución, precisamente en una de sus dimensiones esenciales como es la autonomía de sus tres poderes”.

Mario Poli arzobispo de Buenos Aires con Cristina Fernández presidenta de Argentina

El arzobispo Poli con la presidenta Cristina Fernández

En gran medida, el tono de este documento coincide con las palabras pronunciadas por el sucesor de Bergogio en el arzobispado de Buenos Aires, Mario Poli, quien, antes de tomar posesión de su nueva archidiócesis el sábado 20, señaló que su relación con la jefa del Estado será de “respeto y colaboración, pero con la debida distancia y diferencia”.

El tema viene a colación porque, ya en su día, fue el matrimonio Kirchner el primero en tomar distancias con Bergoglio, a quien consideraban un religioso muy hábil e inteligente. Así, cuando el actual Papa cuestionó aspectos de la gestión gubernamental en el Tedeum que desde hace muchas décadas se celebra en la fiesta patria del 25 de mayo, los Kirchner decidieron concurrir a otros templos del interior del país e, incluso, evitarlos.

Cambio manifiesto de actitud

Sin embargo, ha habido un cambio manifiesto una vez que Bergoglio ha sido elegido Papa. El nombramiento cayó como una bomba en el seno del Gobierno argentino, pero ese mismo día, hacia el ocaso, hubo gestos de acercamiento, que Francisco aceptó, hasta el punto de ubicar a la presidenta entre sus primeras invitadas. Un encuentro en el que tuvo gestos destinados a conseguir el acercamiento que no había logrado en su mandato arzobispal.

Así, aunque a raíz del cacerolazo Cristina Fernández decidió ausentarse del país –Perú y Venezuela fueron sus destinos elegidos, para respaldar la inicial gestión presidencial de Maduro como sucesor de Chávez–, antes mantuvo entrevistas con Arancedo y Poli, disculpándose ante este por no poder asistir a su toma de posesión.

Al coincidir dicha ceremonia con la clausura de la Asamblea episcopal en Buenos Aires, numerosos obispos y sacerdotes participaron en ella. Las parroquias porteñas suspendieron sus actividades y recibieron al mediodía al nuevo pastor porteño con el repicar de las campanas. A la misa asistieron el vicepresidente argentino, Amado Boudou, numerosos ministros y funcionarios nacionales (después de varios años de ausencia), el alcalde, Mauricio Macri, y otras autoridades municipales.

Mario Poli, de 65 años, expresó: “Que no me falte en este servicio el amor a los pobres, sufrientes y excluidos, que inspiró a nuestro patrono, el obispo san Martín de Tours, quien supo remover de su corazón toda indiferencia”.

Hay coincidencias en señalar que Poli guarda muchas similitudes con su antecesor, Jorge Mario Bergoglio, por ser un obispo de bajo perfil y por dedicarse a los ancianos, enfermos y pobres. [Entrevista con Mario Aurelio Poli]

En el nº 2.845 de Vida Nueva.

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