Editorial

Francisco y los domadores del Espíritu

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papa Francisco sentado pensativo

EDITORIAL VIDA NUEVA | La fuerza de la costumbre en menos de dos meses de pontificado nos ha habituado a un Papa que derrocha en gestos, muchos de ellos hasta ahora inéditos en la historia pontificia. Tanto es así que, a los escrutadores de esos signos visibles, casi palpables, se les ha ido sumando una cohorte de analistas que diseccionan también sus silencios para buscar los contrapuntos, para blandir, cuando llegue el momento, sus claroscuros.

Quienes habrían querido encontrarlos –no sin regocijo– en las escasas alusiones que hasta ahora había hecho Francisco a un magno acontecimiento como el Concilio Vaticano II, del que estamos celebrando el 50º aniversario de su apertura, tendrán que buscar otra veta tras la reivindicación que Jorge Mario Bergoglio ha hecho de ese histórico acontecimiento eclesial y la firmeza con la que se ha dirigido a quienes se dejan tentar por oponerle resistencia.

“El Espíritu Santo no es domesticable”, les dijo a estos últimos. Sucedió en una de las “misas de Santa Marta”, el pasado día 16, fecha del 86 cumpleaños del papa emérito Benedicto XVI, por quien ofreció la Eucaristía.

En la homilía, y refiriéndose a quienes se resisten a los aires del Espíritu, y en alusión al Vaticano II, lo calificó de “hermosa obra del Espíritu Santo”. Y recordó al papa Juan XXIII, “que parecía un párroco bueno y él fue obediente al Espíritu Santo”.

“Pero después de cincuenta años –se preguntó–, ¿hemos hecho todo lo que nos dijo el Espíritu Santo en el Concilio?”. “No”, se respondió. “Festejamos este aniversario casi levantando un ‘monumento’ al Concilio, pero nos preocupamos sobre todo de que no nos dé fastidio. No queremos cambiar”.

Y añadió: “Hay algo más: existen voces que quieren retroceder. Esto se llama ser testarudos, esto se llama querer domesticar al Espíritu Santo, esto se llama convertirse en necios y lentos de corazón”.

A una Iglesia amodorrada, volcada sobre sí misma, el Papa la invitó a abrirle las puertas al Espíritu Santo y a salir de la comodidad en la que nos hemos instalado, porque preferimos “domesticar al Espíritu”, “una tentación aún de hoy, como lo demuestra precisamente la experiencia de recepción del Concilio Vaticano II”.

Desgraciadamente, estas inequívocas palabras del Papa han pasado un tanto desapercibidas. Solo se pudieron encontrar al día siguiente en L’Osservatore Romano, pero sin duda son de una gran trascendencia.

Suponen una llamada a la revitalización que emanó del Concilio, son una sacudida bergogliana a quienes han jugado a marear la perdiz, a perderse en debates deletéreos sobre si fue antes el huevo o la gallina. Pero el Espíritu, a lo que nos invita –y todos pueden entender–, tanto en la vida de la Iglesia como en la de cada persona, es “a seguir un camino más evangélico”.

Pero esta semana, para los escrutadores de gestos, tampoco han pasado desapercibidos los anuncios de la canonización, en octubre, del papa Juan Pablo II, y del desbloqueo del proceso de beatificación del arzobispo Óscar Romero. Una nada inocente coincidencia.

Quienes entonaron el santo subito están de enhorabuena. Quienes lamentaban el olvido del mártir salvadoreño, probablemente mucho más.

En el nº 2.845 de Vida Nueva. Del 27 de abril al 3 de mayo de 2013.

 

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