Verónica Murguía: “He querido ver que la guerra quizás tiene cura”

Loba, Verónica Murguía, premio Gran Angular 2013

La autora mexicana gana, con ‘Loba’, la 35ª edición del Gran Angular, de la Fundación SM


Entrevista con Verónica Murguía [extracto]

JUAN CARLOS RODRÍGUEZ | La ciencia ficción es capaz de enfrentar la verdad de lo que sucede alrededor de nosotros de un modo más directo y eficaz que la propia novela realista. La historia de la literatura está repleta de formidables ejemplos. Loba, la novela con la que la escritora, traductora y periodista Verónica Murguía (México DF, 1960) ha ganado el premio de literatura juvenil Gran Angular de SM –con una dotación de 35.000 euros, la mayor en su categoría en todo el mundo–, es ya uno de esos libros.

“A pesar de ser una novela fantástica –explica la autora–, muchas de las ideas que hay en sus páginas sobre la violencia y la fragilidad de la vida surgieron de la situación que se vive en México desde fines del siglo pasado. Hay momentos en los que parece que todo conspira en favor de la muerte y la crueldad; que la resistencia es inútil. Y aun así hay quien se opone, quien levanta la voz por los otros. Yo soy testigo. Observo desde un mundo que inventé, pero lo que miro es verdad y recogí lo que pude, sin endulzarlo, para depositarlo en el libro”.Verónica Murguía, escritora mexicana, ganadora premio Gran Angular 2013

Murguía se define, “ante todo”, como “una lectora que padece el vicio incurable de la curiosidad. Además, soy escritora, seguramente debido al impulso de continuar, a mi manera, los libros que amo. Por supuesto, siempre insatisfecha, regreso a ellos”. Y cita títulos como: “El Libro de la selva, El Aleph, El otoño del patriarca, El Señor de los Anillos”. Y autores imprescindibles como “Marcel Schwob, Ursula Le Guin, Juan Rulfo o historiadores como Georges Duby”. Un altar más allá de la ciencia ficción: “Mi biblioteca –dice– es uno de mis lugares favoritos en el mundo”.

Vive en México DF. Y ha publicado una docena de libros para niños, tres novelas (Auliya, El fuego verde y Ladridos y conjuros) y un libro de cuentos, El ángel de Nicolás. Ahora suma Loba, con un galardón al que se presentó, afirma, “por el prestigio de la colección, porque es SM, porque Gran Angular me parece el sello que debe presidir la novela”.

La obra ganadora del Gran Angular es, según el jurado convocado por la Fundación SM, “innovadora en el género fantástico, con gran belleza literaria, que recrea un mundo poderoso y original donde los personajes hacen un trayecto vital a través de temas universales”. Una fantasía épica medieval con una princesa indómita llamada Soledad como protagonista, que emprende un viaje iniciático que le enfrentará a dragones, unicornios y a su propio destino.

Loba es mi versión de una vieja historia. La mujer guerrero, la caza del unicornio, la dualidad entre el ‘bárbaro’, así, entrecomillado, y la ‘civilización’; entre el amor y la guerra; entre la épica y la ética entendida como compasión. Todo esto enmarcado en una Edad Media hipotética, pero llena de datos verdaderos, a veces más sorprendentes que cualquier fantasía”.Loba, Verónica Murguía, premio Gran Angular 2013

– ¿Por ejemplo?

– El asunto de la cetrería, que fui documentando con muchos libros góticos de caza con aves, llenos de ternura y amor por los halcones. En contraste con estos libros, hay textos, archivos, rastros arqueológicos que revelan el poder absoluto que tenían los amos sobre los esclavos. Ahí no hay ternura. Esos documentos revelan que el hombre es, realmente, el lobo del hombre.

– Y está el tema de la guerra…

– Quería escribir una novela épica, pero desde mi punto de vista. Es una idea que me acompañó mucho tiempo. La épica, entendida como la glorificación de la guerra, ya no es viable, deviene en panfleto, en propaganda. Ya sabemos que Aquiles pidió gloria y honor a su madre y que murió joven, después de arrastrar el hermoso cadáver de Héctor alrededor de la muralla de Troya. La guerra es horrible, aunque es verdad que nuestros antepasados la consideraron el quehacer humano más honroso. Quise, aunque amo los textos que me educaron, ver la guerra como una enfermedad que quizás tiene cura.

– ¿Cómo nace una novela así?

– En Canadá, durante una estancia invernal, viví dos meses en el frío, un frío que no tenía nada que ver con los inviernos gentiles de la ciudad de México. Allí, en los bosques de Alberta, atestigüé cómo, poco a poco, el hielo silenciaba el río Bow; con la nieve hasta los tobillos imaginé un fuego que chamuscaba las copas de los árboles, etcétera. Esto fue en el año 2000. De ese año son mis primeras notas.

– ¿Y desde entonces?

– Leí todo lo que me hizo falta y tuve paciencia. Tal vez eso fue lo que descubrí: que para escribir una novela larga hay que tener paciencia y amor por el tema. Estos años dedicados a la escritura me dieron mucho consuelo y alegría. La lectura de textos de este tipo (sobre la Alta Edad Media) es algo de toda mi vida, así que no me pareció pesado. A veces muy solitario, pero así es este oficio.

entrega premios Barco de Vapor y Gran Angular SM 2013

La princesa Letizia presidió la entrega de los premios de SM el pasado 9 de abril

 

David Fernández Sifres, un Barco de Vapor contra los prejuicios

La Princesa de Asturias entregó en la Real Casa de Correos, sede de la Comunidad de Madrid, también el premio de literatura infantil El Barco de Vapor, que cumple igualmente 35 años y está dotado con 35.000 euros.

David Fernández Sifres (León, 1976) lo ganó con Luces en canal: “Me cuesta definir las historias que escribo –afirma–, pero creo que es una historia de giros que comienza con el misterio de una barca en los canales de Ámsterdam para tornarse después en una historia cercana que trata la relación sin prejuicios entre un niño lisiado y un mendigo, y que termina por hacernos creer lo imposible, con un toque de fantasía que, a mi juicio, esconde mucho más que la pura anécdota”.

Para el jurado, la novela ganadora es “un relato tierno que nos cuenta cómo los niños saben mirar e ir más allá de los prejuicios, poniéndose en el lugar del otro. Escrito con un lenguaje directo, aunque hacia un realismo mágico al que no sabes cómo has llegado tras disfrutar con una lectura que te hace crecer como lector”.

Luces en el canal, compuesta por 14 capítulos y epílogo, narra en tercera persona la entrañable amistad entre el pequeño Frits, al que le falta una pierna, y el señor Dussel, que vive junto a su mujer en una barca amarrada en uno de los canales de la ciudad holandesa.

“Digamos, sin desvelar la trama –sigue explicando el autor–, que en la novela aparece en algún momento el tema de los prejuicios, a partir de un pasaje que, con la debida distancia, parece un calco de un episodio que viví en 1º de EGB. Tuvimos que llevar pinturas de cera a clase. Las mías estaban usadas porque las utilizaba en casa, salvo dos que estaban nuevas porque eran colores extraños. Un compañero me quitó esas dos utilizando el siguiente argumento: tú te quedas en el comedor; por tanto, no tienes comida en casa. Si no tienes comida en casa es que eres pobre. Si eres pobre no puedes tener pinturas nuevas. Si las tienes es porque me las has robado”.

En la gala de la Fundación SM se entregó también el VIII Premio de Literatura Jordi Sierra i Fabra para Jóvenes, que convoca la Fundación Jordi Sierra i Fabra en colaboración con SM, cuya ganadora fue la joven Andrea Abello Collado, por su obra Fundido a blanco.

jcrodriguez@vidanueva.es

En el nº 2.844 de Vida Nueva.

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