José Lorenzo, redactor jefe de Vida Nueva
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El “efecto” Francisco en Añastro


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José Lorenzo, redactor jefe de Vida NuevaJOSÉ LORENZO | Redactor jefe de Vida Nueva

“Había cierta expectación en esta Plenaria por conocer si este primer mes intenso de pontificado había calado también en gestos entre los obispos…”.

El pensamiento del papa Francisco ya se abre paso en Añastro, en la sede de la CEE. Esta semana, los obispos han celebrado su asamblea de primavera. Y el nuncio les recordó las líneas maestras que está intentado asentar Bergoglio en estas pocas semanas: menos autorreferencialidad narcisista y más unidad –que no uniformidad– entre los miembros de la Iglesia, que se logra cuidando las relaciones entre obispos, sacerdotes, religiosos y laicos.

Había cierta expectación en esta Plenaria por conocer si este primer mes intenso de pontificado había calado también en gestos entre los obispos. Ya se puede saber –y percibir– que la mayoría de ellos ha acogido positivamente al hombre y lo que destilan sus formas. Tampoco ocultan que se encuentran expectantes por saber qué es lo que se les va a requerir.

Se dan por finiquitadas maneras –y gestos, siempre los gestos– de una forma de ejercer el gobierno en una institución colegiada y consultiva, pero donde muchos se han sentido ninguneados.

Esta mayoría de obispos tiene claro que se les va a pedir que “huelan a oveja”. Pero no les asusta. En sus diócesis, donde realmente se sienten libres, están más centrados en las labores de pastoreo que en la mera vigilancia y control.

Pero también se reconoce sin disimulo que hay en otros obispos un cierto miedo al saberse perdedores por no reconocer en Bergoglio a su candidato ideal. En ellos aún se vislumbra el desconcierto en que los sumió la humareda blanca de la que salió un papa con zapatos negros pidiendo la bendición de sus ovejas.

Y sí, los primeros signos del “efecto Francisco” se están dejando ver. Para empezar, se dice, la actitud para con los religiosos y religiosas ya está cambiando. Vuelve la buena educación y desaparecen puntillas y puntillistas. No ha habido ninguna disposición magisterial al respecto, pero basta seguir las retransmisiones televisadas del Papa, ver su atuendo –y, sobre todo, el de quienes le asisten– para observar que el encaje regresa a su confinamiento alcanforado.

Ahora se teme más al “síndrome Feijóo”, a que afloren fotos donde la aparatosidad del ropaje apenas dejaba ver la piedad del celebrante. Se impone la sencillez. Se intuye la sensatez.

En el nº 2.844 de Vida Nueva.

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