Nueva evangelización en el corazón indígena

parroquia en Ixtapa, Chiapas, indígenas tzotziles

La Iglesia de Ixtapa, en Chiapas, fusiona las raíces tzotziles con los nuevos métodos de misión

parroquia en Ixtapa, Chiapas, indígenas tzotziles

GILBERTO HERNÁNDEZ GARCÍA | La familia completa atraviesa la espaciosa nave del templo hasta llegar a un costado del presbiterio. El padre de familia y otro hombre, este más anciano, han encabezado la pequeña y singular procesión con enérgico paso. Las mujeres traen en los brazos unas largas velas que entregan al resto de la familia para colocarlas en el piso, formadas en tres hileras. En cuanto el papá enciende las velas, los demás caen de hinojos.

Luego, un par de voces rompen el silencio del recinto. El padre de familia y el otro hombre que lo acompaña, un rezandero, comienzan una especie de diálogo. Hablan, rezan, sollozan, gesticulan, levantan los brazos; las voces suenan cada vez más lastimeras. Son indígenas tzotziles del municipio mexicano de Ixtapa, en Chiapas, quienes así oran en el templo, sede de la parroquia que está bajo el patrocinio de Nuestra Señora de la Asunción.

Los emotivos rezos, en voz alta, directos, fuertes, en lengua tzotzil, se dirigen a Dios, a la Virgen, a los santos. Aquellas personas permanecerán en esa forma orante hasta que las velas se consuman en su totalidad. Al cabo de un largo tiempo, las voces van aminorando su volumen. A una señal del padre de familia, levantan la cera que ha quedado en el suelo y se dirigen a la salida. El rito ha terminado.

Una vez en las escalinatas del templo, aquel grupo se sienta y las mujeres sacan los alimentos que han traído y los reparten. Los hombres mayores sacan un pequeño garrafón con posh, un aguardiente, y lo beben; lo hacen como parte del ritual que han terminado y que los sacerdotes católicos han prohibido que lo consuman dentro de los templos.
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“Venimos a pedir a Dios y a los santos que curen a mi hija; se cayó de un palo (árbol) y no quiere componerse. También pedimos que nos den agua para la siembra, salud y trabajo. Lo hacemos en voz alta para que nos oigan y atiendan nuestro ruego”, dice Domingo Hernández, el padre de familia, que, proveniente de una comunidad tzotzil cercana, ha bajado a Ixtapa con la única finalidad de suplicar a la divinidad que le otorgue su favor a toda la familia.

Los tzotziles en el municipio de Ixtapa no son más allá de 6.000. En la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, de la Archidiócesis de Tuxtla Gutiérrez, son unas seis comunidades pertenecientes a esta etnia, una de las cuales –Nuevo San Miguel Mitontic, poblado de desplazados por problemas de índole religiosa– está conformada exclusivamente por personas que no practican la religión católica.

Si bien es cierto que la parroquia de Ixtapa no es completamente indígena, sí conserva las raíces de los antepasados tzotziles. Clara muestra de ello es la fiesta patronal de la Virgen de Asunción –como la llaman los vecinos–, además de las fiestas de san Sebastián mártir, El Señor del Pozo y la Virgen de Guadalupe, que conservan en gran medida las costumbres ancestrales.

El párroco de esta demarcación eclesiástica católica, desde agosto del año 2010, es el sacerdote Salvador Valadez Fuentes, también cofundador de la congregación religiosa femenina Discípulas de Jesús Buen Pastor y de la fraternidad sacerdotal Discípulos Misioneros de Jesús Buen Pastor. Desde su llegada a este pueblo, aunque no es propiamente esta una zona de misión, el padre Salvador ha querido imprimir una mística misionera en la parroquia.

De hecho, ya hay un par de comunidades indígenas que están dando pasos en ese sentido: Multajó y Carlos A. Vidal, donde la organización local de los católicos, de acuerdo con el plan parroquial, siguiendo las líneas propuestas por la archidiócesis y las motivaciones de Aparecida, está dando incipientes frutos. Los delegados eclesiales trabajan conjuntamente con áreas prioritarias de la pastoral profética: se anuncia el kerigma en diversas modalidades, se procura la catequesis en todos los niveles (particularmente, de niños y adultos) y se impulsan centros de formación procesual.

El padre Salvador Valadez, doctor en Teología Pastoral por la Universidad Pontifica de México, reconoce que “el estilo de pastoral que la Iglesia vive es, en gran manera, de mera conservación. Hay una gran demanda en cuanto a servicios de culto, pero esto es así porque un grupo muy reducido de la vida parroquial demanda casi el 100% del tiempo. Sin embargo, los esfuerzos de los recursos humanos y materiales son los que hay, y ni siquiera alcanza el tiempo para atender lo que ellos quisieran”.parroquia en Ixtapa, Chiapas, indígenas tzotziles

Al cuestionarle sobre la salida que vislumbra a este círculo vicioso, enfatiza: “El camino lo ha marcado Aparecida: recomenzar desde Cristo, volver al centro, al eje de la fe, que es el encuentro con Cristo. Rescatar todo lo que la Iglesia tiene de positivo; buscar un equilibrio, no quedarnos solo en actividades reducidas al aspecto cultual y sacramental, que es lo que llaman una pastoral sacramentalista”. Una lectura de la que se extrae que, pese a las limitaciones, la Iglesia de Ixtapa, en su apuesta cristocéntrica, cumple sobradamente con los objetivos marcados.

Anuncio desde el kerigma

En este sentido, “los sacramentos son algo esencial (como camino para el encuentro con Cristo), pero no sin una buena y previa evangelización, o a la par. Esto implica propiciar un encuentro primero con Cristo a través de la Palabra. Un anuncio claro, decisivo y entusiasmante de Cristo a través del kerigma; implica creatividad y la revisión de las maneras en que en la Iglesia estamos realizando este primer anuncio”, enfatiza el párroco.

La experiencia pastoral del padre Salvador Valdez en Ixtapa es acompañada y apoyada por una nueva comunidad religiosa, la Familia del Buen Pastor, que comprende una congregación femenina y una fraternidad sacerdotal, cuyos fundadores son, además del padre Valadez, la religiosa Silvia López Pérez y Felipe Aguirre Franco, ahora arzobispo emérito de Acapulco.

Esta novedosa realidad eclesial –una interesante síntesis entre la vida diocesana y la espiritualidad misionera, propia de los institutos religiosos y que va a cumplir ocho años de fundación–, colabora activamente en el esfuerzo misionero que el párroco ha querido imprimir en esta zona. Sin embargo, en sentido estricto, no se trata de una nueva fundación religiosa, sino de un modo alternativo de vivir la vida sacerdotal en perspectiva misionera, donde Jesús es luz para ver, criterio para juzgar y norma para actuar.

La idiosincrasia más honda de la fraternidad la explica a esta revista quien se ha acabado convirtiendo en su promotor vocacional, el padre Hugo Alberto Nuricumbo, como el primer sacerdote ordenado del grupo: “Queremos encarnar las actitudes de Jesús Buen Pastor en medio de un mundo cada vez más egoísta. Actitudes de compasión, misericordia, acogida… Buscamos ser continuadores de lo que Dios ha pedido: ‘Haz presente a mi Hijo’. Es decir, más allá de hacer muchas cosas, hay que vivir las actitudes fundamentales de Jesucristo”.parroquia en Ixtapa, Chiapas, indígenas tzotziles

En el corazón de Chiapas, una parroquia con fuerte presencia indígena busca convertirse en punta de lanza de la nueva evangelización. Con gestos, con misericordia, con una fe viva y vitalista.

La Fraternidad apuesta por la formación

Los discípulos de la fraternidad sacerdotal Discípulos Misioneros de Jesús Buen Pastor se forman en pequeñas comunidades, integradas por jóvenes, en su mayoría profesionales que, además de poner en servicio otros de sus talentos personales –hay comunicadores, profesores, músicos, contadores, filósofos, poetas o antiguos seminaristas provenientes de otros institutos–, se preparan para la vida sacerdotal.

Actualmente, la Fraternidad cuenta con un centro de formación sacerdotal en la colonia Las Cañitas, en el municipio de Ixtapa, y un par de espacios alternativos para que los jóvenes puedan estudiar en Ciudad de México (centrada para alumnos de Filosofía) y en la misma Ixtapa (para estudiantes de Teología), respectivamente.

Hoy en día se están empezando a ver los primeros frutos de esta obra del Buen Pastor: hace casi dos años se ordenó el primer sacerdote de la Fraternidad. Para el presente curso, se espera la consagración de cuatro diáconos más.

En el nº 2.843 de Vida Nueva.

 

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