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Jesucristo, horizonte de esperanza (I y II)


Dos obras de Manuel Gesteira Garza (PPC, 2012). La recensión es de Gabino Uríbarri, SJ

Jesucristo horizonte de esperanza I y II, Manuel Gesteira, PPC

Título: Jesucristo, horizonte de esperanza. I. Jesús de Nazaret, personaje histórico

Páginas: 272

Título: II. La interpretación de la persona y la obra de Jesús en la historia de la Iglesia

Páginas: 336

Autor: Manuel Gesteira Garza

Editorial: PPC, 2011-2012

Ciudad: Madrid

GABINO URÍBARRI, SJ | La presente cristología sistemática es fruto de muchos años de docencia de esta materia en la Universidad Pontificia Comillas y en el centro de estudios teológicos de la Diócesis de Madrid. La estructura es muy clara. En el primer volumen, se aborda el personaje histórico Jesús de Nazaret en cinco capítulos, en diálogo con la investigación histórica, pero desde una perspectiva sistemática y reflexiva.

El segundo volumen recoge la interpretación eclesial de la persona de Jesús en dos momentos: esboza la evolución doctrinal de la primera comunidad, el dogma cristológico de la era patrística y los jalones de la cristología escolástica hasta el siglo XX. Más espacio dedica a “los nombres de Cristo y su significado teológico”. Recorre los títulos cristológicos mostrando su relevancia sistemática y actual, con muchas pistas para una presentación pastoral con profundidad.

Destacan una serie de claves. Una cristología en diálogo con la exégesis. La profusión de textos bíblicos, las aclaraciones filológicas, las referencias bibliográficas dan cuenta de este interés. Sin embargo, su propuesta es la de un teólogo sistemático, que recoge muchos datos de los estudios exegéticos.

Así, por ejemplo, cuando se destaca el carácter escatológico del Reino que adviene con Jesús y la apertura al futuro de Dios, como algo de una manera ya implícito en el dinamismo que Dios imprimió a la creación (parábolas). Por eso, grandes temas teológicos como la nueva creación (milagros), la misma encarnación (Jesús parábola de Dios, I, p. 78) o la teología de la relación entre el Padre y el Hijo (I, p. 123) se van jalonando al hilo de la presentación de los resultados de la exégesis.

Una cristología que recalca la novedad de Jesús frente a las religiones, expresando así lo típico del cristianismo, sin entrar en el debate generado por la teología pluralista. Frente a la visión de la trasvida o del convite sagrado o del sacrificio, con Jesús, partiendo de la profundidad de su unión con el Padre, de su conocimiento cualitativo del hombre y de Dios, surge la novedad.

El sacrificio es ante todo ofrenda personal, autodonación, que conduce a una comunión y una intimidad personal, fundamento verdadero de la relación entre el Resucitado y los discípulos, rompiendo así el esquema de las religiones de ofrecer animales o cosas. Jesús, en su relación con el Padre y su libertad, muestra lo más genuino de la relación entre el creador (Dios) y la creatura (el hombre), que es la obediencia amorosa y libre.

Una cristología del siervo, del convite y de la comunión. Para Gesteira, Jesús es ante todo el siervo, el diácono (II, p. 318). El último capítulo está dedicado a este tema. Toda la vida de Jesús es servicio, por ejemplo mediante los milagros, que son de humanización de las personas y atención a sus necesidades. Este servicio termina en su muerte, en el sacrificio, en la entrega final, que está unida a un “convite sacrificial” (I, pp. 162ss). Con lo que se destacan las comidas y convites para entender a Jesús. Se da una concatenación entre la diaconía, la convivialidad, la comunión.

Apertura al diálogo

Una cristología escatológica. No desdeña la ontología cristológica; con relativa frecuencia alude a la encarnación. La escatología nos sitúa ante el Reino de Dios, que Jesús predica, hace presente e irrumpe con su persona. Pero también ante los anhelos más humanos de futuro y de esperanza. Desde ahí, se da una apertura a dialogar con el hombre moderno.

Con frecuencia se reflexiona sobre la profundidad de la persona de Jesús y de su pretensión, que nos lleva a conectar en la profanidad del mundo (parábolas) con la presencia de Dios. La inmanencia de Dios en el mundo se abre a una presencia más plena, hacia la nueva creación (milagros, resurrección).

Así, se articula una propuesta cristológica que conjuga creación y nueva creación, cristología y soteriología, singularidad escatológica de Jesús y dimensión antropológica, que nos habla de la nueva humanidad y del hombre nuevo, liberado del pecado, capaz de entrar en la plena comunión con Dios a través del Resucitado. La encarnación, en definitiva, se muestra como la profundidad de este Jesús, enraizado en Dios y llegando a la profundidad de lo humano.

Desde aquí, descifra el enigmático título del Hijo del hombre, con el que Jesús mismo se autodesignó (II, pp. 254-255). En Jesús y en su fe-fidelidad, se despliega el rostro de Dios, como misericordioso y fiel. El prólogo de Juan, así leído, se convierte en una clave fundamental del misterio de Cristo, que nos revela el rostro auténtico de Dios.

Una cristología eclesial. Con relativa frecuencia muestra aperturas claras desde la cristología a la eclesiología, desde la consideración de la persona de Jesús hacia el cuerpo eclesial de sus discípulos, por ejemplo cuando trata la relación del Resucitado con sus discípulos, la corporalidad el Resucitado o nuestra incorporación a la fe de Jesús. Así, pasamos fácilmente de Jesús a la Iglesia.

Tenemos la suerte de contar con la síntesis personal de alguien que ha madurado enormemente los temas. Será de gran ayuda para refrescar los grandes temas de la cristología, conjugando el aprecio por Tomás de Aquino, el sabor bíblico y la solicitud pastoral.

En el nº 2.843 de Vida Nueva.

Actualizado
11/04/2013 | 23:42
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