El ITVR reflexiona sobre la búsqueda de Dios y la alegría de creer
Elías Royón, Eusebio Hernández, José Rodríguez Carballo y el nuncio Renzo Fratini
La 42ª Semana de Vida Consagrada apuesta por la renovación de la fe [extracto]
FRAN OTERO. Fotos: LUIS MEDINA | Cientos de religiosos, de más de 80 familias y con amplia mayoría femenina, se dieron cita del 2 al 5 de abril en Madrid, en el Colegio Calasancio, para participar en la 42ª Semana Nacional para Institutos de Vida Consagrada, que organiza el Instituto Teológico de Vida Religiosa (ITRV) de los Misioneros Claretianos. El tema elegido, en sintonía con el Año de la fe, fue La búsqueda de Dios. Alegría de la fe en la Vida Consagrada. Días de reflexión y trabajo que sirvieron revivir y promover la búsqueda de Dios y para recalcar la alegría de creer.
De hecho, el nuncio en España, Renzo Fratini, subrayó, en la apertura de la Semana, “el especial significado del tema elegido, porque la búsqueda no es ajena a las entrañas de la Vida Consagrada (VC)”. Del mismo modo, dijo que esa búsqueda debe ser compartida con los más pobres, sin olvidar que “la mayor pobreza es la de aquel que no tiene a Dios”, y advirtió contra la tentación de convertirse en una Iglesia autorreferencial, que “no deja a Cristo salir”.
Por su parte, el arzobispo de Oviedo y miembro de la Comisión Episcopal de Vida Consagrada, Jesús Sanz, transmitió a los presentes el saludo del resto de obispos y se refirió a la comunión de los distintos carismas presentes en el auditorio: “Que los colores que nos diferencian no sean motivo de rivalidad, sino oportunidad para la comunión”.
Eusebio Hernandez, también miembro de la citada comisión y obispo de Tarazona, destacó “el servicio enorme” que el ITRV, y la familia claretiana por ende, hace con la Semana en España, y apuntó que la búsqueda de Dios y la alegría deben ser “fundamentales” en el ser de un religioso.
Coincide el presidente de CONFER, el jesuita Elías Royón, para quien la búsqueda y la alegría “están en el corazón mismo de la Vida Religiosa (VR)”. “Estamos llamados a buscar a Dios en los hombres y mujeres de nuestro tiempo”, añade.
Para cerrar la apertura, el superior provincial de la provincia claretiana de Santiago, Luis Ángel de las Heras, dijo: “Parece que no tenemos razones para la alegría, y contamos con la fundamental, el encuentro con Jesucristo”. En este sentido, puso como ejemplo a los mártires claretianos de Barbastro, cuyo testimonio se relata en la película Un Dios prohibido, que se proyectó durante la Semana.
Ateos practicantes
Una de las ponencias más interesantes e intensas fue la del ministro general de los Franciscanos y presidente de la Unión de Superiores Generales, fray José Rodríguez Carballo. Bajo el título ¿Qué quiero decir cuando digo ‘creo en Dios’?, Rodríguez Carballo recalcó la importancia del encuentro personal con Cristo y de la acogida del don de la fe, porque existe el peligro de convertirse en “un ateo practicante”.
Así lo explicó: “Puedo hacer todo lo que hace un religioso, pero si no tengo un encuentro con Cristo, no tengo fe. Soy un ateo”.
Por eso, añade que la fe “es una gracia que hemos de acoger con gratitud” y, al mismo tiempo, una responsabilidad. “Si no queremos que se apague, ha de ser redescubierta, confirmada y vivida con gozo. La fe me ha sido confiada para que la conserve y acreciente”. Tan vital es la fe que, según Carballo, “es el único recurso para rehacer la VC, la única que hará posible que la VC vuelva a ser lo que era”.
Por otra parte, y ante las dificultades actuales, el presidente de la USG recordó que las estadísticas son “la gran tentación” de los religiosos. “Tenemos que comprender que la VR nunca fue de masas. Debemos reconciliarnos con la minoridad. Lo que nos debería quitar el sueño es la calidad evangélica de vida”.
Como esta, todas las ponencias tuvieron como sujeto a Dios. Dios para buscar (Ángel Cordovilla), Dios para hacer (Ángel Galindo), Dios para apasionar (Asunción Codes), Dios para anunciar (José Cristo Rey García Paredes), Dios para orar y esperar (Inmaculada Fukasawa), entre otras.
En el nº 2.842 de Vida Nueva.
