Jesús Sánchez Adalid: “Pretendo que el pasado sirva para iluminar el presente”

El camino mozárabe, Jesús Sánchez Adalid, Martínez Roca

El sacerdote y escritor publica ‘El camino mozárabe’

Jesús Sánchez Adalid, sacerdote y novelista

Entrevista con Jesús Sánchez Adalid [extracto]

JUAN CARLOS RODRÍGUEZ | Como siempre, Jesús Sánchez Adalid (Don Benito, 1962) exhibe en El camino del mozárabe (Martínez Roca) la profunda rigurosidad que le ha hecho uno de los grandes autores de la novela histórica.

El párroco de Álange (Badajoz) muestra de nuevo esas cualidades inherentes a su obra –precisión en la construcción de personajes, hábil manejo de fechas, datos, bibliografías, detalles–, que usa con agudeza y perspectiva. Y, también, esa latente religiosidad tan característica e irrenunciable. La literatura es una herramienta privilegiada para dialogar con el pasado. También desde la fe.

“Las novelas son eso, novelas, relatos, ficción… No deben ser colecciones de sermonarios ni, simplemente, historia novelada –explica–. Las novelas deben ser entretenidas y ayudar a que el lector se evada y disfrute con la lectura. Pero, en mi caso, las historias que cuento quieren llevar en sí mismas la grandeza del humanismo cristiano, la fe, la esperanza… Claro que echo de menos una literatura creyente. Por eso considero un carisma y una misión mi tarea de escritor. Es una vocación más, en todo el sentido de la expresión…”.

Quien haya seguido la trayectoria de Sánchez Adalid –que suma más de un millón de ejemplares vendidos, con títulos como La luz de oriente o Los milagros del vino– se sentirá atraído por el regreso a la Córdoba capital de Occidente de esa novela fascinante que fue, que es, El mozárabe. “Ambas se desenvuelven en el siglo X, sin embargo, ambos relatos son absolutamente diferentes, por su estructura, sus personajes y su argumento”, puntualiza.El camino mozárabe, Jesús Sánchez Adalid, Martínez Roca

Pero he aquí una novela necesaria por su reivindicación del desconocido “camino mozárabe” a Santiago de Compostela y en la que atraviesan, como es habitual, múltiples protagonistas, incluido Paio –san Pelayo– y sus reliquias. Y que, sin duda, contiene, como debe, temas atractivos y contemporáneos.

– Diría que el gran tema de la novela es el miedo y cómo enfrentarlo. El de Abderramán y el de Lindopelo. El de Musa y el del rey Radamiro. Miedo que Isacio, que la reina Goto, que Justo Hebencio superan con la fe en Dios. ¿Ese es el mensaje al hombre y la mujer de hoy?

– Naturalmente. Me alegro mucho al ver que has captado el sentido último de El camino mozárabe. El miedo empobrece; pero nuestra fe es el mayor antídoto. El “no temáis” de Cristo debe ser nuestro mensaje más repetido hoy. Recordemos la impresión que causó la llamada de Juan Pablo II a no tener miedo.

– Rescata, además, una extensa bibliografía en torno al fin del mundo, como el Beato de Liébana, el Apocalipsis de Metodio de Pátara, la leyenda del emperador Constante…

– Está relacionado precisamente con el miedo, la incertidumbre del futuro, la inconsistencia de lo material… Esas viejas profecías son bellísimas y, lejos de ser fatales predicciones, como se han querido presentar, fueron llamadas a la esperanza.

– La pugna que narra por las cenizas de san Pelayo tiene de trasfondo el enfrentamiento entre los prelados mozárabes del Norte y el Sur… ¿Hay aquí alguna lectura contemporánea?

– Creo que el gran éxito de la nueva novela histórica española radica en su capacidad para crear un imaginario colectivo. En mi caso, además pretendo que el pasado sirva para iluminar el presente. En mis novelas procuro que siempre haya una lectura válida para ayudar a entender la realidad actual. La Iglesia siempre albergó errores humanos y pecados, pero también supo reformarse y seguir intentando ser fiel. Toda la historia de la Iglesia es un reflejo de esa lucha.

El tema de la paz y la guerra

– Hay otro tema, no menor, que es la paz y la guerra…

El camino mozárabe pretende ser un relato sobre la importancia de la paz, la humildad y la comprensión mutua. Ese es el camino de la protagonista, la reina-monja Goto…

– Un personaje imborrable como el maestro Isacio; como Hasdav ben Saprut, ministro y médico del Califa, o el abad Gemondo. ¿Vive usted en estos personajes?

– He disfrutado mucho con estos personajes y, en efecto, los siento vivos. Viven en mí, en mi forma de entender la existencia y el mundo. Cuando los lectores me dicen que les han encantado los protagonistas de esta novela me siento muy feliz.Jesús Sánchez Adalid, sacerdote y novelista

– Ya en ‘El mozárabe’ y ahora en esta última novela se transmite un afecto muy personal por aquellos mozárabes…

– Ciertamente, el desconocido mundo de los mozárabes hispanos, de los que solo han escrito algunos historiadores, me parece que tiene mucho que mostrarnos acerca de lo que fuimos y lo que hoy somos los españoles. Por eso, en efecto, me apetecía profundizar en ellos y rescatar aquel periodo fascinante.

– ¿Por qué la predilección por la victoria de Simancas?

– La gran victoria cristiana de Simancas, en el año 939, supone un acontecimiento decisivo en la historia de la España medieval. Dicen las crónicas musulmanas que Abd al-Rahman “escapó semivivo”, de puro milagro, dejando en poder de los cristianos su precioso ejemplar del Corán, venido de Oriente, con sus valiosas guardas y su maravillosa encuadernación en doce tomos, y hasta su cota de malla, tejida con hilos de oro, que por el repentino e inesperado ataque no le dio tiempo a vestir. La gran victoria permitió avanzar la frontera leonesa del Duero al Tormes, repoblando lugares como Ledesma, Salamanca, Peñaranda de Bracamonte, Sepúlveda y Guadramiro. Tras la desastrosa Campaña del Poder Supremo, Abd al-Rahman III no volvió a salir a guerrear personalmente con su ejército. Desde entonces permaneció ya siempre en las inmediaciones de Córdoba, entregado a engrandecer su capital y especialmente Madinat al-Zahra. Se inician entonces los contactos entre cristianos y musulmanes y da comienzo lo que se ha llamado la Gran Reconquista.

– ¿Por qué ha querido recuperar el Camino Mozárabe?

– El llamado Camino Mozárabe a Santiago de Compostela sería el conjunto de itinerarios que utilizaban los cristianos que vivían en territorio sometido al dominio musulmán para peregrinar hacia el templo del Apóstol. Desde el siglo IX, los peregrinos mozárabes empezarían a fluir desde ciudades como Almería, Granada, Málaga o Jaén hacia Córdoba para, desde allí, transitar en dirección a Mérida y seguir la ruta hacia el norte. Sin duda, el resto del viaje transcurría por la que se conoce como Vía de la Plata; la antigua Calzada Romana que unía Mérida con Astorga y que se denominaba Iter ab Emerita Asturicam. El nombre probablemente provenga del árabe, del término balath, que significa camino enlosado. Otros investigadores creen que viene del término latino lapidata. En todo caso, fue el itinerario de peregrinación más concurrido y, hoy, el menos conocido.

– ¿Y por qué ahora? ¿Es decir, en la España de 2013?

– Porque hay un acuerdo general en rescatar este camino, que “aliviará” otros itinerarios más masificados. Ya están fluyendo miles de peregrinos desde el sur que ya peregrinaron por el Camino Francés y desean una vía alternativa que atraviese Andalucía, Extremadura, Castilla y Portugal. Esta será la década del Camino Mozárabe, porque en las tres décadas anteriores, ya se dio a conocer suficientemente el Camino Francés, hasta convertirse en el fenómeno espiritual, sociológico, cultural y turístico más importante de los últimos siglos.

jcrodriguez@vidanueva.es

En el nº 2.842 de Vida Nueva.

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