Un Papado petrino y paulino

MARIANO DELGADO, exdecano de la Facultad de Teología de Friburgo (Suiza) |

Delante de la Basílica de San Pedro se encuentran las estatuas de los apóstoles Pedro y Pablo, los dos pilares de la Iglesia romana. Son un signo de que el ministerio del obispo de Roma es, a la vez, petrino y paulino.

Petrino, porque debe confirmarnos en la fe en “tiempos recios” y servir, en la caridad, a la unidad de todos los cristianos. Para ello será necesario en el tercer milenio un papado alejado de los excesos ‘papalistas’ del segundo milenio, que fueron una de las causas de cismas y separaciones.

Debería abrir también un período de reformas, empezando por una Curia que deje atrás el tufillo cortesano de una monarquía absoluta y asuma las formas de gobierno propias de la modernidad, como la colegialidad, la eficiencia, la transparencia, la meritocracia (sin limitar los puestos clave a los clérigos) y los mecanismos de control.

Un papa humilde y prudente,
consciente de que su ministerio es petrino y paulino,
abrirá caminos nuevos para la inculturación del Evangelio
y se enfrentará, si es necesario, a los falaces fariseos.

Y sería aconsejable convertir el Colegio Cardenalicio en una especie de senado consultivo, del que deberían formar parte hombres y mujeres, clérigos y laicos, nombrados tanto por su autoridad espiritual como por su carisma profético y por su prudencia.

Paulino, porque la Iglesia, como “signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano” (Lumen gentium 1), ha recibido “la buena nueva de la salvación para comunicarla a todos”, con especial cuidado “de los pobres y de cuantos sufren” (Gaudium et spes 1).

Presentar a Jesucristo como Buen Pastor (Jn 10, 11) y a su Padre como “Padre de las misericordias y Dios de toda consolación” (2 Cor 1, 3) es la razón de ser de la Iglesia, que para ello necesita siempre la audacia paulina: el diálogo con todos los hombres de buena voluntad (Hch 17, 22-31); el fomento, también en su interior, de la igualdad y fraternidad de los hijos de Dios (Ga 3, 28); la defensa delante de Pedro de las reformas necesarias y urgentes.

Un papa humilde y prudente, consciente de que su ministerio es petrino y paulino, abrirá caminos nuevos para la inculturación del Evangelio y se enfrentará, si es necesario, a los falaces fariseos de hoy como lo hizo Pedro en el Concilio de Jerusalén (Hch 15, 7-11).

En el nº 2.841 de Vida Nueva.

NÚMERO ESPECIAL VIDA NUEVA: NUEVO PAPA

ESPECIAL WEB: PAPA FRANCISCO

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