Primeras impresiones…

JOSÉ Mª RODRÍGUEZ OLAIZOLA, S.J. |

Intenta uno abstraerse del vértigo mediático, del flujo incesante de noticias que tratan de desentrañar la historia, las palabras, la vida y el recorrido de Jorge Mario Bergoglio. Intentas que, aunque sea jesuita, y tú también, eso no se convierta en lo más importante. Porque, de hecho, no es lo esencial, ni mucho menos.

Creo que no importa que el Papa sea jesuita. Importa que sea pastor de una Iglesia que necesita, en sus líderes, motivos para la esperanza, una palabra de aliento y un testimonio de Evangelio. Y estoy seguro de que es lo que querrá ser desde ahora, como lo ha sido al frente de la Iglesia argentina y de la Diócesis de Buenos Aires en la última década.

Intentas huir de todo diagnóstico precipitado para no entrar en la rueda de las etiquetas, aunque desde el pasado día 13 se viene escuchando hablar de él como avanzado en lo social, conservador en lo moral, u otros eslóganes siempre insuficientes. Intentas escuchar sus palabras en las primeras audiencias, homilías, etc.

Habrá que valorar, en su justa medida, los gestos,
por el poder y la expresividad que encierran,
pero sin convertir esto en la profecía de todo un pontificado,
para no encadenarle demasiado pronto
a unas expectativas insostenibles.

Mejor escuchar su mensaje que quedarse tan solo en los titulares que, irremediablemente, siguen a cada una de sus alocuciones. Acoger y reflexionar sobre su palabra, directamente, para hacerte una idea cabal de lo que está proponiendo, sin conformarte con las dos líneas de un tuit.

Habrá que valorar, en su justa medida, los gestos, por el poder y la expresividad que encierran, pero sin convertir esto en la profecía de todo un pontificado, para no encadenarle demasiado pronto a unas expectativas insostenibles. Hay que dar tiempo al tiempo. Esperar y dejarle que vaya encontrando su forma en un contexto complejo.

Nos toca pensar, juntos, en lo que la Iglesia necesita en este mundo. Sin convertir al Papa en el único responsable de todos los asuntos pendientes. Habrá que reflexionar, al mismo tiempo, sobre la labor que cada uno de nosotros, sacerdotes, religiosos o laicos, hombres o mujeres, tenemos que desempeñar, al servicio del Reino. Y todo ello Ad Maiorem Dei Gloriam.

En el nº 2.841 de Vida Nueva.

NÚMERO ESPECIAL VIDA NUEVA: NUEVO PAPA

ESPECIAL WEB: PAPA FRANCISCO

Compartir