‘Nomen est omen’

Francisco M. Carriscondo, profesor de la Universidad de MálagaFRANCISCO M. CARRISCONDO ESQUIVEL | Profesor de la Universidad de Málaga

“Sigan permitiéndome la emotividad. Espero mucho de este Papa…”.

Permítanme la nota emotiva. El día del mártir Rodrigo de Córdoba, onomástica de mi hijo, fue elegido papa el cardenal Jorge Mario Bergoglio. Casi a la misma hora crepuscular con que Benedicto XVI inició el período de sede vacante surgió, días más tarde, de la chimenea vaticana el ansiado fumo bianco.

Jamás olvidaré, transcurridos los momentos de nerviosismo ante la incertidumbre de quién habría sido el elegido, el silencio emocionante que invadió la Plaza de San Pedro durante unos segundos que parecieron eternos. Las dificultades del nombre anunciado en el latín del protodiácono no ayudaron demasiado, como tampoco se mostró el flamante Papa muy ducho en su pronunciación de la lengua litúrgica al impartir la bendición urbi et orbi. Pero nada de esto es lo más importante.

Sigan permitiéndome la emotividad. Espero mucho de este Papa. Saber que proviene del mundo hispanohablante supone todo un aldabonazo para la cultura en español. Su procedencia jesuítica lo hace ser el heredero idóneo del amplio legado intelectual dejado por la Compañía.

Los primeros gestos no dejaron de ser impresionantes a la vez que prometedores: la oración postrado ante el pueblo, la austeridad en las formas, la actitud cercana… los mismos gestos del poverello del que ha tomado el nombre para ejercer su pontificado.

Nomen est omen, decían los latinos: el nombre es el destino de quien lo lleva. Diríase entonces que el cardenal ha encontrado la ocasión perfecta para hacer uso del apelativo que más le cuadra y, a su vez, mejor conviene al proyecto universal de Iglesia que desea.

En el nº 2.841 de Vida Nueva.

NÚMERO ESPECIAL VIDA NUEVA: NUEVO PAPA

ESPECIAL WEB: PAPA FRANCISCO

Compartir