Francisco, modelo de un hijo de Ignacio

RAFAEL AGUIRRE, catedrático de Teología de la Universidad de Deusto |

En dos meses se han sucedido una serie de acontecimientos que han removido la vida de la Iglesia. A la renuncia insólita de un papa ha seguido un proceso gestionado con gran acierto y ha abierto una dinámica de incalculables y esperanzadoras consecuencias. La renuncia de Benedicto XVI y los primeros pasos de Francisco han humanizado la figura del papa. Menos papolatría y más adhesión fraterna y fiel.

La renuncia de Ratzinger ponía sobre la mesa de forma impostergable la reforma de la Curia. Los escándalos del Vatileaks, las intrigas y luchas de poder (tan denunciadas por el papa), los oscuros negocios del IOR. El deterioro de la imagen de la Iglesia y la indignación creciente entre sus fieles exigen una reforma a fondo de la Curia vaticana, pendiente desde el Vaticano II.

Todo indica que Bergoglio ha sido elegido porque se le considera el más adecuado para afrontar esa tarea, que no es la más importante, pero sí el presupuesto para que todo lo demás sea posible.

Sus primeros pasos no han podido ser más esperanzadores, y no los voy a enumerar, porque la prensa ha dado buena cuenta de ellos. Todos apuntan a la sencillez, a la renuncia al boato renacentista y principesco, al relanzamiento de la colegialidad (su insistencia en denominarse obispo de Roma), lo que implica participación y transparencia en la vida de la Iglesia.

Tiene experiencia y, además, es jesuita.
Puede seguir la sabia norma del Maestro:
“Sencillos como palomas (Francisco)
y astutos como serpientes (Ignacio)”.

El que sea jesuita es muy importante. Indica que no se va a apoyar unilateralmente en los grupos ultraconservadores que han rodeado a los dos últimos pontífices. Y un jesuita que elige el nombre de Francisco. Confieso que cuando oí el nombre me dio un vuelco el corazón. Francisco evoca sencillez, pobreza, radicalidad evangélica.

Pero este hombre tiene que moverse en un terreno muy complicado, lleno de intrigas y grupos de poder. Bergoglio no es ningún ingenuo. Tiene experiencia y, además, es jesuita. Puede seguir la sabia norma del Maestro: “Sencillos como palomas (Francisco) y astutos como serpientes (Ignacio)”.

Creo que se abre una nueva etapa en la recepción del Vaticano II. Es el principio del fin del eurocentrismo con un Papa que procede de Latinoamérica, el subcontinente en que, quizás, el Concilio se ha vivido de forma más creativa. La Iglesia tiene que dar “el salto hacia delante” que pedía Juan XXIII en la inauguración del Vaticano II. La buena semilla tiene fuerza y es capaz de hacer brotar su planta rompiendo incluso el asfalto que se le ha echado encima.

En el nº 2.841 de Vida Nueva.

NÚMERO ESPECIAL VIDA NUEVA: NUEVO PAPA

ESPECIAL WEB: PAPA FRANCISCO

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