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Juan María Laboa: “Esta obra examina nuestra fidelidad al Evangelio”


Autor de ‘Jesús en Roma’ (Khaf)
Juan María Laboa, sacerdote e historiador

J. L. CELADA | El mundo está pendiente estos días de la ciudad donde Juan María Laboa sitúa su última obra, Jesús en Roma (Khaf). En ella, el sacerdote e historiador imagina un paseo por “el centro neurálgico de los cristianos” en compañía del Maestro, con lo que ello supone de “examen de conciencia” sobre la fidelidad de la Iglesia al Evangelio.

– Son muchos los que dicen aquello de Roma veduta, fede perduta. Imaginarse a Jesús viajando hoy a la Ciudad Eterna, ¿es solo una parábola o también un deseo?

– Se trata de una parábola marcada por la lógica evangélica. La contraposición de Jesús con quienes viven su fe en el centro neurálgico de los cristianos constituye un reto apasionante para nuestra conciencia. Cómo le seguimos y cómo cumplimos su mandato de no actuar como los que son del mundo, son preguntas que solo encontrarán respuesta en el Juicio Final. Situarla en Roma tiene más morbo, pero resulta más ejemplarizante. Allí han morado y ejercido grandes santos, grandes pecadores e innumerables mediocres.

– ¿En qué pensó tras conocer la renuncia de Benedicto XVI, una posibilidad que imagina en su libro y que acaba convertida en realidad?

– Mi editor italiano me anunció la noticia diciéndome que lo había decidido tras leer el libro. Sin duda, han sido varias las causas de su renuncia, pero el encuentro con el Señor a conciencia abierta habrá sido la definitiva. En mi libro, Benedicto tiene un sueño en el que se manifiesta esa reflexión y encuentro. Al final, decide retirarse a la soledad para rezar por su Iglesia. No se trata de un abandono, sino del convencimiento de que Dios es el único árbitro de su Iglesia.Jesús en Roma, Juan María Laboa, Khaf

– Encontrarse con Jesús en Roma supone…

– … Un examen de la conciencia eclesiástica sobre la calidad de su fidelidad a los mandatos evangélicos: los últimos serán los primeros; estamos para servir y no para ser servidos; un clero que no se ama entre sí y no ama a los demás, no está compuesto por discípulos… Roma representa la Institución y tiene la obligación de ser la auténtica luz sobre el candelero. Si no lo consigue, en el día del encuentro con Jesús, aunque declare haber profetizado en su nombre, haber echado demonios y haber hecho milagros, se les declarará: “Nunca os he conocido. Alejaos de mí malvados”. Jesús, en Roma o en nuestras almas, constituye una ocasión de condena o de salvación.

– ¿Qué ha buscado con esta obra?

– Escribiendo estas páginas he tenido en la mente la vida de Jesús y sus palabras y, también, el modelo de Iglesia del Vaticano II. Los personajes de esta historia son reales: miembros de la Curia que he conocido a lo largo de los años y amigos romanos y madrileños. Hay menos imaginación en la obra de lo que puede parecer a primera vista. Tengo siempre presente la cercanía de Cristo en nuestras vidas, de forma que no me ha resultado complicado imaginarme las reacciones entre los diversos protagonistas. Para el creyente, puede resultar una experiencia nueva; y para el ciudadano de a pie, una parábola risueña.

– Tantos años estudiando y enseñando los avatares de la historia de la Iglesia, ¿ha decidido dedicarse ahora a los futuribles?

– Toda nuestra vida creyente gira alrededor de una presencia inefable en nuestras vidas. La historia de la Iglesia resultaría inexplicable sin esta presencia. Nuestros discursos tienen como base esta presencia. Jesús en Roma puede constituir un reto a la consistencia de la fe de los cristianos, de la jerarquía o del pueblo llano. ¿Seguimos creyendo o ya no esperamos nada?

En el nº 2.840 de Vida Nueva.

Actualizado
15/03/2013 | 09:11
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