El nuevo papa Francisco emprende “un camino de fraternidad”

El segundo cónclave del siglo XXI escoge al primer pontífice jesuita y americano para guiar a la Iglesia

nuevo papa Francisco sale al balcón tras su elección 13 marzo 2013

El nuevo papa Francisco emprende “un camino de fraternidad” [extracto]

ANTONIO PELAYO, corresponsal de Vida Nueva en ROMA | La tarde era desapacible: viento y lluvia se abatían sobre Roma, pero, a pesar de esa inclemencia climática, miles de personas comenzaron a congregarse en la Plaza de San Pedro desde primeras horas de la tarde. Todos los ojos clavados en la chimenea de la Capilla Sixtina esperando la fumata.

Separados del mundanal ruido, los 115 electores votaron por cuarta vez a partir de las cuatro y media de la tarde sin conceder la mayoría de los dos tercios a ningún cardenal. Resultado negativo que se transformó en positivo al votar por quinta vez: el cardenal Giovanni Battista Re se dirigió al cardenal Jorge Mario Bergoglio y le hizo la solemne pregunta: “¿Aceptas tu elección canónica para Sumo Pontífice?”. “Sí”, fue la respuesta escueta. “¿Cómo quieres ser llamado?”. “Francisco”, respondió el purpurado argentino de 76 años.

Minutos después, una densa humareda blanca se dibujó en la noche romana y el delirio se apoderó de todos los presentes. Eran las 19:07 horas de la noche.

Más de una hora después, se descorrían las blancas cortinas de la loggia del Aula de las Bendiciones y aparecía el cardenal Jean-Louis Tauran: Anuntio vobis gaudium magnum, proclamó con voz algo trémula. Habemus Papam, fueron sus siguientes palabras. Eminentissimun ac Reverendissimum Dominum Georgium Marium Sanctae Romanae Ecclesiae Cardinalem Bergoglio –momentos de estupefacción en la multitud– qui sibi nomem imposuit Franciscum (“Os anuncio una gran alegría. Tenemos papa: el eminentísimo y reverendísimo señor Jorge Mario, de la Santa Iglesia Romana, Cardenal Bergoglio, que se ha impuesto el nombre de Francisco”).

Desde diversos ángulos de la plaza, llena hasta abarrotarse, se alzaron las banderas albicelestes de Argentina, la nacionalidad del nuevo papa, y comenzaron a oírse vítores. Muchos latinoamericanos se felicitaban porque, por primera vez en su historia, la Iglesia católica iba a estar regida por un hombre llegado del “continente de la esperanza”.

Pasaron algunos minutos más, que a muchos se les antojaron demasiado largos, y por fin apareció la blanca silueta del sucesor de Benedicto XVI: un anciano de 76 años, jesuita, amante de los pobres. A su alrededor, algunos cardenales, y, como hicieron sus dos antecesores inmediatos, dirigió unas palabras a la multitud agolpada ante sus ojos y a la que, a través de las radios y televisiones de todo el mundo, estaba “enganchada” con el Vaticano.

fumata blanca por Francisco I 13 marzo 2013

La esperada fumata blanca, el miércoles 13 por la tarde

Del ‘fin del mundo’

“Queridos hermanos y hermanas. Buenas tardes”, fueron sus primeras y desarmantes palabras. “Sabéis –continuó algo emocionado– que el deber del cónclave era dar un obispo a Roma; parece que mis hermanos cardenales hayan ido a buscarlo al fin del mundo… pero estoy aquí. Gracias por vuestra acogida”, dijo entre sonrisas, mientras las gentes le acariciaban con sus oleadas de aplausos y saludos.

Ya fue posible observar su austeridad en el vestir: una sobria sotana blanca, una cruz de plata sobre el pecho; no se había puesto la muceta de terciopelo rojo orlada de armiño que utilizaron Karol Wojtyla y Joseph Ratzinger en similares circunstancias; tampoco la solemne estola pontifical.

“Quisiera hacer antes de nada –prosiguió– una oración por nuestro obispo emérito Benedicto XVI”, y aquí la salva fue atronadora. “Recemos todos juntos por él, para que el Señor lo bendiga y la Virgen le custodie”. Cuando amainó la fronda de la Plaza, inició el rezo del Padre Nuestro y, seguidamente, un Ave María.

“Ahora comenzamos un camino –dijo con unos tonos que recordaban a Juan Pablo I, el papa Luciani–, el obispo y su pueblo, un camino de fraternidad, de amor, de confianza entre nosotros. Recemos siempre los unos por los otros. Recemos por todo el mundo, para que se realice esta gran fraternidad”.

“Y ahora querría daros la bendición –dejó caer casi con timidez–, pero antes, antes, quiero pediros un favor: antes de que el obispo bendiga a su pueblo, os ruego que pidáis al Señor que me bendiga: la oración del pueblo pidiendo la bendición para su obispo. Hagamos en silencio esta oración”. Arrodillándose, permaneció –y con él toda la plaza– algunos segundos en silencio, un silencio impresionante, cargado de intensas emociones.

Llegado al momento final, Francisco, ya con la estola papal, impartió su primera bendición urbi et orbi y se despidió de todos: “Hermanos y hermanas, os dejo. Gracias por vuestra acogida. Rezad por mí, hasta pronto. Mañana quiero ir a rezar ante la Virgen para que custodie a Roma. ¡Buenas noches y buen descanso!”, fueron sus últimas palabras, medio ocultas por las notas del himno pontificio.

cardenal Jean-Louis Tauran protodiácono anuncia al mundo al nuevo papa

El encargado del anuncio, el cardenal Tauran

Un nuevo estilo, sin duda alguna, presagio de todos esos cambios que necesita la Iglesia católica de hoy y que este nuevo papa no va a tardar en provocar.[ESPECIAL: Papa Francisco]

Congregaciones generales

Así concluía el cónclave iniciado el martes 12, cuyo obligado prólogo fueron las diez congregaciones generales del Colegio Cardenalicio, celebradas en el Aula del Sínodo entre los días 4 y 11 de marzo.

Según datos facilitados por el portavoz vaticano, Federico Lombardi, en ellas hubo 161 intervenciones (unos pocos purpurados lo hicieron más de una vez); en la última convocatoria, el decano del Colegio, cardenal Angelo Sodano, propuso votar si era necesaria o no una nueva congregación general (el lunes por la tarde); propuesta rechazada por la gran mayoría de los presentes (152, según la citada fuente). Digamos que, antes del cónclave de 2005, las congregaciones generales fueron 12, presididas todas de modo egregio por el entonces decano, cardenal Joseph Ratzinger.

Sin forzar la interpretación de estos datos, cabe deducir que los señores cardenales tuvieron suficiente oportunidad para expresar sus puntos de vista sobre los tres ejes principales de su discusión: actual situación del mundo y líneas previsibles de su desarrollo, estado general de la Iglesia al concluir el pontificado de Benedicto XVI (con particular atención a algunos de los más graves problemas registrados en los últimos años) y los trazos para el retrato-robot del nuevo obispo de Roma.primeras palabras papa Francisco

Habría que hacer dos pequeñas anotaciones a esta descripción fáctica: los cardenales de Curia –como ya hacen en los Sínodos de los Obispos– aprovecharon su intervención para referirse a su trabajo (en su opinión, muy bien llevado a cabo), con una evidente intención autodefensiva. Por otra parte, la metodología de estas sesiones no parece la mejor, y sería conveniente que se revisase para hacerla más abierta al diálogo y no se conviertan en una mera yuxtaposición de palabras, saltando de un tema a otro sin orden ni concierto.

Penuria informativa

No seríamos objetivos con nosotros mismos si no planteásemos también la penuria informativa que ha rodeado a estas congregaciones generales. Al final de cada una de ellas, el padre Lombardi (ayudado por José María Gil Tamayo como intérprete de castellano y del padre Thomas Rosica para el inglés) acudía a la Sala de Prensa para satisfacer, en la medida de sus posibilidades, nuestras curiosidades. Su capacidad de comunicación, como aclaró, estaba limitada a lo que el cardenal decano le dejase contar.

No podía dar, por ejemplo, los nombres de los que habían intervenido (salvo en muy contadas ocasiones, siempre relativas a personalidades de la Curia) y su elenco de los temas tratados era sintético, hasta limitarse a una enunciación generalísima: relaciones entre las Iglesias locales y la Curia, diálogo interreligioso y ecuménico, relanzamiento de la nueva evangelización, la acción caritativa, etc.

El sabio jesuita tuvo que echar mano de todos sus recursos para no quedar en ridículo ante los informadores, que, en más de un caso, por desgracia, han dejado constancia de su ignorancia y de su pereza, ya que algunas de sus preguntas tenían clara respuesta con una lectura de la constitución apostólica Universi Dominici Gregis, de Juan Pablo II, cuyo texto había sido puesto a su disposición.

Siempre siguiendo los comunicados dados a conocer por la Sala de Prensa de la Santa Sede, el 4 de marzo tuvo lugar la primera de las congregaciones generales, a la que asistieron 142 cardenales (103 electores). La mayoría del tiempo se la llevó el juramento de todos los presentes de acuerdo con el apartado 12 de la ya citada constitución, en virtud del cual se comprometían a “mantener escrupulosamente el secreto sobre cualquier cosa que de algún modo tenga que ver con la elección del Romano Pontífice”.cardenales entrando en la Capilla Sixtina cónclave 2013

Lo hicieron uno a uno delante del crucifijo, apoyando la mano sobre el Evangelio. Ese mismo día, por la tarde, todos los cardenales escucharon una meditación del predicador de la Casa Pontificia, el padre Raniero Cantalamessa, e hicieron el juramento cinco purpurados que se incorporaron a los trabajos.

El 5 de marzo, durante la tercera congregación general, se hizo público el texto del telegrama que los cardenales enviaron al papa emérito, Benedicto XVI, en el que le expresaban “su gratitud renovada por todo su luminoso ministerio petrino y por su ejemplo de generosa solicitud pastoral, por el bien de la Iglesia y de todo el mundo”. Si el gesto es aplaudible, el texto era de una pobreza mendicante.

Juraron siete nuevos incorporados a los trabajos, con lo cual los presentes eran 148 (110 electores). Se dio lectura al texto corregido por Benedicto XVI de la constitución sobre el inicio del cónclave, en el que concedía al Colegio la posibilidad de no respetar el plazo mínimo de 15 días. Ese día, la dirección de los Museos Vaticanos anunciaba el cierre de la Capilla Sixtina para efectuar los trabajos necesarios con vistas al cónclave.

Al día siguiente, en la cuarta congregación general, ya estaban presentes 113 de los 115 cardenales electores (faltaban solo los arzobispos de Varsovia y de Ho-chi-Minh Ville) y, en el curso de la misma, hicieron uso de la palabra 18 cardenales, con un tiempo para cada intervención de cinco minutos (Tarcisio Bertone empleó, sin embargo, 15 para ilustrar la andadura de la Secretaría de Estado).

Según el padre Lombardi, antes de fijar la fecha de la apertura del cónclave, había consenso en que era preferible esperar a que estuviesen en Roma todos los electores. “Es muy perceptible –aseguró– la voluntad de que se proceda sin prisas para preparar adecuadamente una cita tan importante”. Por la tarde, tuvo lugar en la Basílica de San Pedro una celebración paralitúrgica para pedir la asistencia del Espíritu Santo.

El jueves 7 de marzo se celebraron dos congregaciones generales, la quinta por la mañana y la sexta por la tarde. En la primera, las presencias llegaron a 152 cardenales –114 de los 115 electores, sin contar a los arzobispos de Yakarta y Edimburgo, Darmaatmadja y O’Brien, ausente el primero por enfermedad y el segundo por renuncia propia–.

El viernes 8 de marzo, por primera vez, se reunieron en el Aula del Sínodo (séptima congregación general) los 115 cardenales electores, que aprobaron con voto favorable los motivos de los dos purpurados ausentes de Roma. El decano planteó la posibilidad de que ya se pudiese anticipar la entrada en la Sixtina y, como ya adelantó el padre Lombardi en su rueda de prensa matinal, esa misma tarde, en el curso de la octava congregación general, se votó la fecha del martes 12 de marzo como la del inicio del cónclave.fieles en la plaza de San Pedro Vaticano esperan nombramiento nuevo papa

Calendario y quinielas

Ya en la recta final, la novena congregación general –sábado 9 de marzo– se dedicó, sobre todo, a cuestiones de calendario (los cardenales podrían tomar posesión de sus habitaciones en la Casa Santa Marta del Vaticano el martes 12 desde la siete de la mañana, previo sorteo de las mismas) y de procedimiento. Hablaron a sus hermanos 17 padres, llegándose a la cifra de 133 intervenciones.

El domingo 10 de marzo, la mayoría de los electores celebraron la Eucaristía en las iglesias romanas de las que son titulares. La curiosidad de los fieles y, sobre todo, de los medios de comunicación (ya más de 5.000 periodistas habían sido acreditados), se concentraron en la baraja de nombres más repetidos entonces en las quinielas: Angelo Scola, Odilo Pedro Scherer, Sean Patrick O’Malley, Marc Ouellet y algunos otros. Todos fueron muy discretos y algunos más comprensivos que otros con las exigencias de los informadores.

La última congregación general tuvo lugar en la mañana del lunes 11 (cuando se cumplía un mes exacto del anuncio de la renuncia de Joseph Ratiznger a la Cátedra de Pedro), y cubrió el récord en lo que se re refiere al uso de la palabra: 28 oradores se sucedieron, los dos últimos casi ya in extremis, antes de que el cardenal Sodano levantase la sesión.

En el nº 2.840 de Vida Nueva.

 

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