Queman 178 hogares cristianos en Lahore, donde la ley de blasfemia se ha generalizado
M. Á. MALAVIA | Un brutal ataque registrado el pasado sábado 9 en Lahore, en la provincia pakistaní del Punjab, acabó con el incendio de hasta 178 hogares de una colonia poblada por familias cristianas. Aunque, lamentablemente, es habitual el hostigamiento a las minorías religiosas en este país asiático, lo cierto es que la dimensión de estos hechos (supuestamente, obra de fundamentalistas islámicos que pretextaron una blasfemia) ha motivado una fuerte reacción publica.
En primer lugar, eclesial, siendo la respuesta más contundente la de la Comisión Justicia y Paz, dependiente del episcopado. En un comunicado enviado a la agencia misionera Fides, manifiestan con toda claridad que “el Gobierno y la policía son los responsables de la violencia contra los cristianos”.
De ahí que, además de exigir que se adopten “medidas a largo plazo para controlar los abusos de la ley sobre la blasfemia”, replanteen un modo de actuar que “ha ignorado la situación de las minorías y la creciente intolerancia religiosa fomentada por los grupos extremistas”. Algo que ha evidenciado, como recuerdan, el que no se haya “prestado atención a las recomendaciones formuladas por la investigación judicial conducida después de los sucesos de Gojra en 2009, cuando seis cristianos fueron quemados vivos y 140 casas dadas a las llamas”.
Como denuncia Justicia y Paz, el 80% de las denuncias que se registran en el Punjab lo son por blasfemia, siendo la gran mayoría falsas. Este es, además, el caso concreto que ha desatado esta última oleada de persecución, protagonizado por el joven cristiano Sawan Masih, encarcelado, y para el que se reclama su inmediata libertad.
De ahí que pidan a la autoridad provincial que “acepte el reto de una reforma legal y administrativa para prevenir el abuso en los casos de blasfemia”. A nivel nacional, si los gobiernos provinciales y federales “hubiesen introducido garantías jurídicas” en esta cuestión, “la tragedia del sábado se podría haber evitado”. Finalmente, la institución eclesial defiende como necesaria “una investigación creíble e imparcial”.
Respuesta judicial
Un guante, este, recogido de inmediato por la Corte Suprema de Pakistán, cuyo presidente, Iftikhar Muhammad Chaudhry, encargó el pasado día 11 una investigación de urgencia, demandando la presentación de informes del jefe de la policía y el fiscal general del Punjab.
El eco de los acontecimientos ha llevado incluso al local ministro para la Armonía, Paul Bhatti, a exigir “una investigación transparente” que acabe con “la inmediata detención de los culpables”. Otros políticos han secundado la condena y la solicitud de una actuación contundente. En Karachi, representantes del Movimiento Muttahida Quami, partido local defensor de la convivencia social, organizaron una cadena humana con los cristianos para exigir la actuación de las autoridades gubernamentales o, en caso contrario, su dimisión.
Las facciones musulmanas Jamat-e-Islami y Jamiat Ulema-e-Islam se han sumado también al rechazo de tales actos violentos, defendiendo que son “ajenos a la religión islámica”.
Oración ante la represión
El mismo día del incendio de 178 hogares cristianos, una manifestación espontánea protestó por las calles de Lahore, contando con la participación de ciudadanos de toda condición. Pese al talante pacífico de la marcha, al no estar esta “autorizada”, la policía cargó contra la multitud e hizo uso de gases lacrimógenos, habiendo varios heridos y cientos de detenidos. Como informa Fides, la contundencia policial acabó con la vecina iglesia de San Francisco, muy comprometida socialmente con distintos proyectos educativos, dañada en su estructura.
Como respuesta a estos hechos, la Iglesia de Pakistán convocó días atrás una vigilia en Karachi. Presidió la celebración Joseph Coutts, arzobispo local y presidente de la Conferencia Episcopal. En la ceremonia también estuvo el administrador apostólico de Lahore, el obispo Sebastian Francis Shaw, quien interpeló a los presentes a que se comprometan para “superar el clima de temor e incertidumbre, mantener un ambiente de paz y ser solidarios con las víctimas”.
En el nº 2.840 de Vida Nueva.