Pescador

P. Pedro F. Mercado Cepeda
Secretario Adjunto de la Conferencia Episcopal de Colombia

A pesar de su carácter apacible, Benedicto XVI fue recio gobernante, incluso severo: señaló los pecados –de acción y de omisión- de obispos y sacerdotes, condenó públicamente el “carrerismo” e impuso medidas para depurar los entes de gobierno, administrativos y financieros, de la Santa Sede y del Estado Vaticano.

Igualmente enérgico, luchó por extirpar del cuerpo de la Iglesia esa ínfima pero dañina minoría de clérigos pederastas, estableciendo una política eclesial de “tolerancia cero” y de total transparencia. Estados Unidos, Irlanda, Bélgica, Alemania, fueron testigos de su lucha frontal por renovar moral y espiritualmente a la Iglesia y a su jerarquía. Laudable fue también su franqueza y su defensa de la verdad. Sin temores, Benedicto XVI dijo al mundo lo que pensaba, sin buscar aplausos y sin ceder nunca a los compromisos de lo “políticamente correcto”. Y supo soportar la contradicción y el escándalo con calma y discreción. Realmente, injusto es considerar a Benedicto XVI como un Papa débil o temeroso.

Por el contrario, como pocos, se enfrentó al imperante relativismo moral (y por eso fue llamado conservador) y a un capitalismo salvaje que globaliza la pobreza y la marginación, avaro en la tutela de los derechos de los trabajadores y de los recursos naturales (y por eso fue juzgado liberal y de izquierdas). Su voz fue cercana al pueblo colombiano, especialmente a las víctimas de la violencia y del secuestro, siendo Benedicto XVI el primer líder mundial en apoyar los acercamientos entre el Gobierno y las FARC, incluso cuando todavía éstos no eran de público conocimiento.

Por todo ello, no me resulta creíble la versión de que una supuesta “lucha de poder” entre dos cardenales haya determinado la renuncia del Pontífice. La simplificación del argumento es digna tan solo de una novela de ficción al mejor estilo de Dan Brown. Y la descripción del protagonista no hace honor a las cualidades demostradas por Benedicto XVI durante su breve pero histórico Pontificado.

Son tantos los desafíos, las luces y las sombras, que se perfilan en el horizonte de la Iglesia que Benedicto XVI –consciente de su edad avanzada y de su delicada salud– creyó oportuno, más aún necesario, dejar la barca de Pedro y sus redes en manos de otro pescador. Uno que pudiera remar todavía con renovada esperanza y vigor en el agitado mar de nuestra historia. Su gesto, merecería ser contemplado con mayor respeto, detenimiento y hondura.

Compartir