Joseph Ratzinger: ser en la Iglesia y estar en el mundo

Benedicto XVI ha recorrido los escenarios de la nueva evangelización en el siglo XXI

papa-parlamento-Berlin

En el Parlamento alemán, en septiembre de 2011

JOSÉ LORENZO | La Iglesia católica ha entrado a tientas en el siglo XXI. Es una afirmación dura, pero basta levantar la vista, mirar alrededor y ver su desconcierto para darse cuenta de que no es exagerada. En realidad, hace tiempo que busca su sitio en el mundo.

El Vaticano II supuso un paso importante en esa tarea sincera de salir al encuentro. Y este Papa que ahora se va nos ha dejado cartografiados algunos lugares por los que transitar en ese nuevo éxodo, un puñado de coordenadas con las que llegar a una nueva forma de ser cristianos en la Iglesia y, consecuentemente, de estar en el mundo. Sin arrogancias ni miedos; con la humildad de los testigos.

Desde los primeros instantes de su pontificado, Benedicto XVI incidió en la importancia de respetar tanto el papel de las religiones en las sociedades como el de la separación de estas de las instancias políticas y de gobierno.

papa Benedicto XVI en el Westminster Hall de Londres

Con líderes políticos británicos, en septiembre de 2010

Sus apelaciones a la sana laicidad fueron continuas, y claramente expuestas durante su visita a Francia, en el año 2008, donde abogó por una nueva reflexión sobre el significado “auténtico” y la importancia de la laicidad. Clara separación del ámbito político y religioso, reiteró, y tutela de la libertad religiosa, elemento clave para la creación de consensos éticos en las sociedades.

De reivindicar la sana laicidad pasó a denunciar –en un marco que le esperaba de uñas, como era el Reino Unido de 2010– el creciente “secularismo agresivo” en países tradicionalmente democráticos.

Y lo hizo, de nuevo, reivindicando el papel de la religión en esas sociedades, pero no para proporcionar normas a los políticos, sino para “ayudar a purificar e iluminar la aplicación de la razón al descubrimiento de principios morales objetivos”, como señaló en el célebre discurso de Westminster Hall. “La religión no es un problema que los legisladores deban solucionar, sino una contribución vital al debate nacional”, insistió.

Ser en la Iglesia y estar en el mundo, íntegro solo para suscriptores

En el nº 2.838 de Vida Nueva.

NÚMERO ESPECIAL VIDA NUEVA: BALANCE DE UN PONTIFICADO

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