La Iglesia en Portugal arrima el hombro contra la crisis

mujeres protestando en Portugal contra la crisis

La Iglesia en Portugal arrima el hombro contra la crisis [extracto]

ANTÓNIO MARUJO. LISBOA | La crisis ha tocado fondo en Portugal. Cada vez más gente de clase media pide ayuda a las instituciones sociales. La Iglesia ha creado un fondo solidario y Cáritas inventa nuevas soluciones para ayudar a la gente. Los economistas no ven aún la luz al final del túnel. Esa luz que falta cada vez en más hogares.

No hay luz en la casa de Ricardo, y no es por avería. Desde el 5 de enero, por falta de dinero para pagar el recibo, Ricardo (nombre ficticio) no puede tener comida en el frigorífico o encender la luz por la noche. Desempleado desde hace un año, recibe 335 euros al mes, de los cuales 230 son absorbidos por el pago de intereses. Eso le deja 105 euros para alimentación y gastos.

La historia de Ricardo, de 61 años, es kafkiana. Fotógrafo, con cursos en dos escuelas de artes y de la Alliance Française, y con estudios universitarios en Biología y Ciencias Políticas, trabajó en fotografía, vídeo y traducción. Cuando se quedó en paro, estuvo los primeros tres meses sin recibir la prestación. Tuvo que empeñar las máquinas con las que trabajaba. Para no perderlas definitivamente, paga intereses. Ha pedido ayuda a la Misericordia de Lisboa, una institución estatal para el apoyo social. “Choco siempre con una pared”, se lamenta, sin esperanza de obtener ayuda.

Una mañana de finales de enero pasado, el problema de Ricardo es el tema a analizar en uno de los denominados Grupos de Interayuda Social (Gias), dinamizado por una voluntaria de Cáritas Portuguesa. Ricardo ha vivido ya una situación idéntica –durante mes y medio– entre octubre y noviembre. Ahora, los miembros del grupo tratan de ayudar, hablando de instituciones en donde se puede buscar ayuda: una asociación de defensa del consumidor planifica un aplazamiento del pago de los intereses; una asociación de microfinanzas permite la creación de empleo por cuenta propia; Cáritas tiene un fondo social para actuar ante situaciones desesperadas; la Misericordia de Lisboa tiene otro servicio que apoya las iniciativas propias…crisis en Portugal protesta ciudadana en la calle

Ricardo escucha, escribe, pero su esperanza es reducida: “Como no tengo hijos y vivo solo, me quedo al final de la lista…”. Los otros miembros del grupo insisten con su caso. Maria da Conceição, de 63 años, se ofrece para acompañarlo a una de las instituciones citadas para ver si puede salir del actual estancamiento. Ricardo acepta.

Vidas que reconstruir

Los Gias son una iniciativa reciente de Cáritas Portuguesa para apoyar a los desempleados. Si bien todavía hay pocos de estos grupos en el país, los Gias son un intento más de las instituciones católicas por dar una respuesta a la crisis que viven sus compatriotas. Los casos que analiza este grupo que visita Vida Nueva ofrecen el retrato de uno de los fenómenos más graves de la actual situación portuguesa: gente de clase media que perdió su puesto de trabajo y se esfuerza por reconstruir su vida.

Este grupo Gias, que entró en funcionamiento en marzo de 2012, está animado por Isabel Cordovil, de 60 años, licenciada en Psicología y voluntaria de Cáritas. “Esta experiencia se ha tornado muy envolvente. Pienso con regularidad en todas estas personas”, confiesa.

Además de Ricardo y Maria da Conceição, que ha sido empresaria de comercio, también están en el grupo, entre otras personas que procuran asistir a las reuniones semanales, una técnica de acupuntura, una guía turística, una productora de cine y consultora de relaciones públicas, o Federico, un joven graduado en Marketing, desde hace un año sin trabajo estable, y ahora intentando crear su propio negocio.

Los casos que analiza el GIA
(Grupos de Interayuda Social) que visita ‘Vida Nueva’
ofrecen el retrato de uno de los fenómenos más graves
de la actual situación portuguesa:
gente de clase media que perdió su puesto de trabajo
y se esfuerza por reconstruir su vida.

La historia del trabajo de Maria da Conceição no es feliz. Formada en Enfermería, ha decidido ser empresaria de modas. Sin embargo, en algunos de los negocios creados –incluyendo una cafetería en Valencia–, socios y empleados huyeron con el dinero aprovechando el hecho de que ella tenía una madre enferma de Alzheimer y no siempre podía estar presente. Ahora quiere montar una lavandería. “Me gusta trabajar, aunque me duele mucho que me hayan robado”.

A pesar de la precaria situación en que se encuentran, estas personas practican, sin embargo, la experiencia de ser solidarias con otros. Manuela es guía turística, pero solo tiene trabajo algunos meses al año. Participa en una asociación que distribuye alimentos a las familias necesitadas en un barrio pobre de Lisboa. “La gente está ansiosa por que llamen a su puerta para darles comida. Luego, lo que quieren es hablar”.

Mariana es madre de cuatro hijos y licenciada en Filosofía. Su interés por el mundo oriental la llevó a aprender acupuntura, hace ya 28 años. Se encuentra inscrita en la junta municipal de su barrio para recibir alimentos. Insiste en que “no hay problema sin solución; solo hay que descubrirla”.

Marta, de 29 años, que ha sido becaria de periodismo en la delegación de TVE en Lisboa, ha trabajado como asesora de prensa y productora de cine, entre otras cosas. Está sin trabajo desde hace dos meses. Sin embargo, propondrá al grupo una reflexión sobre la gratitud: “Es importante estar agradecidos por la vida que tenemos; nos ayuda a pensar qué más podemos hacer”.

La “gran caída”

Eugénio Fonseca, presidente de Cáritas Portuguesa, confirma que el aumento de las peticiones de ayuda a las instituciones sociales proviene principalmente de la clase media, esa que vivía de su trabajo y se ha quedado sin empleo.

Una “gran caída en la actividad económica”
en los últimos tres años, el aumento
masivo del desempleo y el descenso de
los ingresos de pensionistas y funcionarios públicos
son otros factores de la depresión que golpea al país.

A finales de enero, Eurostat informó que la tasa de desempleo en Portugal alcanzó un nuevo récord: el 16,5%, es decir, cerca de 900.000 personas en una población activa de alrededor de 5,5 millones. Solo durante los dos años del mandato del actual Gobierno, y debido a la aplicación del memorando firmado con la Unión Europea (UE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), se han destruido 343.000 puestos de trabajo, es decir, más de los que se han creado en los últimos diez años.

El memorando está siendo aplicado por un Gobierno formado por una coalición entre socialdemócratas liberales y centristas, pero fue firmado en 2011 por el entonces Gobierno socialista con la troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y FMI).

El aumento del desempleo fue muy rápido, como verifica, en declaraciones a esta revista, el economista João Ferreira do Amaral, uno de los más respetados del país. Y, en Portugal, hay pobreza incluso entre personas que trabajan, recuerda.

El salario mínimo de 485 euros al mes (sujeto a impuestos) no garantiza condiciones de vida dignas. Sin las ayudas sociales, la pobreza –alrededor del 20%– llegaría al 40 o 50%, dice el profesor universitario. Un estudio en el Boletín Económico de enero del Banco de Portugal lo recuerda: estas ayudas a las personas son eficaces para reducir y combatir la pobreza.mujeres en manifestación contra la crisis en Portugal

Una “gran caída en la actividad económica” en los últimos tres años, el aumento masivo del desempleo y el descenso de los ingresos de pensionistas y funcionarios públicos son otros factores de la depresión que golpea al país. “El problema fundamental es el gran desequilibrio en la estructura de producción, lo que llevó a que tomáramos demasiadas divisas. Con la crisis internacional, las fuentes de financiación se han secado”, dice Ferreira do Amaral.

El economista es muy crítico con la estrategia definida por el Gobierno y la troika: “El programa no resuelve el problema estructural de la economía”, dice. Y el regreso de Portugal a la venta de bonos en los mercados financieros ha conducido hacia una euforia “incomprensible”, pues señala que “la tasa de interés del 5% con que se vendieron los bonos no es sostenible”.

El programa económico puesto en marcha tras el rescate a Portugal tiene aún “un enorme impacto sobre el empleo, penalizando sobre todo a jóvenes y mujeres”. La realidad presenta otro problema: las familias están muy endeudadas. Portugal es el segundo país de la zona euro con este mayor índice. “La gran deuda, junto con el
desempleo, lleva a una situación social tremenda”, señala.

Ahora que el Gobierno prepara todavía un recorte de 4.000 millones de euros en el gasto público, Ferreira do Amaral teme que esto afecte a las partidas dedicadas al gasto social: “Puede tener un efecto brutal en el aumento de la pobreza, además de continuar reduciendo la demanda interna y aumentando el desempleo”, advierte. Y confesando que no ve razones para estar optimista, dice que el país pronto podrá alcanzar el 20% de desempleo.

Una comida al día

En la mayoría de los casos, las personas que acuden pidiendo ayuda a las instituciones sociales (católicas, en su mayoría) quieren dinero para pagar la comida, el alquiler o la hipoteca de la casa y gastos de salud. “Está aumentando la inseguridad alimentaria, por no hablar de hambre”, dice el presidente de Cáritas a Vida Nueva. “Hay cada vez más personas con solo una comida al día, y cada vez más niños que pasan hambre”, agrega Eugénio Fonseca, criticando que el Estado continúe cargando el IVA incluso cuando las instituciones quieren donar alimentos.

En el caso de la vivienda, Fonseca afirma que mucha gente ya no puede pagar al banco la hipoteca. El Gobierno legisló para que se puedan renegociar las condiciones de pago. Pero cuando la persona ya no puede pagar –añade el presidente de Cáritas–, el banco se queda con la casa y el dinero, incluso si se han pagado ya dos tercios del préstamo. “Una vez más, es dinero que se da a los bancos”.

En la mayoría de los casos,
las personas que acuden pidiendo ayuda
a las instituciones sociales (católicas, en su mayoría)
quieren dinero para pagar la comida,
el alquiler o la hipoteca de la casa y gastos de salud.

Los gastos de agua y luz son otras necesidades que obligan a muchas personas a solicitar ayuda. Y se multiplican historias de quienes no pueden pagar las consultas en los hospitales públicos (más caras por el ajuste económico) o los medicamentos en las farmacias.

Por todas estas situaciones, la Conferencia Episcopal Portuguesa creó en 2010 el Fondo Social de Solidaridad (FSS), a cargo de Cáritas. Hasta el pasado 15 de enero, el FSS ha distribuido casi un millón de euros a 7.157 individuos (un total de 2.327 familias).

En el centro histórico de Lisboa, la parroquia de Santa Isabel ideó otra respuesta, hace ya cuatro años. Se trata de la llamada “cena de Santa Isabel”, donde personas sin recursos económicos, sin hogar o desempleadas pueden pasar a comer dos veces a la semana.

En la mesa se sientan quienes tienen necesidades concretas, personas que vienen simplemente para hablar, y a las que también atienden los voluntarios. La idea es que la cena sea un tiempo donde se mezcla todo el mundo en la mesa. “El objetivo final es conseguir una buena comida, pero también crear comunidad”, dice Rita Cunha Ferreira, la responsable de esta iniciativa.protesta ciudadana en la calle en Portugal contra la crisis

Valentim Barreto, de 60 años, pintor de artes plásticas, siente la “necesidad” de ir allí para conocer a los demás. Valentim ha trabajado en la construcción, como vendedor de libros y vinos, y como electricista. Percibió durante un tiempo el subsidio de desempleo, pero desde hace dos años ya no tiene ese ingreso; ahora recibe una pensión de invalidez. Le agrada la convivencia que se establece, con la posibilidad de intercambiar puntos de vista con otros.

Comparte esta impresión Rodrigo Vieira, de 33 años, montador de estructuras metálicas y soldador de barcos, sin trabajo desde septiembre. Y también Susana Santos, de 26 años, que viene porque así conoce a otra gente y porque puede comer una comida “calentita”.

Susana, ahora sin empleo, acompaña a su madre en un diario vía crucis por los distintos sitios donde se puede comer. Además de Santa Isabel, también busca instituciones que distribuyen pan y sopa en las noches de Lisboa para las personas sin hogar. Susana padece hipertensión, pero el dinero que recibe de la Renta de Integración Social, 143 euros, no llega ni para los 150 euros necesarios con los que pagar la habitación en la que vive.

Rita Cunha Ferreira explica que hay 18 voluntarios, distribuidos por los equipos de cocina y del servicio de mesa. Varios benefactores –una señora que financia, personas que donan alimentos, voluntarios que ofrecen su tiempo, y otros que se presentan a cenar y dejan dinero– contribuyen al sostenimiento del proyecto. Las compras para las comidas se hacen en el barrio, con el fin de apoyar a las pequeñas tiendas locales.

En total, hay 90 comidas distribuidas cada semana, pero “se siente que está aumentando” la demanda. “Al principio, eran principalmente personas sin hogar. Ahora, hay cada vez más personas con buen aspecto, de clase media”. Pero, sobre todo, se pretende crear relaciones, insiste Rita Cunha Ferreira: “No tiene sentido dar la comida sin conocer a las personas”.

En el nº 2.837 de Vida Nueva.

 

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