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Hacia la cumbre de Dios


Una obra de Lázaro Albar Marín (Desclée De Brouwer, 2012). La recensión es de Francisco Armenteros Montiel

Hacia la cumbre de Dios, Lázaro Albar Marín, Desclée De Brouwer

Título: Hacia la cumbre de Dios. Mística y compromiso de vida

Autor: Lázaro Albar Marín

Editorial: Desclée De Brouwer, 2012

Ciudad: Bilbao

Páginas: 261

FRANCISCO ARMENTEROS MONTIEL | Ni los hombres prácticos ni los pregoneros de teorías son los más útiles a la Iglesia, sino los contemplativos, que divinizan en Cristo toda realidad creada; de ahí que se pueda afirmar, paradójicamente, que solo la mística es verdaderamente práctica en la Iglesia de Dios.

Lázaro Albar, sacerdote de Cádiz, tras “cruzar el mar de Galilea y llegar a la otra orilla”, “la orilla de Dios” (Hacia la orilla de Dios. Camino de crecimiento espiritual), da otro paso: la cumbre de Dios. Cita, claro, a Rahner: “El cristiano del futuro o será un místico, es decir, un hombre de experiencia de Dios, o no será nada”. Según el P. Arintero, “todos los santos han sido contemplativos, pero no todos los contemplativos son santos”.

Cumbre, mística, vida teologal, conversión, compromiso, vida normal… Admirable cúmulo que remite a títulos y contenidos actuales, y de siempre. Algunos citados: Subida al Monte Carmelo (san Juan de la Cruz), Hasta la cumbre (P. Domínguez, San Pablo)… Y otros: Hacia las cumbres de la unión con Dios (P. Arintero, Calatrava), De la compasión al compromiso (V. Paglia, Narcea), Confianza en Dios (J. Philippe, Cristiandad), La oración de contemplación en la vida normal de un cristiano (E. Vilar, Narcea)… Ideas de F. Urbina: contemplación en la acción; san Josemaría: en medio del mundo; santa Bonifacia: en el trabajo.

Coinciden con Albar en que “la contemplación ha tenido mala prensa… se le ha confundido con los fenómenos extraordinarios. La mística no son los éxtasis, ni las elevaciones… La mística es meta final de todo aquel que es fiel al proyecto de Dios”; y con Philippe, cuando dice: “Mística no significa experimentar cosas extraordinarias, significa establecer una intimidad con Dios, una experiencia personal de Dios”.

Consejos que recuerdan el “plan de vida” (Royo Marín, Teología de la perfección cristiana; y Juan XXIII, Diario del alma): coloquio con el Señor en la Eucaristía, oración, retiro mensual, ejercicios espirituales, confesión frecuente, acompañamiento espiritual, presencia –y permanencia– de Dios (“tras todo”); y María como modelo.
Atención también al silencio: “Que mi silencio, Señor, dé lugar a tu Palabra” (san Juan Crisóstomo), y a las virtudes –paciencia, serenidad– para vencer las dificultades.

Al final de cada capítulo, “para meditar”, se ofrecen un texto bíblico, una lectura espiritual y diez preguntas.

En el nº 2.836 de Vida Nueva.

Actualizado
15/02/2013 | 00:13
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