El Episcopado aboga por la confianza mutua y el perdón para superar la guerra
JOSÉ LUIS CELADA | El principal desafío actualmente de Malí es su “reconciliación como nación”. Eso creen los obispos y la mayoría de los habitantes del país africano, según reconocía días atrás el secretario general de la Conferencia Episcopal de Malí, Edmond Dembele, en declaraciones a Fides.
“Durante su reciente reunión con el presidente ad interim [Dioncounda Traoré] –explicó a la agencia vaticana–, los obispos malienses pidieron a las autoridades que afronten lo antes posible el tema de la reconciliación nacional”, lo que significa “reconciliar primero a las diferentes comunidades que viven en el norte del país: tuareg, árabes, sonrai y otras”.
“Son poblaciones –añade– que antes de la crisis vivían juntas y que ahora, tras la irrupción de los grupos yihadistas, se han encontrado en bandos diferentes”. Así las cosas, Dembele sostiene que “tenemos que restablecer la confianza mutua entre las distintas comunidades y lograr la reconciliación a través del perdón”.
Mientras tanto, con la entrada de 1.800 soldados chadianos en la ciudad de Kidal, exbastión de los grupos islamistas, culminaba días atrás la primera fase de la conquista del territorio norte del país, emprendida hace semanas por las fuerzas francesas y malienses. La ofensiva militar para liberar esta zona de Malí, sin embargo, ha provocado una nueva oleada de desplazados internos en el sur y de refugiados en los países vecinos.
Una situación ante la que “la Iglesia hace lo que puede”, admite Dembele, quien explica que “Cáritas se ha movilizado a nivel local y nacional, y en las próximas semanas realizaremos dos colectas especiales en favor de los refugiados”.
“Necesitamos alimentos, medicinas y refugio para ayudar a estas personas”, clama el secretario general del Episcopado.
Tras la rebelión independentista tuareg del Movimiento Nacional para la Liberación de L’Azawad (MNLA), en abril de 2012, el ejército maliense afronta desde hace semanas, con la ayuda de Francia, una compleja reconquista de las principales ciudades del norte del país. Gao, Tombuctú y ahora Kidal vuelven a estar bajo su control, aunque todo apunta a que queda un largo camino por recorrer hasta alcanzar la ansiada reconciliación que reclama la Iglesia.
A ello se suma la entrada en escena, hace pocos días, de la Misión Internacional de Apoyo a Malí (MISMA), la fuerza africana llamada a relevar a los efectivos galos y garantizar la seguridad de la región del Sahel. Un doble objetivo militar que no oculta ni olvida una urgencia política: poner fin al régimen de excepción que gobierna Malí, para convocar cuanto antes unas elecciones presidenciales democráticas.
En medio de este clima bélico, el pasado día 6, se conocía que grupos islamistas en Malí habrían enrolado en sus filas a un millar de niños y niñas para combatir, según ha denunciado Cáritas Internacional. Una práctica, la de los niños soldado, que forma parte de “los usos crueles de numerosas guerras”.
Sin ir más lejos, datos de Naciones Unidas cifran en 250.000 el número de niños que hoy en todo el mundo se ven obligados a participar en conflictos armados. Y aunque ha habido progresos a la hora de juzgar a sus responsables, Cáritas Internacional reconoce que no se ha logrado poner fin a estos “abominables crímenes de guerra”.
En el nº 2.836 de Vida Nueva.
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