La esterilidad del momento produce cansancio

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JUAN RUBIO, director de Vida Nueva | A quienes han dedicado su vida al pensamiento, lo que los hunde es la esterilidad del momento. Para liderar a la Iglesia, que tiene una misión primordialmente espiritual, y hacer frente a esa “esterilidad del momento”, hace falta “vigor del cuerpo y del alma”. Es esencial. Y cuando se ve tanta estulticia alrededor, el alma de pensador se cansa; y cuando esa esterilidad está cerca y lo rodea, cansa aún más.

He recordado estos días ese magnífico relato de Thomas Bernhard, Goethe se muere. El filósofo alemán, recreado por el novelista austriaco, pide en sus últimos días dos cosas: la visita de Wittgenstein y “Luz, más luz”. Y describe con maestría a la patética camarilla que ni llamaban al amigo, ni abrían las ventanas para que entrara a raudales la luz. Y el cansancio le entraba por los poros a este anciano en Weimar. Y se desesperaba y no quería ver a nadie. Solo quería seguir buscando la luz, la luz de la verdad: “Luz, más luz”.

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