La Vida Consagrada en el Año de la fe

Ginés García Beltrán, obispo de Guadix-BazaGINÉS GARCÍA BELTRÁN | Obispo de Guadix-Baza

“Doy gracias a Dios por habernos regalado el don de la Vida Consagrada, al tiempo que le pido fidelidad para los llamados y disponibilidad en los jóvenes…”.

Hace unos días, el pasado 2 de febrero, celebramos la Jornada Mundial de la Vida Consagrada. El seguimiento de Cristo es una exigencia del bautismo. Todos los cristianos estamos llamados a seguir al Señor. Sin embargo, a lo largo de la historia, han sido muchos creyentes, hombres y mujeres, los que han querido seguir a Cristo de un modo más radical, viviendo como Él en pobreza, castidad y obediencia. La iniciativa es de Dios, que pone los dones de su Espíritu en el corazón del hombre, y este, en su libertad, los acepta.

Los consagrados son, y han de ser, un icono de la presencia de Cristo. Como dice el lema de la Jornada de este año, han de ser “signo vivo de la presencia del Señor resucitado en el mundo”.

El Concilio nos recuerda que los consejos evangélicos de castidad consagrada a Dios, de pobreza y obediencia, “son un don divino que la Iglesia recibió de su Señor y que con su gracia conserva siempre” (LG 43). De una u otra forma, según el Espíritu ilumine en cada momento de la historia, la Vida Consagrada estará siempre presente en la Iglesia. Sin los consagrados, hombres y mujeres, la Iglesia sería más pobre y menos bella. No imagino nuestras iglesias particulares sin la riqueza que ofrecen los consagrados.

Es importante su presencia en los distintos ámbitos de la vida pastoral de la Iglesia, pero, sobre todo, es importante el testimonio de lo que son; hombres y mujeres que han hecho ofrenda total de la vida para la gloria de Dios, la edificación de la Iglesia y la salvación del mundo.

Doy gracias a Dios por habernos regalado el don de la Vida Consagrada, al tiempo que le pido fidelidad para los llamados y disponibilidad en los jóvenes para responder a la llamada del Señor.

En el nº 2.835 de Vida Nueva.

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