Adolfo Pérez Esquivel: “A la Iglesia argentina le falta coraje para reivindicar a los mártires de la dictadura”

Adolfo Pérez Esquivel premio Nobel de la Paz argentino

Activista de los derechos humanos y premio Nobel de la Paz

Adolfo Pérez Esquivel premio Nobel de la Paz argentino

Entrevista con Adolfo Pérez Esquivel [extracto]

RICARDO CARPENA | ¿Qué le permite a Adolfo Pérez Esquivel hablar sin anestesia y con tanta libertad de los problemas de Argentina? ¿La autoridad de haber recibido el Premio Nobel de la Paz? ¿Esos curtidos 81 años, que parecen muchísimos menos? ¿Esa trayectoria en el campo de la defensa de los derechos humanos siempre alejada de las conveniencias políticas de turno? Es difícil responder a este tipo de preguntas ante una personalidad tan imposible de catalogar, pero tan valiente y necesaria.

El Episcopado, en un reciente documento, hizo una nueva autocrítica por su actitud ante la violencia de los años 70. ¿Este pronunciamiento es tardío u oportuno, profundo o parcial?

– La jerarquía eclesiástica tuvo muchas luces y sombras durante la época dura. Hubo obispos religiosos que caminaron con nosotros, pero también los hubo que apoyaron la dictadura. ¿Sabe lo que le falta a la Iglesia? Reconocer a sus mártires. No ha echado una mirada profunda al martirologio de los cristianos en Argentina y en América Latina. Hay un montón, no solo las hermanas francesas [Léonie Duquet y Alice Domon, desaparecidas en la dictadura].

– ¿Por qué no reconocen a los mártires?

– Les falta coraje. Siempre tienen miedo de lo que van a decir de la Iglesia. Les falta esa fuerza de reconocer sus luces y sombras. Pero el Evangelio no es para tener miedo.

– ¿Por qué debería ser difícil reivindicar la figura de alguien como el obispo Angelelli?

– El Episcopado argentino no es homogéneo. ¿Qué pasó durante la dictatura? Tenemos experiencias muy tristes, pero también las alegrías de los hermanos que asumieron el compromiso del Evangelio junto al pueblo. Cuando hay gente que no ha actuado de acuerdo con el Evangelio, hay que llamarle la atención. Adolfo Pérez Esquivel premio Nobel de la Paz argentino

– Desde esta perspectiva, ¿el documento de los obispos le parece incompleto?

– Que comiencen por reconocer a los mártires, a los cristianos que se comprometieron y dieron su vida para dar vida. Que no tengan miedo a equivocarse. Que le tengan miedo a las injusticias, no a equivocarse con una palabra. La palabra es vida. Que pongan la palabra en la vida, en esa energía. Y ahí van a cambiar muchas cosas de la Iglesia, porque uno ve que hoy está como aplastada, falta de vitalidad. Uno lo dice fraternalmente. Es muy fácil criticar a la Iglesia, pero, cuando la criticamos, nos estamos criticando a nosotros. Estamos cuestionando nuestra fe. No basta con hablar de la fe ahora que todos están hablando de la fe desde un punto de vista personal. Yo soy en la medida en que somos. Eduardo Galeano escribió algo muy interesante: “¿Cuál es la palabra más usada en el mundo? La palabra más usada es yo. Yo, yo y yo, y nos olvidamos de nosotros y nosotras”. Creo que la Iglesia se está olvidando de la comunidad, y no hay Iglesia sin comunidad.

La Conferencia Episcopal no pone el acento en los mártires, en las semillas de vida. Sería bueno que, antes que sacar declaraciones, hicieran encuentros con la gente para poder hablar, como una especie de seminario fraternal de clarificación. Al final, la verdad sale a la luz. Y, desde ahí, todos podemos tener otra forma de comprensión, pues esto también va a ayudar a ver el camino por seguir. Lo decía Angelelli: “Estemos con un oído en el pueblo y un oído en el Evangelio para saber por dónde caminar”.

– Da la sensación de que todo es blanco o negro, de que cualquier cosa que se haga en materia de derechos humanos nunca se va a alcanzar…

– Hablo de los derechos humanos desde otra perspectiva. Al Gobierno hay que reconocerle algunas cosas, como la voluntad política para la nulidad de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida. Eso abrió la posibilidad de juicios por crímenes de lesa humanidad. Fue un paso decisivo. Pero el Gobierno se quiere apropiar de la política de los derechos humanos, y eso es un error tremendo.

“Este Gobierno viola los derechos humanos.
Y lo digo con todas las letras:
viola el derecho de los pueblos indígenas
y de los campesinos”.

– ¿Cuál es el objetivo último de esta apropiación de los derechos humanos?

– No les pertenecen, pero el Gobierno se quiere apropiar de la política de derechos humanos. Y lo que ha hecho, además, es dividir al movimiento. Muchas organizaciones entraron en eso, otras preferimos mantener la independencia de cualquier partido. Esto nos da la autoridad y la libertad de señalar las cosas. De defender los derechos humanos en su integridad, como valores indivisibles de la construcción democrática. Porque, si se violan los derechos humanos, la democracia se debilita y deja de ser democracia.

Este Gobierno viola los derechos humanos. Y lo digo con todas las letras: viola el derecho de los pueblos indígenas y de los campesinos, y lo hace con la megaminería, los agrotóxicos, las fronteras sojeras, el aumento de la pobreza, la desnutrición en muchos lugares del país donde se mueren niños de hambre, las enfermedades. Esos son derechos humanos. Y no solo estoy hablando del Gobierno nacional, sino también de los provinciales: muchos gobernadores son señores feudales que hacen lo que quieren.

Falta de diálogo

– Usted también critica al Gobierno por la falta de diálogo.

– Con este Gobierno no hay diálogo. O hay diálogo de sordos. ¿Cuántas veces le hemos mandado informes a [Néstor] Kirchner o a Cristina? Jamás contestaron. Este es un Gobierno de confrontación. Hacen ver que todo es blanco o negro. Si estamos con ellos, todo bien, y si no, somos los enemigos y comienzan las presiones de todo tipo. No estoy en un bando ni en otro. Apoyo cosas que son buenas para el pueblo y soy crítico con otras… Es un apoyo crítico. Pero no me gusta cuando veo que todo se quiere teñir de una situación partidaria. El Gobierno no tiene que ser partidario, tiene que ser de todos.

Argentina es un país sin soberanía. Cuando cede la soberanía jurídica a otros países como Estados Unidos y Gran Bretaña, o a empresas mineras como la Barrick Gold, cuando cede territorios…, ¿de qué estamos hablando? Se habla de un proyecto nacional y popular, pero primero recuperemos la soberanía, que es lo que hizo Evo Morales en Bolivia. A nosotros nos saquearon el país y todo el patrimonio popular pasó a manos privadas. Y hoy se sigue haciendo lo mismo, pero nos hablan de un proyecto nacional y popular.

“Nunca entendí por qué el pueblo
tiene que honrar a sus gobernantes:
son los gobernantes los que deben honrar al pueblo,
porque son servidores del pueblo.
Y eso es revitalizar la democracia”.

– Usted ha apoyado la Ley de Medios, pero ¿qué opina acerca de cómo está bajo sospecha el Poder Judicial a partir de fallos que no le gustan al poder político?

– Es muy preocupante. Los poderes del Estado tienen que mantener su independencia para que puedan actuar conjuntamente. Yo apoyo un pluralismo informativo, pero hay que tener cuidado de no caer en un monopolio estatal. Es peligroso: cuando todo está contaminado de una sola ideología, tenemos que estar atentos. Así comenzaron el fascismo, el nazismo y muchos totalitarismos. No estamos en esta etapa, lógicamente, pero hay que estar alerta. La democracia no es poner el voto en una urna, no es decir que “nos votó el 54 por ciento y entonces hago lo que quiero…”. Nunca entendí por qué el pueblo tiene que honrar a sus gobernantes: son los gobernantes los que deben honrar al pueblo, porque son servidores del pueblo. Y eso es revitalizar la democracia, que significa derecho e igualdad para todos, no para algunos.

Muchos somos supervivientes del horror y no queremos volver a pasar cosas de ese tipo. Hoy, si bien observo que están en proceso algunos cambios, existen muchas amenazas en América Latina. Y, aunque los pueblos reaccionan cuando los quieren manipular, es peligrosa esta confrontación permanente que nos pone a unos contra otros, sin espacios para el diálogo y la comprensión.

En el nº 2.835 de Vida Nueva.

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