Luis Mateo Díez: “Necesitamos todos una fuerte catarsis”

libros de Luis Mateo Díez escritor y académico

Galardonado con el Premio Francisco Umbral a la mejor novela de 2012, publica nueva obra

Luis Mateo Díez escritor y académico

JUAN CARLOS RODRÍGUEZ | El novelista y académico Luis Mateo Díez (Villablino, León, 1942) es un referente incuestionable de la narrativa española contemporánea. Acaba de publicar Fábulas del sentimiento (Alfaguara), un proyecto pensado durante doce años, reordenado, corregido y reeditado en torno a la fragilidad de la vida y su entorno moral.

Su anterior novela, La cabeza en llamas, acaba de recibir el Premio Francisco Umbral a la mejor novela de 2012: “Es una de las que más orgulloso me siento –afirma–. Es un libro donde uní cuatro novelas cortas con motivo de mi 70 cumpleaños. Cuatro novelas que pudieran dar fe de la variedad de mi mundo, de las tonalidades que hay en ese mundo que he ido construyendo libro tras libro. Pero también de las técnicas narrativas, de las maneras de contar. He tenido la suerte de que haya sido un libro muy bien leído y entendido”.

– De ese libro me queda el recuerdo de una literatura trágica…

– Yo tuve unos comienzos con una novela muy explosiva y vitalista, como era La fuente de la edad. En esa novela, dentro del tono habitual mío tragicómico, había muchos tintes festivos. Luego, es verdad que he tenido una deriva a una vertiente más severa, más patética, pero siempre he intentado conservar elementos de humor. La primera de las novelas cortas de La cabeza en llamas creo que es una de mis novelas humorísticas más explícitas. Luego, el punto más repetido de lo que hago es la cercanía de lo trágico en muchos elementos cómicos. En las Fábulas del sentimiento también hay un tono trágico, melancólico, amargo en ocasiones, y de vez en cuando surge una mirada explícitamente irónica.

– Ya desde el prólogo hace hincapié en un “mayor compromiso con la reflexión moral”. Lo moral, sin embargo, nunca ha faltado en su literatura…

– Es cierto. En el planteamiento de las Fábulas del sentimiento, que he ido concibiendo durante doce años y que culmina ahora, hay, sin embargo, un compromiso moral más explícito. La propia idea de las fábulas conlleva esa moralidad, porque pretenden aportar cierta ejemplaridad, para bien y para mal, en tanto que son ejemplos de vida, arquetipos, formas de vivir. Los sentimientos, los afectos, la fragilidad de la vida están también muy presentes.

libros de Luis Mateo Díez escritor y académico

‘La cabeza en llamas’ y ‘Fábulas del sentimiento’

Escritor metafórico

– Y que tiene mucho que ver con los tiempos actuales, ¿o no?

– Mis novelas, mis ficciones, no suelen tener una explícita referencia a la realidad inmediata en sus aspectos sociológicos o históricos, pero siempre están escritas desde la actualidad. Hay mucha reflexión que llevo a ámbitos más simbólicos. Tal vez porque no soy un escritor realista, sino más metafórico. Pero los asuntos que trato, lo que le sucede a mis personajes: las zozobras, las angustias, las indecisiones, sus desapariciones, la presencia de la memoria y del olvido… sirven para cualquiera que las lea como referentes imaginativos de lo que es la realidad que vivimos. Escribo con un tono más intemporal, con una aureola más legendaria, pero mi compromiso está en lo que digo. Y lo que digo es lo que está pasando sin duda alguna.

– Pienso, por ejemplo, en ese personaje suyo recurrente del huérfano. Quizás ahora somos más huérfanos que nunca…

– Vivimos en tiempos de enorme orfandad, que nos avocan a una enorme soledad y un gran desamparo, porque han desaparecido muchos de los valores que nos sustentaban, muchas de las ideologías, de las creencias… y el ser humano de ahora está desasistido. Tenemos, por otro lado, el componente de la revolución tecnológica, y, sin embargo, estando tan comunicados, tenemos una soledad más patética que en otros tiempos. Por ahí va el sentido de mi historia… Los seres que viven en mis fábulas están un poco perdidos. Y este punto de fragilidad y de perdición tiene que ver mucho con el hombre contemporáneo, con lo que tenemos y lo que somos en la vida.

Sentimientos e ideas

– Hay un personaje, sin embargo, que me llama la atención. Es esa viuda que encuentra la felicidad en la generosidad…

– La viuda feliz es alguien que vive un precario destino y de pronto encuentra una plenitud que deriva de su generosidad. Si al final hiciéramos un resumen de las fábulas, lo cual asumo que es arriesgado e imposible, diría que la conclusión final es que la bondad es mucho más importante que el bien. Según uno se va haciendo mayor, se da cuenta de que los sentimientos están por encima de las ideas.

– Pensaba en sus personajes, casi siempre con un gran afán de superación…

– Aunque tienen una conciencia nítida de lo que son, creo que mis personajes son siempre vitalistas. Aunque sean perdedores, o tengan conciencia de que es más honorable perder que ganar… y todo ese tipo de cuestiones. Son vitalistas en tanto en cuanto tienen unas convicciones vitales férreas. Lo cual quiere decir que son luchadores y que contribuyen a lo que se llama la épica de la supervivencia. Más allá de la melancolía y de las desgracias que les suceden, que a veces son demasiadas, son resistentes. Saben, como dice uno de ellos, que la vida es un asunto a resolver y que hay que resolverlo lo mejor posible.Luis Mateo Díez escritor y académico

– En esos personajes es fácil identificarse…

– Es lo que busco o, si no, al menos que los lectores se sientan removidos por ellos. Estamos viviendo unos momentos terribles, de decrepitud moral, bastante desesperantes, llenos de asuntos que nos repelen y que nos ponen en nuestro sitio también. Necesitamos todos una fuerte catarsis. Creo que el compromiso en el arte está hoy en darnos elementos de sugestión, de sugerencia, para que podamos tener grados mayores de lucidez y de conciencia… Algún rearme moral y de la conciencia debemos de tener.

– Sin embargo, la presencia de Dios en sus novelas siempre es la de un Dios cruel…

– Hay como un uso amargo de la ausencia de Dios. En mis personajes está bastante explícita la idea de que Dios no está presente. Sin embargo, hay un gran sentido de lo sagrado. En mis personajes creo que hay un rastro de una cierta idea de trascendencia que a veces es desazonadora, a veces les inquieta mucho. Sería como si tuvieran una conciencia de que lo convencional de las creencias no les llena, que hay un trasfondo más fuerte y poderoso que ellos no alcanzan. Pero parte de su amargura está en esa sensación de que una cierta falta de fe es para ellos como un vacío que no saben llenar con otra cosa.

– ¿También en usted?

– Yo soy muy explícito para estas cuestiones. He tenido a lo largo de mi vida muchas sensaciones de vacío y, desgraciadamente, me he acomodado al vacío, lo cual no puedo decirlo como una cosa demasiado honorable. Es curioso y, aunque parezca una contradicción –quizás, por eso, mis personajes no han llegado tan lejos como yo–, he llegado a cierta satisfacción en este vacío, que es como nadar en la nada. Pero no soy beligerante. Me conformo con estas sensaciones indolentes y amargas, tal vez, porque en mi vida personal ha habido mucho sufrimiento, mucho. En lo familiar y en lo cercano, ha habido una mirada excesiva a la desgracia. Y he encontrado consuelo en la literatura. Soy partidario de lo que los clásicos llamaban consolatio, y aquí sí que hay connotaciones cristianas, qué duda cabe.

jcrodriguez@vidanueva.es

En el nº 2.834 de Vida Nueva.

Compartir