La revuelta del pan

Carlos Amigo, cardenal arzobispo emérito de SevillaCARLOS AMIGO VALLEJO | Cardenal arzobispo emérito de Sevilla

“Se ha perdido la capacidad hasta de salir a la calle a gritar y hacer ver la situación en la que mucha gente se encuentra…”.

Aunque con nombres diversos, la llamada revuelta o revolución del pan ha hecho su acto de presencia en distintos momentos de la historia. Siempre se trataba de un desgarrado grito, más que de protesta por la situación social en la que muchas gentes se encontraban, por la necesidad imperiosa de contar con el mínimo necesario para sobrevivir.

Bien sabemos que no solo de pan vive el hombre, pero la alimentación es algo imprescindible. Algo tan fundamental como es el poder disponer del pan de cada día no puede esperar, en forma alguna, a que los hambrientos se pongan en pie de revuelta y tengan que llevar sus protestas a la calle.

La miseria, la carencia de lo más indispensable para poder vivir con un mínimo de dignidad, es una afrenta para toda la sociedad. Y la solución de problemas tan graves es una hipoteca de la que nadie se puede liberar y que a todos nos corresponde pagar debidamente.

Por razón de unas y otras cosas, y quizá por las sinrazones de todos, hemos venido a llegar a una situación de pobreza extrema que no solamente es indigencia, sino que se ha perdido la capacidad hasta de salir a la calle a gritar y hacer ver la situación en la que mucha gente se encuentra.

Hablar de esperanza a esas personas es un verdadero sarcasmo, casi una afrenta. Y tienen razón, porque la esperanza tiene su base más firme en la justicia, en el reconocimiento de los derechos que asisten a las personas, en la caridad fraterna, en la misericordia, que es la entrega personal de lo mejor que puede tener cada uno en beneficio del otro.

Nosotros, como cristianos, sabemos muy bien que solo esa esperanza será consumada con la justicia de Dios al final de todos los tiempos. Pero nuestra esperanza no es interinidad, sino actualidad permanente que impulsa a desencadenar todos los resortes necesarios para que la justicia de Dios resplandezca entre los hombres.

La revuelta del pan hizo comprender muchas cosas. Primero, la urgente necesidad de arbitrar los recursos necesarios para solucionar el problema. Pero, también, para buscar los motivos por los que habían creado esa situación y hacer lo imposible para que las personas no tuvieran que volver a salir a la calle pidiendo pan.

Escribía Benedicto XVI: “Los cristianos combaten la pobreza porque reconocen la dignidad suprema de cada ser humano, creado a imagen de Dios y destinado a la vida eterna. Los cristianos obran por una participación equitativa de los recursos de la tierra porque están convencidos de que, como administradores de la creación de Dios, tenemos el deber de atender a los más débiles y vulnerables, ahora y en el futuro. Los cristianos se oponen a la avidez y a la explotación con el convencimiento de que la generosidad y un amor desprendido de sí, enseñados y vividos por Jesús de Nazaret, son el camino que conduce a la plenitud de la vida” (Financial Times, 20-12-2012).

En el nº 2.832 de Vida Nueva.

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