La parroquia multicultural

grupo de niñas inmigrantes en el coro de la parroquia

inmigrantes participan en misa leyendo peticiones

JORDI LLISTERRI | La Iglesia no es muy experta en estadísticas, pero algunos párrocos ya hablan del 30% de actividades parroquiales relacionadas con los inmigrantes. Otros dicen que más de la mitad de los niños de la catequesis o la mayoría de los jóvenes que se confirman son hijos de inmigrantes. Después de una década con una gran oleada migratoria, ahora su presencia se consolida.

“Ya es normal que los inmigrantes vengan a la parroquia, lean las lecturas, sean catequistas, algunos estén en el Consejo Pastoral”, dice Josep Maria Jubany. Es el delegado de Pastoral Social de Barcelona y, hasta hace poco, párroco en un barrio de L’Hospitalet de Llobregat.

Desde esta doble experiencia en ambientes tan diferentes también explica que no ocurre lo mismo en el centro de la ciudad que en los barrios más acomodados: “Vienen a acompañar a alguna abuela a misa, los vemos en porterías, por las calles, en las tiendas… y vienen a pedir ayuda a la bolsa de trabajo o al banco de alimentos, pero en las celebraciones no están, y mucho menos en la estructura de la parroquia”.

Es decir, el fenómeno no es mayoritario en todas las parroquias, pero ya hay muchas comunidades con una generación de inmigrantes que forma parte de ellas con naturalidad. grupo de inmigrantes africanos asisten a misa

Donde más se ha estructurado esta experiencia es en Barcelona. A raíz de los encierros de inmigrantes en algunas iglesias y, sobre todo, tras el encierro en la catedral que acabó con la entrada de la policía, algunos sacerdotes vinculados a la pastoral obrera comenzaron a trabajar el tema conjuntamente. Así nació la Plataforma de Entidades Cristianas para la Inmigración, de carácter más social y de denuncia, que integra a una veintena de entidades eclesiales.

Pero desde el ámbito más claramente pastoral, también en 2002 empezó a trabajar el PAI (Pastoral con Inmigrantes, en sus siglas en catalán). Era un grupo principalmente de sacerdotes, que ponía el acento en el hecho de que había que hacer una pastoral “con” los inmigrantes, no “para” los inmigrantes.

Joan Cabot, párroco en el barrio de Poble Sec, ha estado en este grupo desde el principio. Recuerda que la idea inicial era conectar con las comunidades cristianas católicas con lenguas o culturas diferentes. “Los latinoamericanos –explica– tienen más facilidades para ir a las parroquias, pero su cultura religiosa y su manera de integrarse en ellas es muy diferente. Otros, como los filipinos, los chinos o los polacos han ido encontrando lugares en donde realizan sus celebraciones, pero les cuesta más participar en la parroquia que les toca por domicilio”.

Por eso, el primer trabajo del PAI fue conectar con las comunidades más singulares de lengua y de cultura. Ha funcionado durante diez años. “Ha sido muy importante. A partir de los hechos concretos de la pastoral, hemos elaborado orientaciones de cómo ir haciendo este proceso”, explica Jubany.

Este curso, sin embargo, han decidido cerrar esta etapa para potenciar otra experiencia que funciona paralelamente en Barcelona desde hace siete años: Caminem junts en la diversitat (Caminamos juntos en la diversidad), que agrupa a las diferentes comunidades de inmigrantes que hay en la diócesis (latinoamericanos, chinos, ucranianos, polacos, filipinos, guineanos…) y responsables de parroquias sensibilizadas. grupo de inmigrantes bailan danzas tradicionales en celebración en la parroquia

Además de compartir experiencias, cada año se organizan tres jornadas. Una de formación en octubre –este año dedicada al Vaticano II–; en enero, actividades para celebrar conjuntamente la Jornada de las Migraciones; y a final de curso, una más lúdica y concurrida.

Esta coordinación pastoral no existe en el conjunto de Cataluña. Normalmente, los responsables de migración son los mismos responsables de Cáritas, más abocados a las urgencias sociales. Pero eso no quiere decir que, en las ciudades donde también ha habido una inmigración numerosa, no se hayan llevado a cabo procesos similares.

Un modelo es Lleida. Joan Mora es rector de dos parroquias de la ciudad y delegado diocesano de Atención Pastoral a los Immigrantes. Comparte el diagnóstico de la normalidad que se ha ido asumiendo: “La pastoral, la parte asistencial, las actividades extras… aquí todos trabajamos conjuntamente”.

No oculta que los primeros años hubo dificultades dentro de la misma comunidad parroquial, “que siempre se producen cuando hay una novedad que pide un cambio de mentalidad”. Pero ahora en la parroquia participan con normalidad cristianos de la comunidad latinoamericana, de la rumana católica o de África. Además, es el templo donde celebran las dos comunidades ortodoxas de Lleida, los coptos y los rumanos, con los cuales se mantiene una estrecha relación.

Mora habla de una “simpatía mutua”, a la que se ha llegado también a través de actividades conjuntas, como la peregrinación a Lourdes u otras más lúdicas. Y con gestos de acercamiento. Como en el último festival benéfico, en el que un grupo de inmigrantes participó con una sardana, después de organizar un curso de este baile típico catalán en la parroquia: “Hemos querido que haya un conocimiento mutuo; entrar nosotros en su mundo e introducirse ellos en el de aquí”. Es una experiencia que cree que se va extendiendo por toda la diócesis.grupo de niñas inmigrantes en el coro de la parroquia

Cabot también destaca los retos que genera esta nueva presencia en las parroquias: “Toda la pastoral queda afectada. La liturgia, la catequesis, la formación de adultos, la iniciación cristiana, la acción social. Si queremos ser honestos, no podemos seguir celebrando las misas como lo hemos hecho siempre si, por ejemplo, hay un colectivo importante de latinoamericanos. Hay que tener en cuenta su manera de celebrar, sus devociones personales”.

Y pone como ejemplo el arciprestazgo del Poble Sec, donde se han ido introduciendo costumbres como bendecir las imágenes del Niño Jesús por Navidad, o cómo los sacerdotes han de tener muy presente el calendario de celebraciones de las vírgenes con más devoción en Latinoamérica.

También explica que ahora se encuentran con grupos que se disuelven porque los miembros están regresando a sus países. Pero, pese a todo, muchos ya están aquí para quedarse. Y lo que hay que ir viendo es “cómo se hace una pastoral de las parroquias que ya de entrada se plantee la diversidad de orígenes de la gente que forma parte de las mismas. Cómo se lleva a cabo una gestión multicultural de toda la pastoral”.

En el nº 2.832 de Vida Nueva.

 

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