Escalada de violencia en la Araucanía chilena

cartel contra los atentados al pueblo mapuche en la Araucanía chilena

La Iglesia pide más diálogo y justicia con el pueblo mapuche

cartel contra los atentados al pueblo mapuche en la Araucanía chilena

ROBERTO URBINA A. SANTIAGO DE CHILE | En la Araucanía chilena, el comienzo de año está siendo violento y trágico. La muerte de un matrimonio de agricultores en su domicilio, a causa del incendio provocado por varios asaltantes, marcó el inicio de una sucesión de atentados incendiarios (un total de ocho al cierre de esta crónica) contra escuelas y casas en diversos puntos de esta región.

El 3 de enero de 2008, el joven universitario mapuche Matías Catrileo murió de un balazo en la espalda durante el ataque a una propiedad de la familia Luchsinger. El carabinero que disparó fue condenado, aunque hoy sigue trabajando en el cuerpo. En el quinto aniversario de esa muerte, tenía lugar el citado ataque al hogar del matrimonio Luchsinger-MacKay. Ambos cónyuges murieron allí mismo, y su hogar quedó totalmente destruido por el fuego.

Solo cuatro días más tarde, la familia Catrileo Quezada difundía una declaración reconociendo que “el dolor de perder un ser querido siempre es profundo”. Y añadía: “Esa ha sido una situación histórica que le ha tocado vivir al pueblo mapuche. La vida de toda persona es venerable; la justicia, necesaria; lamentablemente, cuando la justicia está al servicio del poder, se convierte siempre en injusticia”.

La respuesta del Gobierno de Sebastián Piñera, que visitó el lugar del ataque, fue reforzar la zona con más policías y aplicar la Ley Antiterrorista.

Sin embargo, tanto el Comité Permanente del Episcopado como diversas instituciones de derechos humanos han expresado su rechazo a estas medidas. “Lamentablemente –ha declarado el obispo de Temuco (capital de la Araucanía), Manuel Camilo Vial–, ningún gobierno ha sabido abordar el tema; lo que estamos viviendo no se resuelve con militarización, se resuelve con inteligencia activa, con encuentros, diálogos, con políticas que lleven a valorizar y conocer al pueblo mapuche”.

En tal sentido se ha manifestado también la comunidad jesuita que hace más de 20 años vive con el pueblo mapuche en Tirúa: “Nos hacemos parte del dolor de la familia Luchsinger-Mackay de Vilcún. Muchas familias mapuche y no mapuche han sufrido la muerte de sus seres queridos en el contexto de este conflicto en los últimos años. Reiteramos nuestro llamado al diálogo y la reparación histórica como único camino que establecerá una paz duradera”.

Asimismo, pide “celeridad y claridad en la búsqueda de los responsables de este cruel atentado, evitando criminalizar a todo un pueblo”. Y al Estado, “que demuestre el mismo rigor y la misma fuerza en la condena de toda violencia y de todo asesinato en Arauco y en Araucanía”.

El mayor temor que se percibe en estas y otras declaraciones recientes es que no se aborden los puntos centrales del conflicto: la recuperación de tierra, la discriminación y la reparación histórica. Porque, “mientras no se atiendan las raíces históricas de dicha demanda, no encontraremos caminos de justicia que aseguren la paz”, advierten los jesuitas, quienes observan preocupados cómo “los caminos para una solución a los orígenes históricos de este conflicto son el gran ausente del debate, acrecentando el dolor de quienes esperan hace muchos años”.

En tanto se busca una salida dialogada, la espiral de violencia seguirá cobrándose más víctimas, porque también ahora los mapuche actúan con mayor contundencia: ya tienen universitarios al servicio de su causa y han incorporado nuevas formas de lucha que incluyen la figura del weichafe (el guerrero que dispone de armas de fuego).

¿Qué impide iniciar ese diálogo que propicie una solución justa para evitar más muertes? El tiempo lo dirá, aunque la escalada de acciones violentas reclama que sea lo más corto posible.

Tierras en conflicto

Aunque se trata de un nueva asonada, con 19 atentados graves y tres muertes durante 2012, el conflicto mapuche viene de cinco siglos atrás. En lo esencial, este pueblo reclama las tierras (en su lengua, mapuche significa ‘gente de la tierra’) que le han sido arrebatadas.

Muchas veces aplastados o arrinconados en “reducciones indígenas”, los mapuche han sufrido una feroz discriminación del wingka (español primero, chileno después), que todavía hoy se constata en la manera de informar al país sobre el conflicto, estigmatizando a todo el pueblo mapuche como “terroristas”.

Si bien ha habido momentos de mayor acercamiento, como durante el primer gobierno de la Concertación tras la dictadura militar, el comportamiento predominante ha sido y es criminalizar a los mapuche y responder con allanamientos a sus comunidades, detenciones o represalias a sus líderes en prisión.

En el nº 2.832 de Vida Nueva.

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