“Emigrantes y refugiados pueden experimentar también relaciones nuevas y acogedoras”

un hombre da tarteras con comida a un grupo de inmigrantes

Mensaje del Papa en la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado 2013

un hombre da tarteras con comida a un grupo de inmigrantes

M. GÓMEZ | El próximo domingo 20 de enero, la Iglesia celebra la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado 2013, bajo el lema Migraciones: peregrinación de fe y esperanza. Una Jornada que quiere alentar y renovar “la confianza y la esperanza en que el Señor que está siempre junto a nosotros”. Así lo subraya el papa Benedicto XVI, en un mensaje en el que denuncia las condiciones de marginalidad en que viven muchos emigrantes y pide a los gobernantes medidas que garanticen su dignidad.

En su mensaje anual con motivo de esta Jornada, el Papa destaca la fe y la esperanza que anidan en el corazón de muchos emigrantes, cuyo “anhelo de una vida mejor” y cuyo “deseo de querer dejar atrás la ‘desesperación’ de un futuro imposible de construir” les lleva a emprender un viaje a otras tierras.

Pero, a pesar de ello, Benedicto XVI es consciente de que en muchos casos lo que origina estos flujos es “el miedo, especialmente cuando las persecuciones y la violencia obligan a huir”, abandonando a los familiares y los propios bienes.

Derecho a no emigrar

El mensaje papal explica que el derecho a emigrar es un derecho humano fundamental, pero también “hay que reafirmar el derecho a no emigrar, es decir, a tener las condiciones para permanecer en la propia tierra”.

Cuando no se dan estos factores, “emigrar se convierte entonces en un ‘calvario’ para la supervivencia, donde hombres y mujeres aparecen más como víctimas que como protagonistas y responsables de su migración. (…) Son muchos los que viven en condiciones de marginalidad y, a veces, de explotación y privación de los derechos humanos fundamentales, o que adoptan conductas perjudiciales para la sociedad en la que viven”.

Por eso el Papa pide a los gobernantes que las medidas que regulan los flujos migratorios garanticen el respeto de la dignidad de toda persona. “Son muy necesarias intervenciones orgánicas y multilaterales en favor del desarrollo de los países de origen, medidas eficaces para erradicar la trata de personas, programas orgánicos de flujos de entrada legal, mayor disposición a considerar los casos individuales que requieran protección humanitaria además de asilo político”.

Al denunciar la inmigración irregular que se traduce en tráfico y explotación de personas, especialmente de mujeres y niños, el Papa es contundente: “Estos crímenes han de ser decididamente condenados y castigados mientras que una gestión regulada de los flujos migratorios, que no se reduzca al cierre hermético de las fronteras, al endurecimiento de las sanciones contra los irregulares y a la adopción de medidas que desalienten nuevos ingresos, podría al menos limitar para muchos emigrantes los peligros de caer víctimas del mencionado tráfico”.

Las buenas posibilidades

Por otra parte, “la Iglesia no deja de poner de manifiesto los aspectos positivos, las buenas posibilidades y los recursos que comportan las migraciones”. Lo hace a través de diversas tareas desde varias perspectivas: auxilio en las frecuentes situaciones de dramas y tragedias, acogida e inserción integral, o el cuidado de la dimensión religiosa, la “tarea más importante y específica”, asegura el Papa.

Al respecto, indica: “La Iglesia y las diversas realidades que en ella se inspiran están llamadas a evitar el riesgo del mero asistencialismo, para favorecer la auténtica integración, en una sociedad donde todos y cada uno sean miembros activos y responsables del bienestar del otro, asegurando con generosidad aportaciones originales, con pleno derecho de ciudadanía y de participación en los mismos derechos y deberes”.

“Emigrantes y refugiados, junto a las dificultades, pueden experimentar también relaciones nuevas y acogedoras, que les alienten a contribuir al bienestar de los países de acogida con sus habilidades profesionales, su patrimonio socio-cultural y también, a menudo, con su testimonio de fe, que estimula a las comunidades de antigua tradición cristiana, anima a encontrar a Cristo e invita a conocer la Iglesia”, finaliza.

 

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