Pilar Malla: “Tenemos el peligro de tratar a las personas como un número”

Pilar Malla exdirectora de Cáritas Barcelona

Exdirectora de Cáritas Barcelona

Pilar Malla exdirectora de Cáritas Barcelona

Entrevista con Pilar Malla [extracto]

JORDI LLISTERRI | Su preocupación siempre han sido las personas. Y Pilar Malla (Pont d’Armentera, Tarragona, 1931) lo ha concretado como asistenta social en Francia con los inmigrantes españoles de los años 60, como profesora de la Escuela Universitaria de Trabajo Social de Barcelona, como responsable del departamento que puso en marcha los servicios sociales del primer gobierno de la Generalitat, como directora de Cáritas Diocesana de Barcelona, como diputada en el Parlament o como Síndica de greuges (Defensora del pueblo) de Barcelona.

Siempre con la mirada puesta en las personas a las que debía resultar útil su servicio. Sus preocupaciones, centradas principalmente en la labor de los servicios sociales, han quedado ahora recogidas en el libro Hacer frente a la pobreza (CPL Editorial), donde también se pone de manifiesto que atender a quienes hoy están viviendo tantas situaciones de precariedad, además de un reto para una sociedad cada vez más fracturada, lo es también, y fundamental, para quien quiera vivir la vida desde la experiencia del Evangelio.

– ¿Con qué actitud hay que acercarse a la pobreza?

– Tomándose al otro con seriedad. No tratar a la gente según las condiciones en las que vive, sino porque son personas. Y eso quiere decir tal vez perder algo más de tiempo hablando. Hay gente que casi no ha sido escuchada. Escucha a las personas hasta el final. No es necesario trabajar como asistente social para hacerlo. Solo hay que ir por la calle y querer verlo.

“Jesús siempre mira y ve.
Pregunta a cada persona qué quiere.
Y se entretiene con ella.
En cambio, pienso que nosotros
vamos por el mundo demasiado distraídos”.

– ¿Cómo aprendió a hacer eso?

– Eso surge de mi experiencia cristiana y humana. En la JOC, con el diario del militante, cada día teníamos que escribir lo que habíamos hecho y visto. Eso me proporcionó un hábito: aprender a aprender de lo que te dice la gente y de lo que ves. Te dabas cuenta de que no habías escuchado lo suficiente, que no habías entendido bien, y te enseñaba a cambiar de actitud. No podemos pasar por el mundo mirando sin ver. O, como nos decían en el grupo del IMS (Instituto de Misioneras Seculares): si tenéis una actitud sencilla, siempre podéis aprender de los demás.

– ¿Ser cristiano también es eso?

– Para mí tiene una raíz evangélica. Jesús siempre mira y ve. Pregunta a cada persona qué quiere. Y se entretiene con ella. En cambio, pienso que vamos por el mundo demasiado distraídos. La paternidad de Dios y la fraternidad humana son la clave. Un Dios padre y cercano.

– ¿Cómo se concreta eso en el trabajo social?

– Yo quitaría del vocabulario la palabra “pobres”. La pobreza es una condición en la que vive una persona, pero el sujeto es la persona. Primero es persona y después viene la pobreza. En cambio, con demasiado frecuencia catalogamos a la gente de una manera determinada: hablamos de los pobres, de los parados, de los inmigrantes… Y nosotros –dándonos cuenta o no– creemos que ya sabemos qué es lo que necesita ese pobre. En cambio, ese ser humano es una persona diferente de otra.Pilar Malla exdirectora de Cáritas Barcelona

Actuar ante la realidad

– A todos nos llama la atención ver personas pobres en la calle, pero no sabemos muy bien qué hacer…

– Todos vivimos esta situación. A mí también me resulta una situación muy difícil. ¿Qué debes hacer? Piensas que si no les diesen nada, no pedirían. También me sabe mal darle una moneda; pienso que es una manera de humillarlos. Muchas veces he optado por no dar a todos y dar mucho a una persona en concreto para que dejase de pedir. Pero seguía pidiendo. Quiere decir que vive en otra situación y que, en cambio, yo le aplico mis criterios para entenderle. De la misma manera que me es más fácil –como hice hace pocos días en el Paseo de Gracia de Barcelona– ver a un hombre que rebuscaba en las papeleras e ir a comprarle un bocadillo. Ante una persona que tiene hambre, démosle una cosa buena y que no deba roer lo que los demás no quieren.

– Pero eso es algo que no hace todo el mundo…

– Pues a mí me sale más esto. Pero lo que peor me sabe es que, actualmente, estemos muy contentos porque tenemos bancos de alimentos o porque hacemos maratones contra la pobreza. Eso nos pone contentos, y nos debería dar pena.

– ¿Nadie sabe cómo solucionarlo?

– Creo que el problema es que, en general, se dan soluciones sin conocer la realidad. Ahora se ha hablado de obligar a la gente que cobra un subsidio, cuando se les ha acabado el paro, a ir a limpiar bosques o a realizar servicios a domicilio. ¿No ven que con esta política solo pueden dar un mal servicio o desaprovechar una nueva salida laboral, como puede ser limpiar bosques y realizar unos buenos servicios a domicilio? No se piensa en las personas que tienen que hacer estas labores y en quienes las han de recibir. O ante la pobreza infantil. ¿No debemos actuar de una manera diferente? ¿Hemos de dejarles así? Somos capaces de entender muchas cosas, pero ante esta realidad humana no sabemos actuar. Creo que falta imaginación y creatividad ante este momento histórico.

“Pobreza y marginación se han de convertir
en criterios inspiradores de
una política global y
no deben ser objeto de políticas sectoriales”.

– ¿Cuál es el principal problema de los servicios sociales?

– Que en la práctica siempre sean solo para los pobres. Es un error, porque el trabajo social tiene muchos más componentes que la cuestión económica. También me he peleado mucho en contra de los catálogos o de las listas de ayudas. Recuerdo el caso de una mujer que pedía una tarjeta de autobús, pero eso no estaba contemplado en el catálogo de ayudas económicas. Le podían pagar un alquiler, pero lo que necesitaba la mujer era una tarjeta de autobús. No podemos confeccionar una lista de respuestas si no sabemos primero qué necesita cada persona. O, por ejemplo, también tenemos servicios para que los transeúntes vayan a dormir. Como es transeúnte, nosotros ya tenemos la solución: darle un espacio para dormir. Pero, ¿qué quiere aquel transeúnte? Quizá lo que quiere es hablar.

“Yo no sé nada”

– Pide usted un trato más cercano…

– Pido que se vea a la persona. Jesús, cuando venía una persona, la escuchaba y le preguntaba: ¿qué quieres? Jesús llevaba a cabo un trabajo individual, con cada uno. Y nosotros, muchas veces, tratamos por igual a toda la gente que no tiene medios para vivir. En un momento como el actual tenemos el peligro de tratar a las personas como un número determinado y con una solución determinada. Es un problema grave, aunque hay entidades que tienen muy claro que una cosa es ayudar o dar respuesta a una necesidad, y otra es escuchar y estar al lado del otro, querer comprender. Una es: yo ya lo sé. Y la otra es: yo no sé nada, y aunque vayas por la calle y seas pobre, no sé qué te pasa, porque eres diferente de otro. Eso, la gente que trata cada día con ello en Cáritas, en las Hijas de la Caridad, en San Juan de Dios, en Arrels… lo tienen muy claro.

– ¿Hemos tolerado la pobreza?

– La hemos tolerado y la creamos. Pobreza y marginación se han de convertir en criterios inspiradores de una política global y no deben ser objeto de políticas sectoriales. Y la respuesta que damos no es la adecuada para estimular a las personas. Muchas de las ONG que hay están más especializadas en cosas concretas y sin una visión amplia de la respuesta que se debe dar a la gente. A momentos diferentes, caben soluciones diferentes. Se ha de repensar todo. Siempre militamos por lo pobres pero no les hacemos militantes.

En el nº 2.831 de Vida Nueva.

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