John Tong Hon: “El Gobierno chino será derrocado por los ciudadanos si no da más libertad al pueblo”

John Tong Hon, cardenal arzobispo de Pekín

John Tong Hon, cardenal arzobispo de Pekín

John Tong Hon, cardenal arzobispo de Pekín

Entrevista con John Tong Hon [extracto]

DARÍO MENOR | Hong Kong es el puente que comunica China con el Vaticano. Lo sabe bien su obispo, el cardenal John Tong Hon, un pastor de trato cálido que echa mano de la sabiduría ancestral de su pueblo para afrontar los problemas de hoy: “La palabra crisis, en chino, se compone de dos palabras: peligro y oportunidad”.

Pese a las difíciles relaciones que mantienen Pekín y la Santa Sede, Tong ve el futuro con optimismo y deja una advertencia al Gobierno chino: “Si no da más libertad al pueblo, será derrocado por la fuerza por los propios ciudadanos”. Pide, además, al resto de países que presionen a China para que garantice la libertad religiosa, con la que todo el país “puede lograr muchas ventajas”.

– Usted fue el primer ponente del Sínodo sobre Nueva Evangelización. ¿Por qué desgranó la historia reciente de Hong Kong?

– Compartí lo que hemos pasado. En 1997, hace 15 años, teníamos miedo porque Hong Kong dejaba de ser una colonia británica y volvía a China. Mucha gente emigró a otros países y hubo quien aconsejó al entonces arzobispo, cardenal John Baptist Wu Cheng-chung, que enviase sacerdotes al extranjero y sacase de Hong Kong documentos importantes. Había miedo de que fuésemos perseguidos o suprimidos por los comunistas. Pero el cardenal Wu tenía una gran fe y dijo que no, que había que confiar en Dios y en los acuerdos firmados entre los gobiernos británico y chino. Desde 1997, rige por 50 años el principio de “un país, dos sistemas”.

En aquella época yo era vicario general. Le decíamos a la gente que profundizase en su fe, que confiara. Muchas personas entonces aprendieron mejor el Catecismo y fueron así mejores católicos. La palabra crisis, en chino, se compone de dos palabras: peligro y oportunidad. Para nosotros aquel fue un momento de peligro, pero hubo muchísimos bautizos. Fue, al final, un momento positivo para la Iglesia. Durante la Revolución Cultural pasó algo similar. Llegaron muchos refugiados a Hong Kong y también hubo muchas conversiones. Debemos aprender de estas experiencias y no asustarnos por las crisis de hoy, que siempre ofrecen una oportunidad. Hemos de aprender de las primeras comunidades cristianas en tiempos de los apóstoles.John Tong Hon, cardenal arzobispo de Pekín

La carta del Papa

– Hace cinco años Benedicto XVI envió su carta a los católicos chinos. ¿Cómo ha cambiado la situación desde entonces?

– Estamos muy agradecidos por la carta, que tiene tres puntos principales. El primero es sobre cómo la Santa Sede ve a la Iglesia china. La ve como a una sola comunidad, no por un lado a la Iglesia clandestina y por otro a la oficial. Esta dualidad viene porque el Gobierno no ofrece libertad religiosa completa. Los católicos solo están tolerados, y bajo supervisión oficial. Algunos aceptan estas restricciones y otros no, permaneciendo en la Iglesia clandestina. Aunque es difícil, hay contactos entre ambas comunidades. La segunda parte de la carta es sobre la relación entre los católicos chinos y el Gobierno y, la tercera, sobre la relación entre la Santa Sede y el Gobierno. La Santa Sede quiere dialogar. El diálogo es necesario. De hecho, el Gobierno chino sabe que si da más libertad a los católicos puede lograr muchas ventajas. La primera es que el país tendrá una mejor reputación internacional. Otro punto es que si los católicos chinos ven que se respetan sus libertades, tendrán una mayor contribución al país. En Hong Kong seguimos con mucha preocupación esta situación. El Papa nos pidió con su carta que construyésemos puentes con la Iglesia china.

“La Santa Sede quiere dialogar.
El diálogo es necesario.
De hecho, el Gobierno chino sabe
que si da más libertad a los católicos
puede lograr muchas ventajas”.

– ¿Qué motivo llevó al Gobierno a prohibir a los obispos chinos que fueran a Roma para participar en el reciente Sínodo?

– Es un problema de confianza en ellos mismos. Un asesor de Chris Patten, el último gobernador británico, decía que Pekín no daba libertad completa porque veía a las religiones como competidoras del Partido Comunista. Tienen miedo de que, si hay libertad total, la gente se interese más por las religiones que por el partido. En segundo lugar, porque ven los ataques del 11-S como una alarma de que las religiones pueden llevar al terrorismo. Tienen miedo de que en China suceda algo así con los musulmanes. El tercer motivo es por la falta de diálogo entre la Santa Sede y el Gobierno.

– ¿Conllevará el desarrollo económico un mayor respeto por la libertad religiosa?

– No soy un profeta, pero soy optimista. Se llegará a un momento de respeto porque la gente está enriqueciéndose. Muchos tienen hoy dinero para viajar al extranjero, lo que cambia sus mentes. Luego está el efecto de los medios de comunicación: están teniendo mucho éxito la televisión, Internet, los teléfonos móviles… Creo que dentro de no mucho, aunque no sé decir cuándo, el Gobierno chino tendrá que dar más libertad al pueblo. Si no lo hace, será derrocado por la fuerza por los propios chinos. El Gobierno comunista quiere sobrevivir por mucho tiempo, pero para hacerlo tiene que satisfacer las demandas de la población.

– Cuando llegue ese momento, ¿podría producirse un boom del catolicismo en China?

– No creo. La Iglesia china también está viviendo la influencia del materialismo. Cuando hubo la apertura con Den Xiaoping, los seminarios se llenaron. Con el desarrollo del país, mucha gente emigra de los pueblos a las ciudades, logra mejores trabajos y sueldos más altos. Y cada vez menos personas entran en los seminarios. La Iglesia en China debe afrontar las restricciones del Gobierno, pero también el materialismo, el hedonismo.

Relaciones con la Santa Sede

– ¿Es adecuada la postura de la Santa Sede con China?

– En Roma se tratan con mucho cuidado estos temas. La Santa Sede está abierta al diálogo, pues sin él no puede lograrse nada. Eso no significa que haya que sacrificar nuestros principios. La Iglesia debe mantener su unidad. Todos los obispos han de ser ordenados con la aprobación del Papa. Sin ella, no hay legitimidad.

“Roda la gente, todos los
jefes de Gobierno del mundo,
deben decirle de forma unánime a los líderes chinos
que han de dialogar para alcanzar la libertad religiosa”.

– ¿Cómo podrían mejorar las relaciones?

– Vamos en el buen camino, estamos enviando el mensaje adecuado al Gobierno. Pero, al mismo tiempo, toda la gente, todos los jefes de Gobierno del mundo, como los de los Estados Unidos o España, deben decirle de forma unánime a los líderes chinos que han de dialogar para alcanzar la libertad religiosa. Si el mundo presiona a China, puede haber movimientos positivos. A corto plazo, a los líderes de los países no les parece bueno poner énfasis en estos temas, porque se piensa solo en el dinero, pero sabemos que el dinero no es suficiente.John Tong Hon, cardenal de Hong Kong

– Una última pregunta, ya más personal: ¿por qué decidió hacerse sacerdote?

– Nací en Hong Kong, donde vivía mi madre, quien estudió en una escuela de religiosas. Cuando estaba en el instituto, un día el nuncio realizó una visita al centro y la directora seleccionó a mi madre para que fuese ella quien le hiciera entrega de un ramo de flores. Aquel gesto despertó su interés por la Iglesia. Tras la graduación se casó y me tuvo a mí un año después. Cuando yo tenía dos años, en 1941, los japoneses invadieron Hong Kong, así que nos mudamos primero a Macao y luego a Cantón. Durante la guerra sufrimos mucho, temimos por nuestra vida y pasamos escasez. Tras aquella experiencia, mi madre decidió bautizarse. Luego lo hizo el resto de la familia.

Tras la II Guerra Mundial llegaron los enfrentamientos entre comunistas y nacionalistas. En aquella época, cada día veía a muchos refugiados y soldados heridos que venían a Cantón. Había un misionero estadounidense que todos los días les ayudaba. Me impresionó mucho verle y decidí que, cuando fuese mayor, yo también quería ayudar a otras personas. Los comunistas, tras su victoria, empezaron a perseguir a los ricos y luego expulsaron a todos los extranjeros, incluyendo a los misioneros. Entonces la Iglesia decidió preparar a chinos para no desaparecer. Me animaron a que fuese al seminario menor de Macao. Dejé Cantón el día antes de que prohibieran salir de allí, en febrero de 1951. Luego pasé al seminario mayor de Hong Kong.

En el nº 2.831 de Vida Nueva.

 

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