Libros

Hubo una vez un Concilio


Un libro Juan Rubio (Khaf, 2012). La recensión es de Antonio Gil Moreno

Hubo una vez un Concilio, Juan Rubio, Khaf

Hubo una vez un Concilio. Carta a un joven sobre el Vaticano II

Autor: Juan Rubio

Editorial: Khaf, 2012

Ciudad: Madrid

Páginas: 134

ANTONIO GIL MORENO | De nuevo, un nuevo libro de Juan Rubio, director de Vida Nueva, que nos llega con el sello de la actualidad y la etiqueta de un estilo diferente –o acaso el mismo de siempre–, el de una postal amable, cercana e intimista sobre el Concilio Vaticano II.

El título ya nos invita al recuerdo (Hubo una vez un Concilio), pero, sobre todo, a dejar caer nuestra mirada en los pliegues de la historia para colocar en primer plano –como se ha hecho en estos 50 años de su inauguración– el Concilio Vaticano II. Con la novedad –y así reza en el subtítulo: Carta a un joven sobre el Vaticano II– de dirigirse a los jóvenes.

Ante los libros de Juan Rubio hay que prepararse siempre para captar, antes que los mensajes, las novedades, las noticias, las buenas o malas noticias que ha descubierto y nos quiere ofrecer. No desde la crítica pesimista, sino desde sus ángulos más luminosos y esperanzados. Con un especial olfato y sentido periodístico, primero, planea sobre la realidad, los hechos y circunstancias que vivimos y nos afectan, el momento social, desplegado en su más amplio abanico (político, económico, religioso); y, a renglón seguido, pasa a convertir esa realidad en punto de atracción, en materia de estudio, para iluminarla con el pensamiento, con los manantiales de la verdad, buscándole después sentido y ofreciéndole soluciones.

En este libro, el autor nos presenta a un amigo imaginario, de carne y hueso, cuya edad oscila entre los 18 y los 30 años, al que pone un nombre ficticio (Chancho) y contempla, no como un amigo cibernético (de esos que crean las nuevas tecnologías con sus perfiles tan bien editados), sino como un amigo con los contenidos de la amistad tradicional, según la entendieron clásicos como Cicerón, quien se refería a ella así: “No creo que, exceptuada la sabiduría, los dioses hayan hecho al hombre un regalo mejor”.

Y subraya el autor del libro: “La amistad es una fiesta, y desde ese sentido festivo te escribo”. A Miguel de Unamuno le gustaba encabezar con un “querido amigo” sus cartas, porque decía que el destinatario sería amigo, al menos, de alguien. Para él, la amistad “es el mejor de los títulos que se pueden usar para hablar a las personas”.

Reflexiones profundas

Con esta perspectiva, a ese amigo desconocido pero querido, Juan Rubio va ofreciéndole en cada capítulo sus notas abiertas y sus reflexiones profundas sobre lo que fue, supuso y sembró en la besana de la historia el Concilio Vaticano II. Pero con el gran acierto de “entroncar” –o, si se quiere, “entrelazar”– su visión personal con la de las jóvenes generaciones de esta hora.

Esta es una de las grandes cualidades de la obra: describirnos la juventud de hoy, su forma de pensar, sentir y actuar, su receptibilidad, sus luces y sus sombras. Una juventud que se alimenta no tanto de los libros, cuanto de las vivencias y experiencias personales. Y así se lo echa en cara: “La teoría no os sirve, ni la experiencia de los demás, especialmente de los adultos, tampoco; los contornos marcados por los tabúes y las zonas prohibidas son vistas solo como limitaciones y trabas a vuestra libertad y por eso los detestáis”.

A lo largo de los capítulos, manteniendo el estilo de postal cercana, Juan Rubio va escogiendo –unas veces en forma de anécdota, otras en datos de encuestas y estudios– una serie de realidades que configuran la situación de la juventud. Así señala, por ejemplo, el desconocimiento que los jóvenes tienen de los textos conciliares, pensando que el Vaticano II fue el causante de muchos de los males que asolan los ámbitos religiosos. El autor refuta el argumento con contundencia: “El Concilio fue un nuevo Pentecostés que reformó a la Iglesia y la renovó por dentro, lanzándola hacia fuera con fuerza y esperanza. Eso fue lo más importante del Concilio”.

A continuación, en cada capítulo, va desgranando algunos de los entresijos del anuncio, de la puesta en marcha y de la celebración del Concilio, intercalando anécdotas desconocidas: “El Concilio nació desde la sencillez y la responsabilidad pastoral del Papa, como fue buena prueba aquel espléndido Discurso de la Luna llena, de Juan XXIII”.

Pasa revista luego a los concilios celebrados en la Iglesia, para ofrecernos después cómo se encontraba el mundo y la Iglesia en aquellos años 60: “No eran tiempos fáciles. Las reformas llamaban con fuerza a todas las puertas”. Y, enseguida, presenta los cuatro documentos claves del Concilio, resultado de estudios previos, discusiones, arreglos y acuerdos. Se detiene, desmenuza y presenta con claridad la Lumen Gentium y sus tres brazos: Sacrosanctum Concilium, Dei Verbum y Gaudium et Spes.

Tras una síntesis perspicaz y diáfana de cada uno de ellos, el autor ofrece a los jóvenes un capítulo de gran interés: “Algunas preocupaciones personales con respecto a los ritmos de aplicación del Concilio”. Lo que nos dice viene a ser como “bajar el Concilio a nuestros afanes cotidianos, insertarlo en nuestras preocupaciones concretas de cada jornada, colocarlo junto a nuestros pasos y nuestro caminar”.

En el Epílogo no podía faltar su “Credo personal”, su visión de la Iglesia, del Pueblo de Dios, de su caminar por la historia, de los jóvenes de hoy. El libro, finalmente, incluye algunos artículos periodísticos del autor sobre el Concilio.

En síntesis, esta obra tiene tres valores o ventajas especialmente atrayentes: su diagnóstico, entre líneas, de la juventud de hoy; su presentación admirablemente sintetizada en lo esencial de los principales textos conciliares, con lo que se convierte en manual práctico de consulta; y, por último, su estilo directo, cercano e intimista, que hace que la lectura se convierta en apasionante comunicación entre el autor y el lector.

En el nº 2.830 de Vida Nueva.

Actualizado
04/01/2013 | 07:33
Compartir