Javier Álvarez-Ossorio: “La Vida Religiosa debe ser una escuela de vivencias del Evangelio”

Javier Álvarez-Ossorio superior general Sagrados Corazones

Superior general de los Sagrados Corazones

Javier Álvarez-Ossorio superior general Sagrados Corazones

Entrevista con Javier Álvarez-Ossorio [extracto]

Texto y fotos: DARÍO MENOR | Javier Álvarez-Ossorio es el superior general de los Sagrados Corazones. Fue reelegido para el cargo en el capítulo general de la congregación celebrado en Roma en septiembre. Este sevillano espontáneo y directo considera que la Vida Religiosa (VR) debe optar por vivir el Evangelio de forma “honesta y radical”. Reconoce las “contradicciones” y “puntos negativos” de la Iglesia, pero ofrece una reflexión para aceptarlas: “Decir que esta es mi Iglesia es saberte pecador entre los pecadores y reconocer que Jesús ha querido quedarse en medio de nosotros como un cuerpo. Ahí está el reflejo de todas las grandezas y miserias de la humanidad”.

– ¿Cómo ha ido el último capítulo general de la congregación?

– En el capítulo decíamos que no iba a pasar a la historia por ser muy rompedor, pero ha sido una experiencia muy bonita de fraternidad. En otros tiempos ha habido disputas amargas. Ahora ha sido al revés: había una comunión bien bonita. Los temas que hemos hablado y las decisiones que hemos tomado son cosas humildes y sencillas, dirigidas a afirmar una línea en la que ya estamos trabajando. Hemos hablado de la vida comunitaria y de cómo cuidarnos más los unos a los otros para apreciarla más. Si decimos siempre que la vida comunitaria es buena, debemos ayudarnos para desearla, no solo soportarla, como ocurre a veces. Hemos dado un mensaje a los presbíteros de la congregación, que somos el 90%, para advertir del riesgo del clericalismo, que se manifiesta en el abuso de poder, el individualismo, en la manera de tratar a la mujer o cuando no tenemos en cuenta a los laicos… Otro tema tratado ha sido el de la edad. Hay que prepararse para ser buenos ancianos. Javier Álvarez-Ossorio superior general Sagrados Corazones

– ¿Resulta complicado sacar ideas nuevas en este momento de la Vida Religiosa?

– No sé si van a surgir cosas rompedoras en la congregación, ojalá, pero el trabajo en que estamos ahora es mucho más artesanal, es ir construyendo vidas concretas, comunitarias, que sean sabrosas a nivel local. Por eso hemos utilizado el símbolo de la sal en el capítulo. Quizás una de las cosas más necesarias en la VR es ser una escuela de vivencias del Evangelio, como siempre ha querido. En esos baremos nos movemos ahora. No veo esta realidad de forma resignada, sino al revés. Me ha gustado la evolución que en los últimos años ha vivido mi congregación para hablar de las cosas con más sencillez, más claridad y más verdad, y al mismo tiempo, hacerlo con caridad. No hay que irse inmediatamente al gran discurso, como el del compromiso con los pobres o el ser signos proféticos, o a proyectos muy llamativos. A mí me gustaría ser más novedoso y rompedor, pues la Iglesia necesita cosas nuevas, pero nosotros ahora mismo no somos la punta de lanza.

Sencillez, honestidad, radicalidad

– ¿Qué debe aportar la Vida Religiosa hoy a la sociedad?

– El verdadero aporte revolucionario de la VR viene ahora mismo por vivir sencillamente el Evangelio de una manera lo más honesta y radical posible. Si a partir de ahí te embarcas en proyectos fuertes y rompedores, estupendo, pero creo que Dios puede hacer algo interesante con nosotros en la medida en que en el día a día intentemos vivir con sencillez lo que hemos profesado, que es una vida evangélica sencilla. Si no, veo el peligro de creernos mejores que nadie, y entonces no contribuimos a un nuevo modelo de comunión que necesitamos en la Iglesia, de forma que nos reconozcamos como hermanos en el Evangelio todos, laicos, religiosos, obispos, sacerdotes y quien sea.

En Europa somos unos 300 y estamos disminuyendo rápidamente. Lo mismo ocurre en los Estados Unidos, donde hay unos 100 hermanos. En América Latina nos mantenemos más o menos por los jóvenes que entran en la congregación. Allí somos unos 200. En África, donde hay unos 40 hermanos, hay vocaciones, pero las recibimos con mucho filtro, por la necesidad de seleccionar y por la capacidad de una comunidad pequeña para formar a nuevos miembros. En Indonesia, Filipinas, India y otros países asiáticos hay vocaciones, pero existe el riesgo de intentar crecer demasiado rápido, lo cual no es bueno. En total, somos hoy unos 800 hermanos. La edad media es de alrededor de 60 años. Haciendo cálculos, podría ser que bajásemos hasta los 600 y nos estabilizásemos en torno a esa cifra.

“Creo que Dios puede hacer
algo interesante con nosotros
en la medida en que en el día a día
intentemos vivir con sencillez lo que hemos profesado,
que es una vida evangélica sencilla”.

– ¿Cómo era la situación hace 50 años?

– Al comienzo del Concilio Vaticano II éramos más de 2.000. La cifra más alta la alcanzamos a finales de los años 50. Desde finales de los 60 empezamos a bajar. La congregación se fundó al principio del siglo XIX. Hasta las vísperas de la II Guerra Mundial éramos siempre unos 400. Hubo una subida muy grande hasta los años 50, que se explica en parte porque se crearon las escuelas apostólicas, a las que entraban los chavales con diez años de edad. Muchos se quedaron en la congregación. Javier Álvarez-Ossorio superior general Sagrados Corazones

– ¿Vive con dolor la disminución en el número?

– En el capítulo general se ha visto que no lo vivimos como algo depresivo. Hay lugares donde tenemos juventud y otros, como Europa o los Estados Unidos, donde debemos estar de otra manera, con grupos más pequeños o, como hemos hecho en Bélgica, con una comunidad internacional. No podemos mantener a toda costa todo lo que hemos estado haciendo hasta ahora. Hay una sana conciencia de que hay que adaptarse, cerrando algunas cosas.

– ¿Ve como una alternativa ceder parte de su misión a los laicos?

– Esta cuestión varía según las zonas. Hay provincias en donde el trabajo de tú a tú con seglares es flexible y espontáneo, y otros lugares en donde se lleva a cabo menos. En los colegios hay división de opiniones. En algunos lugares, los hermanos están a favor de, por ejemplo, poner un director laico, mientras que en otros sitios los hermanos piensan que no, pues así se puede perder la visión evangelizadora clara.

Los laicos también evangelizan

– Usted se educó en un colegio de los Sagrados Corazones. ¿Propició su vocación el contacto con los sacerdotes del colegio? ¿Pueden repetirse historias como la suya en escuelas donde no haya religiosos y recaiga en los laicos la evangelización?

– Para mí fue determinante. Decidí hacer algo fuerte con mi vida como cristiano con la imagen delante de los curas del colegio. Pero pienso que la vocación la puede transmitir perfectamente un laico. Nuestra presencia como congregación en los colegios puede ir cambiando. Podemos trabajar más con los profesores o estar presentes como comunidad. El colegio puede seguir siendo un lugar de pastoral fantástico, pero la presencia puede ser de otra manera. Mi única interrogación respecto a los colegios es que la mayoría de los nuestros están en medios sociales acomodados, como el mío. Son zonas que también han de ser atendidas y evangelizadas, pero no son los márgenes. Si somos pocos, hay que decidir dónde estar.

“El colegio puede seguir siendo
un lugar de pastoral fantástico,
pero la presencia puede ser de otra manera.
Si somos pocos, hay que decidir dónde estar”.

– Dijo usted en una ocasión que la Iglesia era “nuestra casa a pesar de todo”. ¿Por qué ese “a pesar de todo”?

– A todos nos resulta fácil identificar las contradicciones de la Iglesia o sus puntos negativos. Toda la parafernalia de la Iglesia, la dureza a la hora de tocar algunos temas, el sentirse grandes personajes, el utilizar a Jesús y al Evangelio para justificar nuestras propias ideas o decir disparates en nombre de Dios… Todo eso está en la Iglesia. A veces es difícil aceptarlo, pero me hace pensar en cómo es Dios mismo. Como dice la Carta a los Hebreos, Él no se avergüenza de llamarnos hermanos, a pesar de que nos conoce bien. Decir que esta es mi Iglesia es saberte pecador entre los pecadores y reconocer que Jesús ha querido quedarse en medio de nosotros como un cuerpo. Ahí está el reflejo de todas las grandezas y miserias de la humanidad.

En el nº 2.828 de Vida Nueva.

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