Una Iglesia menos europea, italiana y curial tras el segundo consistorio del año

neocardenal Béchara Boutros Rai, patriarca Antioquía Maronitas, Líbano

El Papa crea seis nuevos cardenales y ya hay 120 electores


Así fue la ceremonia de creación de los seis nuevos cardenales [vídeos]

ANTONIO PELAYO. ROMA | El quinto consistorio de Benedicto XVI para la creación de nuevos cardenales es un unicum por varias razones. Es la primera vez en la historia que, en el curso de un mismo año, se celebran dos consistorios cardenalicios, y es igualmente la primera vez que en la lista de los neo-purpurados no figura ningún italiano ni europeo.

De otra parte, el número de los incorporados al Colegio Cardenalicio por el Papa en este consistorio es, con gran diferencia, el menor de todos los precedentes (fueron 15 en el de 2006, 23 en el de 2007, 24 en el de 2010 y 18 en febrero de este año). Para encontrar una cifra semejante, hay que remontarse a tiempos inmemoriales, cuando Sixto V elevó, en 1586, de 30 a 70 los componentes del entonces llamado “Sacro Colegio”.

El anuncio papal cogió a todos por sorpresa, puesto que nadie esperaba un consistorio hasta el próximo año, cuando el número de vacantes en el numerus clausus de electores (120 por decisión de Pablo VI) hubiera sido mucho mayor. Nadie ha sabido explicar esta “precipitación” pontificia, aun cuando circulan por Roma rumores de todo tipo, algunos de ellos plausibles y otros no tanto. Hasta el momento, Joseph Ratzinger ha concedido la púrpura a 90 eclesiásticos, de los cuales viven 84 y entre los que 67 son electores; es decir, ya más de la mitad de tan selecto club (los 53 restantes fueron creados cardenales por Juan Pablo II).

cardenal John Olorunfemi Onaiyekan, arzobispo Abuja, consistorio noviembre 2012

El cardenal Olorunfemi, con un grupo de africanos

El 24 de octubre de este año, cuando la Asamblea Plenaria del Sínodo de los Obispos tocaba a su fin, Benedicto XVI hizo el anuncio del nuevo consistorio, que, por tercera vez en la historia reciente de la Iglesia, iba a coincidir con la solemnidad de Cristo Rey del Universo. Explicando tres días más tarde a los padres sinodales el significado de esta decisión, dijo: “He querido con este pequeño consistorio completar el de febrero, mostrando que la Iglesia es Iglesia de todos; no es Iglesia de un solo continente, sino Iglesia universal”.

Hace nueve meses, en efecto, entre los cardenales nombrados se contaban 18 electores, de los cuales 14 eran europeos y siete italianos; muchos de ellos, además, curiales.

Una celebración colorida

El 24 de noviembre, pues, la Basílica de San Pedro volvió a ser escenario del consistorio ordinario público, en el curso del cual, el Pontífice impuso el birrete cardenalicio, entregó el anillo y asignó el correspondiente título o diaconía a los siguientes eclesiásticos: monseñor James M. Harvey, hasta ahora prefecto de la Casa Pontificia y nombrado la víspera arcipreste de la Basílica de San Pablo Extramuros; Su Beatitud Béchara Boutros Rai, patriarca de Antioquía de los Maronitas (Líbano); Su Beatitud Baselios Cleemis Thottunkal, arzobispo mayor de Trivandrum (India) de los siro-malankares; monseñor John Olorunfemi Onaiyekan, arzobispo de Abuja (Nigeria); monseñor Rubén Salazar Gómez, arzobispo de Bogotá (Colombia); y monseñor Luis Antonio G. Tagle, arzobispo de Manila, en las Islas Filipinas.

cardenal Luis Antonio Tagle, arzobispo de Manila, noviembre 2012

El cardenal filipino Tagle, enjugándose las lágrimas

El protocolo vaticano –a cuyo frente ha sido puesto José Avelino Bettencourt, que sustituye a Fortunatus Nwachukwu, nombrado nuncio apostólico en Managua– tuvo una mañana complicada para situar a las cuatro delegaciones oficiales: la libanesa, a cuyo frente figuraba el presidente de la República General, Michel Sleiman, con un séquito de 25 personas; la filipina, presidida por el vicepresidente de la República, Jejomar C. Binay; la india, con el presidente del Parlamento, P. J. Kurien; y la procedente de Nigeria, a cargo del senador David Park.

Entre los miles de asistentes, había nutridas representaciones de estos países. Extrañamente, Colombia no envió a Roma ninguna delegación oficial, ni tampoco lo hicieron, como suelen, por otra parte, los Estados Unidos.

Antes de la ceremonia, Benedicto XVI dio lectura a la alocución que tenía preparada y que, como dijo, iba a estar “particularmente centrada en el significado del término ‘católica’, que indica una rasgo esencial de la Iglesia y de su misión”, ya que esta es la continuación del mesianismo de Cristo, que supera “todo particularismo étnico, nacional y religioso”.

“La Iglesia –diría un poco más adelante– es el fermento que se esparce por el mundo, entra en las diversas coyunturas y en los múltiples contextos culturales y sociales, pero que sigue siendo una única Iglesia. En torno a los apóstoles, florecen comunidades cristianas, pero estas son ‘la’ Iglesia que tanto en Jerusalén como en Antioquía o Roma es siempre la misma, una y universal”.

“También –añadió– el Colegio Cardenalicio se sitúa en el surco y en la perspectiva de la unidad y la universalidad de la Iglesia: muestra su variedad de rostros en cuanto expresa el rostro de la Iglesia universal. A través de este consistorio, deseo destacar de manera particular que la Iglesia es la Iglesia de todos los pueblos y se expresa por tanto en las diversas culturas de los distintos continentes. Es la Iglesia de Pentecostés, que en la polifonía de las voces eleva un canto único y armonioso al Dios vivo”.

Juramento de fidelidad

A continuación, los nuevos cardenales, después de haber hecho la solemne profesión de fe, pronunciaron su juramento de fidelidad y obediencia al Sucesor de Pedro, comprometiéndose, entre otras cosas, “a no manifestar a nadie todos aquellos asuntos o secretos que me sean confiados y cuya divulgación pudiera acarrear daño o deshonor a la Santa Iglesia” (fórmula muy anterior al caso Vatileaks, pero que ahora cobra nueva actualidad).

cardenal Rubén Salazar, arzobispo de Bogotá

El cardenal Salazar charla con Egan, emérito de Nueva York

El Papa, al imponerles la birreta, les recordó “que debéis estar preparados para comportaros con fortaleza hasta el derramamiento de la sangre por el incremento de la fe cristiana y la tranquilidad del Pueblo de Dios”.

Especialmente emocionantes fueron los aplausos y vítores con que los fieles acogieron los nombres de sus compatriotas elevados a tan alta dignidad eclesial. Nota conmovedora fueron las lágrimas que no pudo contener el joven arzobispo de Manila al recibir el abrazo de Benedicto XVI, que intentó enjugar sus mejillas.

Por la tarde, en el curso de las que antes se llamaban “visitas de calor”, fue muy expansiva la alegría de los nigerianos que acompañaban al arzobispo de Abuja y cuyas mujeres llevaban vestidos confeccionados con un tejido estampado con el nombre y el rostro de su nuevo cardenal.

Al día siguiente, solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo, Benedicto XVI –con manifiestos gestos de cansancio– volvió a la Basílica de San Pedro para concelebrar con los seis nuevos cardenales la Eucaristía. En nombre de ellos, el cardenal Harvey le dirigió unas palabras de agradecimiento en las que resaltó que “su vida de estudioso –como sacerdote y profesor, como obispo diocesano, como prefecto en la Curia romana y últimamente como Obispo de Roma– ha sido una lección viva que certifica que la teología más profunda no es la que nace en una mesa de estudio, sino la elaborada estando de rodillas”.

La homilía del Papa tuvo como núcleo central la solemnidad litúrgica de Cristo Rey: “Está claro que Jesús no tiene ninguna ambición política. Tras la multiplicación de los panes, la gente entusiasmada por el milagro quería hacerlo rey para derrocar el poder romano y establecer así un nuevo reino político que sería considerado como el Reino de Dios tan esperado. Pero Jesús sabe que el Reino de Dios es de otro tipo, no se basa en las armas y la violencia… El Reino de Dios es un reino completamente distinto a los de la tierra”.

cardenal Baselios Cleemis Thottunkal

El Papa impone el birrete a Thottunkal

Un poco más adelante, y después de haber constatado la extrañeza de Pilatos ante “un poder que no responde a la lógica del dominio y de la fuerza”, Benedicto XVI adviertió que “ser discípulos de Jesús significa no dejarse cautivar por la lógica mundana del poder, sino llevar al mundo la luz de la verdad y el amor de Dios”, y deseó que los nuevos cardenales sean conscientes de su “ardua responsabilidad: dar testimonio del Reino de Dios, de la verdad. Esto significa resaltar siempre la prioridad de Dios y su voluntad frente a los intereses del mundo y sus potencias”.

De cómo se comportan esas “potencias” y esos “intereses” son testigos, en primera línea, algunos de los nuevos cardenales. El nigeriano, por ejemplo, cuyas comunidades son objeto de repetidos y sangrientos ataques por parte de los extremistas de la secta islamista Boko Haram.

“El problema –declaró el cardenal Olorunfemi– es que, tal y como está organizada la comunidad musulmana, nadie puede decirles que se paren, y por eso nosotros sufrimos a causa de las dificultades internas del islam. Pero la realidad es que nosotros tenemos que convivir con ellos y hacerlo del mejor modo posible”.

Al recibirles con sus familias el lunes por la mañana, Benedicto XVI deseó que la elevación al cardenalato del patriarca maronita del Líbano, Su Beatitud Béchara Boutros Rai, sirva para ayudar en el proceso de paz en Oriente Medio, “donde los cristianos deben poder vivir libremente su fe”.

Por la paz en Colombia

También dirigió unas calurosas palabras al cardenal Salazar Gómez, invitando a todos “a elevar fervientes oraciones por el nuevo purpurado, para que esté cada vez más unido al Sucesor de Pedro y colabore infatigablemente con la Sede Apostólica”.

Después de afirmar que tiene “muy presentes en mi corazón y plegaria a todos los hijos e hijas de Colombia, pido a Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá para que avancen en paz y concordia, por los caminos de la justicia, la reconciliación y la paz”.

neocardenal Béchara Boutros Rai, patriarca Antioquía Maronitas, Líbano

El libanés cardenal Béchara B. Rai

En una recepción organizada esa misma tarde por Germán Cardona Gutiérrez, embajador de Colombia ante la Santa Sede, se dio lectura a una carta de la ministra de Asuntos Exteriores, María Ángela Holguín, en la que expresaba su satisfacción por la incorporación al Colegio Cardenalicio de un hijo de Colombia, y destacaba “el apoyo que la Iglesia ha otorgado a nuestro país, tanto en la consecución de la paz y la reconcilianción nacional, como en el marco de la histórica relación concordataria basada en la solidaridad”.

Diálogo con los musulmanes

Por otra parte, dos acontecimientos revelan que el diálogo entre cristianos y musulmanes no se detiene a pesar de las múltiples dificultades. En Roma, del 19 al 21 de noviembre, ha tenido lugar el octavo encuentro entre el Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso y su equivalente islámico, el ICRO (Organización de la Cultura y de las Relaciones Islámicas).

Bajo la presidencia del cardenal Jean-Louis Tauran y de Bagher Korramshad, se ha analizado La cooperación de católicos y musulmanes en la promoción de la justicia en el mundo contemporáneo.

Además, el 26 de noviembre se inauguró en Viena el Centro Internacional para el Diálogo Interreligioso e Intercultural Rey Abdullah Bin Abdulaziz, cuyos estados fundadores son el Reino de Arabia Saudita, la República de Austria y el Reino de España (representado en el acto por el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo). La Santa Sede, que envió a Tauran, se ha adherido al proyecto como “observador fundador”, y su representante permanente será el español Miguel Ayuso Guixot, secretario del Pontificio Consejo antes citado.

Con una nota de Federico Lombardi, jefe de la Sala de Prensa, el Vaticano remarca que “no dejará de poner de relieve sus preocupaciones acerca del efectivo respeto de los derechos fundamentales de los cristianos que viven en países de mayoría musulmana, con el fin de promover la libertad religiosa en sus diversas expresiones”.

Finalmente, el Papa recibió el día 22 al presidente de Haití, Michel J. Martelly, quien agradeció la ayuda de la Iglesia en la reconstrucción de su país, después del terrible terremoto que lo asoló hace casi dos años y cuyas consecuencias aún está pagando la población.

En el nº 2.826 de Vida Nueva.

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