Una Iglesia mediadora para el siglo XXI

una madre abraza a dos hijos niño y niña

La aportación de la Iglesia a la cultura del encuentro

una madre abraza a dos hijos niño y niña

EMILIA ROBLES Y JAVIER MALAGÓN, Fundación Proconcil | El Dios que se nos revela a través de Jesús es un Dios próximo, que se hizo Hombre y pasó entre la gente escuchando, aportando consuelo y sanando. Jesús promovió que nos sintiéramos hermanos; no hizo proselitismo de ninguna secta de la época, caminó con los pecadores y gentiles, anunció la Buena Noticia con lenguajes y actuaciones comprensibles y mostró entrañas de Misericordia con los que sufrían. Ahora sabemos que Dios nos ama y que su Reino está entre nosotros.

Nuestra misión, como testigos, es estar cerca de la gente que sufre y busca, construyendo fraternidad, situando la mística y la profecía en lo cotidiano; promoviendo la reconciliación y dándonos la Paz.

Decimos que Jesús es mediador porque acercó a Dios a los hombres, pero también porque propició el encuentro fraterno entre ellos y porque anunciaba un mundo mejor para todos.

Siguiendo su ejemplo, los cristianos debemos esforzarnos en ser mediadores, generando vínculos de colaboración en las sociedades en las que vivimos. Y hacerlo de forma visible y palpable. Denunciar y transformar las estructuras y relaciones que dividen y oprimen a las personas es condición necesaria para llevar a cabo esta misión. Y hacer visible este rostro de Iglesia.

La Iglesia del siglo XXI es –y está llamada a serlo de forma más perfecta y con mayor determinación– una Iglesia mediadora. Mediadora entre el Misterio divino y los hombres, y mediadora entre estos para tejer vínculos de fraterna colaboración, ayudarles a resolver sus conflictos y responder juntos a las graves amenazas que se ciernen sobre la humanidad y sobre el conjunto de la vida en la Tierra.

Para ser coherente con esa doble misión mediadora, precisa acoger la mediación también en su seno, como elemento constitutivo de su cultura conciliar.

Actitudes y valores que nos pueden fortalecer

Junto al compromiso decidido, que se va reflejando en documentos eclesiales de cara a la transformación de esta realidad, y también junto a la acción decidida, y en ocasiones martirial, de personas y organizaciones en la Iglesia por este cuidado, podemos ver signos de debilidad en la Iglesia y en los propios cristianos que limitan su capacidad y eficiencia para cumplir con esta misión. Sin pretensión de exhaustividad, necesitamos renovar la Iglesia en dirección a crecer como:

  • Una Iglesia cercana.
  • Una Iglesia participativa y colaboradora.
  • Una Iglesia Cuerpo de Cristo que promueve la igualdad en Cristo Jesús, entre jerarquía y bases eclesiales, como Pueblo de Dios en marcha; entre hombres y mujeres, entre clérigos y laicos.
  • Una Iglesia crítica con el concepto de desarrollo cuando se identifica por tener más y asociarlo a riqueza y consumo.
  • Una Iglesia multicultural e inculturada.
  • Una Iglesia que aproxima la Biblia a los creyentes y a las comunidades.
  • Una Iglesia dialogal, con capacidad integradora.
  • Una Iglesia dinámica que reflexiona sobre sí misma y se transforma iluminada siempre por el Evangelio, al tiempo que está abierta al mundo.
  • Una Iglesia misericordiosa que se hace presente en las nuevas pobrezas y exclusiones.
  • Una Iglesia capaz de mediar internamente entre la autoridad jerárquica y la base, entre interpretaciones tradicionales de la fe y nuevos acercamientos a la misma.
  • Una Iglesia que media y promueve la reconciliación en sociedades en conflicto.
  • Una Iglesia en conversión permanente.
  • Una Iglesia en libertad.
  • Una Iglesia orante y contemplativa.

La explicación de estas actitudes y valores, lo que dice el magisterio sobre la misión de mediación, más reflexiones sobre la mediación para el cambio social y en la Iglesia y cómo desarrollar la conciliaridad, en el Pliego íntegro, disponible solo para suscriptores.

Una Iglesia mediadora, íntegro en PDF solo para suscriptores

En el nº 2.825 de Vida Nueva. Del 24 al 30 de noviembre de 2012.

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