Editorial

Plenarias episcopales más interconectadas

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EDITORIAL VIDA NUEVA | Se ha celebrado esta semana en Madrid la C Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española (CEE), “institución permanente integrada por los Obispos de España, en comunión con el Romano Pontífice, para el ejercicio conjunto de algunas funciones pastorales del Episcopado Español” (Estatutos, Art. 1,1), constituida en 1966 siguiendo las directrices del Vaticano II y sustituyendo a lo que entonces se conocía como Conferencia de Metropolitanos.

En la nueva estructura se palpaba ya la eclesiología conciliar con respecto al servicio episcopal de un organismo que serviría para la mutua colaboración pastoral, más allá de la jurídica. Desde entonces se ha hecho un largo, rico e intenso camino.

Esta Asamblea, que se cierra con la visita a la localidad cordobesa de Montilla para orar ante la tumba del recién declarado doctor de la Iglesia, san Juan de Ávila, patrono del clero español, ha sido la número cien de estas reuniones, como bien recordó, haciendo un breve recorrido histórico, el presidente en el discurso inaugural.

Han sido años de intensa labor en el seno de esta institución, que ha tenido que trabajar, y duro, primero en la aplicación de las reformas conciliares, posteriormente para tener una voz en la transición política española, y, más tarde, en el largo pontificado de Juan Pablo II, para poner a la Iglesia española en el camino marcado por el Papa. En esta historia, muchos nombres –algunos aún vivos– merecen el reconocimiento y el agradecimiento.

Ahora estamos en un nuevo momento histórico para el colectivo espiritual que sigue reuniéndose y que no debe perder el pulso, la frescura, la osadía, la valentía, la visión global de los temas, para seguir acompañando a las Iglesias locales con un trabajo de coordinación pastoral, porque la CEE no es la Iglesia española entera; es solo la reunión de sus obispos, que en sus diócesis tienen la misión de encarnar a toda la Iglesia universal.

La CEE será significativa si sabe
incorporar a sus trabajos el ruido de la calle,
los anhelos de todos los que peregrinan, creyentes o no,
para darles una respuesta desde la fe
y seguir alentándolos en la esperanza.

El colectivo episcopal, reunido en asamblea, se hace significativo cuando pone oído a los gozos y a las tristezas del pueblo, cuando sabe estar atento para ofrecerle una luz en todo momento de su vida, cuando sabe vivir en una comunión viva, participativa, dialogante, sin cerrar las puertas a la diversidad, abierto siempre a la luz del Espíritu más que a estrategias concretas de grupos dominantes.

La CEE será significativa si sabe incorporar a sus trabajos el ruido de la calle, los anhelos de todos los que peregrinan, creyentes o no, para darles una respuesta desde la fe y seguir alentándolos en la esperanza.

Son muchos los cristianos que siguen esperando de sus obispos esta palabra de aliento, no solo palabras de condena y correctivos frecuentes. Cada vez que hablan deben hacerlo desde el aliento y la esperanza, con el rostro amable.

Serán significativos si se le da a la CEE un carácter menos presidencialista. “El mundo tan interconectado en el que vivimos exige de modo cada vez más apremiante que ejerzamos nuestro ministerio en estrecha colaboración unos con otros, estudiando juntos los problemas comunes, que a todos nos afectan, y buscando vías conjuntas de solución”, decía el presidente en su discurso. Ahora toca hacer realidad tan loable iniciativa.

En el nº 2.825 de Vida Nueva. Del 24 al 30 de noviembre de 2012.

 

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