En manos de Dios

grupo de gente en el momento de la paz durante la celebración de la misa

grupo de gente en el momento de la paz durante la celebración de la misa

JUAN CARLOS GARCÍA DOMENE, Diócesis de Cartagena | El futuro de la parroquia está en nuestras manos, pero, sobre todo, está en manos de Dios. Así de sencillo y de comprometido. El cristianismo vive una transformación colosal y la parroquia también está experimentando el cambio de época.

Es cierto que por ella pasamos todos antes o después, no solo los creyentes, porque es la institución católica más universal. Una parroquia es el pozo de Sicar donde Jesús se muestra sediento y conversa con una humanidad que tiene su cántaro muy vacío.

La parroquia seguirá prestando los mismos servicios que ofrece durante siglos, aunque cambien formas y estructuras, y aunque cuente con menos activos pastorales. Muchas cosas cambiarán, pero no podrá renunciar a ofrecer a todos la Eucaristía, los sacramentos y la celebración de la fe, ni a engendrar nuevos cristianos adultos, jóvenes o niños; no será parroquia si deja de servir a los pobres o visitar a los enfermos y si en ella no se vislumbra la unidad que Dios sueña para todos; no será parroquia si no instruye, si no acoge, si no es signo constante del amor de Dios.

Hoy somos menos, y mañana quizá seamos todavía menos, y más ancianos, y probablemente nos tendremos que agrupar en unidades pastorales más amplias, pero donde nos hallemos, y sea cual sea la organización, estaremos insertos en un territorio y en una historia con un único fin: ser para todos el pozo donde la sed puede saciarse con el agua viva de Jesucristo.

Pero también a la parroquia se le pedirá, se le está pidiendo, que sea el rescoldo donde se reavive la fe y donde la humanidad sombría encuentre el amor y la verdad que busca aun sin saber qué está buscando. De cualquier parroquia se espera que sea misionera en su acción pastoral y que se una a las iniciativas de una nueva evangelización.

La parroquia lleva muchos años albergando a todos: Acción Católica, cofradías y hermandades, archivos centenarios y patrimonio incalculable, pequeñas comunidades, nuevos movimientos, grupos misioneros o de oración, comunidades religiosas, asociaciones culturales o deportivas, Cáritas, Manos Unidas, Scouts, y un sinfín de realidades.

Todos han sido engendrados en ella porque es Iglesia. En nuestras parroquias se han encerrado obreros y emigrantes sin papeles… pero llega el momento en que para encontrar la senda del futuro se ha de volver a lo esencial y se ha de cuidar la identidad y la misión, convocando a todos –personas y grupos– a la unidad de vida, de fe y de acción, y muy especialmente, al don del reconocimiento mutuo que expresa comunión, que modera cualquier abuso de lo propio y particular para abrir paso a lo que está por venir.

En el nº 2.825 de Vida Nueva.

 

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