Decepción vaticana ante la fallida expedición a Siria

cardenal Robert Sarah, presidente Pontificio Consejo Justicia y Paz

La pretendida visita de una delegación sinodal acaba en un viaje del cardenal Sarah a Líbano

niños jugando entre escombros en Siria brutal guerra

ANTONIO PELAYO. ROMA | Desde el 17 de octubre, Benedicto XVI dedica las audiencias generales de los miércoles a un ciclo de catequesis sobre la fe y, especialmente, sobre Credo y Catecismo.

“También hoy tenemos necesidad –dijo este miércoles– de que el Credo sea mejor conocido, comprendido y rezado. Sobre todo es importante que sea, por decirlo así, reconocido… El cristiano, con frecuencia, ni siquiera conoce el núcleo central de la propia fe, del Credo, abriéndose a un cierto sincretismo y relativismo religioso sin la claridad sobre las verdades que hay que creer y la singularidad salvífica del cristianismo”.

Estas catequesis se prolongarán durante todo el Año de la fe y no es un misterio para nadie que forman en cierto modo el núcleo de la cuarta encíclica de este pontificado, toda ella dedicada a la fe; como las dos precedentes, Deus caritas est y Caritas in veritate, lo estuvieron a la caridad, y la segunda, Spe salvi, a la esperanza.

El Papa no olvida que favorecer el “retorno del hombre a Dios en Jesucristo” es su objetivo fundamental y, en esa misma línea, espera la publicación del tercer volumen de su cristología, el dedicado a la infancia de Jesús, del que las ediciones en alemán e italiano están ya casi prontas para ponerse a la venta. Lo harán el 20 de noviembre.

Nadie debe interpretar este “centralismo” del ministerio papal como abandono de las otras tareas de su misión como pastor de la Iglesia universal, si bien es verdad que delega algunas de ellas en sus colaboradores, que se encargan de las mismas no siempre con acierto.

Es el caso de la no nata delegación vaticana a Siria en nombre del Papa y del Sínodo. Como se recordará, el 16 de octubre, en plenos trabajos sinodales, el secretario de Estado, Tarcisio Bertone, anunció con cierta solemnidad que el Santo Padre había decidido enviar a Damasco una delegación con el fin de expresar “nuestra fraterna solidaridad a toda la población con una ofrenda personal de los padres sinodales además de la del Santo Padre, nuestra cercanía espiritual a nuestros hermanos y hermanas cristianos, y nuestro apoyo a cuantos están comprometidos en la búsqueda de un acuerdo que respete los derechos y deberes de todos con una especial atención al derecho humanitario”.

cardenal Robert Sarah, presidente Pontificio Consejo Justicia y Paz

El cardenal Robert Sarah

Se hizo público ese mismo día que la delegación la compondrían cinco padres sinodales en representación de todos los continentes –tres cardenales y dos obispos– y que estaría acompañada por el secretario para las Relaciones con los Estados, monseñor Dominique Mamberti, y del oficial español monseñor Alberto Ortega. “La delegación –aseguraba el comunicado– se dirigirá a Damasco la próxima semana”.

Pocos días después –cuando ya se encontraba en Damasco el enviado especial de la ONU y de la Liga Árabe, el diplomático argelino Lakhdar Brahimi, y se había pactado una débil tregua entre Gobierno e insurgentes–, el 23 de octubre, el cardenal Bertone volvió al aula sinodal para anunciar que, a pesar de “los trágicos episodios sucedidos en la región” (en alusión al atentado de Beirut, el sábado 20, que costó la vida al jefe de los servicios secretos libaneses, Wissam Al Hassam), seguía en pie la idea de enviar a Siria la delegación; pero, “considerada la situación, la visita será retrasada probablemente más allá de la conclusión del Sínodo, así como habrá alguna modificación en la composición de la misma dados los compromisos de sus miembros”.

Ya en noviembre, el miércoles 7, Benedicto XVI volvió a referirse a Siria: “Sigo con especial aprensión la trágica situación de violencia en Siria, donde no cesa el rumor de las armas y aumenta cada día el número de víctimas y el enorme sufrimiento de la población, en especial de los que han tenido que dejar sus casas”.

A continuación, dijo que su deseo de enviar al país medio oriental una delegación de padres sinodales se había hecho imposible y que, en consecuencia, había encargado al cardenal Robert Sarah, presidente del Pontificio Consejo Cor Unum, que viajase al Líbano, “donde encontrará a pastores y fieles de las Iglesias presentes en Siria, visitará a algunos refugiados provenientes de ese país y presidirá una reunión de coordinación de las instituciones católicas de caridad a las que la Santa Sede ha pedido un especial compromiso en favor de la población siria, tanto dentro como fuera del país”.

Finalmente, el viaje del cardenal Sarah a Líbano tuvo lugar desde ese mismo día 7 hasta el 10.

Lo menos que se puede decir a este propósito es que la famosa “habilidad” de la diplomacia vaticana no ha brillado en este caso con fulgores especiales; más bien lo contrario, porque a nadie se le ocurre anunciar una iniciativa de tal importancia (acogida en todo el mundo con respeto y curiosidad) sin tener antes bien atados todos los cabos.

Aunque es justo también reconocer que las circunstancias eran particularmente insidiosas. La Santa Sede, por supuesto, no se desentiende del affaire sirio, y más en general de toda la problemática de Oriente Medio, donde los cristianos hacen frente a graves dificultades.

Cautela confiada ante Obama

En otro frente de la actualidad, aquí se ha seguido con extraordinario interés el resultado de las elecciones norteamericanas del pasado día 6. La reelección del presidente Barack Obama ha sido acogida con las cautelas que siempre ha suscitado su política, pero se le ha abierto un nuevo período de confianza.

Barack Obama reelegido elecciones Estados Unidos 2012

Obama, en su discurso tras su reelección presidencial

En el mensaje que le hizo llegar el Papa –según comentó el director de la Sala de Prensa vaticana, padre Federico Lombardi–, este expresaba su deseo de que “los ideales de justicia y libertad que han guiado a los fundadores de los Estados Unidos de América continúen resplandeciendo en el camino de la nación”.

En el Vaticano se sabe que, entre la alta jerarquía episcopal estadounidense, los puntos de vista sobre el reelecto presidente no coinciden y, por lo tanto, están a la espera de las primeras decisiones de la Casa Blanca sobre temas tan delicados como el aborto y los matrimonios entre personas del mismo sexo.

Mucho mayor es el escepticismo sobre las posibilidades de que los nuevos dirigentes que salgan del Congreso del Partido Comunista Chino –sobre todo la anunciada sucesión del actual presidente, Hu Jintao, por Xi Jinping, que tomará el poder en marzo próximo–, celebrado estos días en Pekín, vayan a modificar su política respecto a la Iglesia católica.

El llamamiento hecho en su día por el cardenal Fernando Filoni, prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos y buen conocedor del dossier chino, de abrir una nueva etapa en las relaciones chino-vaticanas tiene escasas posibilidades de llegar a cumplimiento.

En un despacho de la agencia UCANews, un obispo católico, que no ha querido declarar su nombre, afirmó que “al Gobierno no le preocupan ni la Iglesia ni el Vaticano. No querrán jamás establecer un diálogo sincero”.

Por contra, la comunicación con la Comunión Anglicana irá adelante tras la elección del joven obispo de Durham, Justin Welby, como nuevo arzobispo de Canterbury, sucediendo a Rowan Williams, que seguirá ejerciendo sus funciones como Primado hasta finales de año; mientras, el nuevo arzobispo tomará solemne posesión de su cargo el 21 de marzo de 2013.

El nuncio apostólico en Londres, monseñor Antonio Mennini, ya le ha transmitido la felicitación de la Santa Sede por su nuevo encargo y el Papa le enviará un mensaje en este sentido en fechas más cercanas a su entronización en la sede primacial de Canterbury. Como prueba de cercanía entre ambas Iglesias cristianas, el prestigioso Coro de la Abadía de Westminster dio un concierto el martes 13 de noviembre en la Capilla Sixtina del Vaticano en unión con la Capilla Musical Pontificia.

El segundo proceso judicial en el caso del robo de documentos del apartamento papal, más conocido como Vatileaks, tuvo lugar el sábado 10 de noviembre y se cerró con una levísima condena de dos meses de reclusión (que no se cumplirán, al ser suspendida la pena) contra el técnico informático de la Secretaría de Estado, Claudio Sciarpelletti. Aquí, sin embargo, reina la opinión generalizada de que en esta historia no se ha dicho la última palabra, ni mucho menos.

En el nº 2.824 de Vida Nueva.

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