Brazos unidos para labrar las llagas de Haití

Jean-Baptist Chenet director de ong ITECA en Haití

ITECA promueve desde hace 30 años el necesario desarrollo del mundo rural

Haití mundo rural proyecto de ong ITECA en la ciudad de Gressier

Brazos unidos para labrar las llagas de Haití [extracto]

Texto y fotos: MIGUEL ÁNGEL MALAVIA | Haití es un puzzle cuyas piezas se contradicen concienzudamente entre sí. Es un Estado centralizado hasta el extremo de que, como explica la responsable de Proyectos de Manos Unidas en Haití y República Dominicana, Jimena Francos, “para resolver cualquier cuestión burocrática hay que desplazarse obligatoriamente a la capital, pues solo hay una oficina para ello en todo el país. Lo cual implica perder todo un día en el viaje –pues apenas existen las carreteras–, dormir allí, no trabajar esa jornada…”. Con lo que eso conlleva en el país más pobre de América Latina.

Sin embargo, desde el terrible terremoto que el 12 de enero de 2010 devastó Puerto Príncipe, la capital, el panorama es aún mucho peor: masas llegadas de todos los pueblos se hacinan en las calles de la ciudad. En campamentos de refugiados (¡dos años y medio después del seísmo!) o al pie de casas resquebrajadas por las grietas, sin luz eléctrica e inundadas cuando llueve. Otra opción, cuando esto último ocurre, es acurrucarse bajo el techo de los edificios más grandes… Aunque nadie asegure su mantenimiento.Haití mundo rural proyecto de ong ITECA en la ciudad de Gressier

Por eso, desde muchas instituciones, empezando por la Iglesia, se reivindica la opción de que la población rural, pese al aislamiento y a la desesperanza, no huya a la ciudad. Pero, como no basta con la denuncia, sino que es necesario el ofrecer una mano para compartir la tarea, eso lo aplican, ya desde 1979, en ITECA, una ONG fundada por los jesuitas (aunque hoy se define como aconfesional) para “la promoción y el desarrollo del mundo rural”.

Vida en las montañas

Su ejemplo, el de cómo el compromiso de una comunidad puede regenerar una región entera, se da en la montañosa ciudad de Gressier. Llegados allí hace 30 años, desde entonces, en ITECA no han cesado hasta reforestar la zona con árboles autóctonos. Algo que no es baladí, ya que uno de los principales problemas de Haití es que, en la época colonial, sobre todo bajo el dominio de Francia, la nación entera vio cómo pasaba de ser un país verde a otro al que le había sido devastada una de sus principales materias primas.

Afortunadamente, hoy Gressier es una excepción a ese panorama y cada día se parece más a lo que fue. Una labor en la que están comprometidos los campesinos locales, coordinados a través del Centro de Formación que la ONG mantiene como sede.

Entre las múltiples actividades, 500 personas participan en un programa por el que reciben dos pollos y 12 gallinas para su crianza. Acuden cuatro veces al mes a la incubadora eléctrica del centro, donde sus trabajadores recogen un porcentaje de los huevos (el resto se los quedan los campesinos), destinándolos luego a la venta a otras organizaciones de base. Además, cuentan con una granja-taller, con todo tipo de animales, en la que enseñan a los campesinos cómo poder sacar más rendimiento a su trabajo.

Jean-Baptist Chenet director de ong ITECA en Haití

Jean-Baptist Chenet, director de ITECA

Pero, si por algo se caracteriza ITECA, es por su fomento del agua potable, un bien necesario, pero considerado un lujo en Haití. Además de una potabilizadora en el centro, han distribuido 14 fuentes, dos de ellas gratuitas, en toda la región. Algo que, literalmente, da la vida a un número muy importante de la población, “que vive diseminada en plena montaña y que, si no, se ve obligada a bajar con grandes garrafas y tener luego que subirlas a cuestas”, como explica Jean-Baptiste Chenet, director ejecutivo de la ONG.

Sin embargo, aparte de este fundamental trabajo de base, el reto más difícil para ITECA se produjo tras el brutal seísmo de hace dos años. Gressier, situada a 10 kilómetros del epicentro, sufrió enormemente sus consecuencias. De todas las casas de la zona, construidas con materiales pobres, solo quedaron en pie 80. Desde entonces, han asumido el reto de la construcción de los nuevos hogares. Pese a la dificultad.

Diez meses atrás, de su objetivo fijado en hacer 1.700 nuevas casas, habían podido alcanzar el centenar, siendo el precio de cada una de ellas 11.000 dólares. Sin embargo, lo mejor para estas familias, aparte de que no tienen que pagar nada (a excepción de los impuestos), es que se levantan sobre los cimientos de la fiabilidad: cada casa cuenta con tres habitaciones, en un total de 36 metros cuadrados, y tiene cisterna de agua, panel solar, cuarto de aseo en el exterior y dispositivos parasísmicos y anticiclónicos.

Implicación de los campesinos

Un paseo por las montañas de Gressier permite ver hoy a los propios campesinos transportar los materiales con los que se están construyendo sus nuevos hogares. Una labor coordinada por ITECA, que ejecuta el proyecto, pero a través de la financiación de varias asociaciones.Haití mundo rural proyecto de ong ITECA en la ciudad de Gressier

A todas se muestran eternamente agradecidas Selina y Micela. Cada una en la puerta de su casa, valoran el “no tener que vernos obligadas a marcharnos a la ciudad y poder permanecer aquí, en nuestra bella tierra”. En verdad lo es. El paisaje idílico que se otea desde las alturas, otra vez verde, se ve engrandecido por la hospitalidad de sus gentes, que regalan sonrisas al visitante.

Uno de los responsables del proyecto, Jean-Baptiste Deugrand, destaca “la importancia, precisamente, de que la comunidad sienta que su presente está en su tierra y no se vea obligada a marcharse a la capital, que no puede abastecer a todos”.

Ciertamente, la situación en Puerto Príncipe, pese a concentrar las estructuras del (débil) Estado, es mucho peor que en el ámbito rural. Y es que, aunque este suponga el 80% del territorio total de Haití, apenas recibe ayudas públicas en educación y sanidad. De ahí que, una vez más, sea la comunidad local la que aúne fuerzas para fomentar estas. Han empezado por una pequeña escuela, en la sede de la asociación, en la que los más formados instruyen a sus compañeros. Pero su ilusión ya está en la construcción de un colegio.

Tal vez, la clave de los frutos obtenidos en Gressier se debe a que ITECA comenzó su labor allí hace más de 30 años. Y lo hicieron siempre de la mano de los campesinos, “que han de ser los protagonistas de su desarrollo”, como insiste el padre Chenet. Para él, “la ausencia de un proyecto político, económico y social”, así como la “corrupción” de la clase política, es lo que mantiene a Haití sumido en una crisis sin fin.

Frente a ello, su apuesta por la “justicia social” ha llevado en estas décadas a varios miembros de ITECA a dar una paso al frente, también en la política: “Las únicas dos ministras mujeres que habido en la historia del país eran de la asociación. Y muchos de nuestros comités campesinos están encabezados por mujeres. También nos caracteriza el que surgimos de la Iglesia y muchos sacerdotes, religiosos y laicos han estado siempre en el proyecto”.

También, concluye Chenet, han pagado un precio: “Varios de ellos han sido asesinados durante los regímenes militares”.Haití mundo rural proyecto de ong ITECA en la ciudad de Gressier

Pese a todo, jamás abandonarán a los campesinos. Su destino está unido al de ellos. Y todos trabajan, entrelazados los brazos, para que el destino común rebose de esperanza auténtica.

Aislados, pero no solos

ITECA está presente en muchos más puntos rurales del país. Entre ellos, Verrettes, un enclave montañoso en el que el modo de acceso más fácil es un más que “movido” viaje en furgoneta. Como en todos sus proyectos, cuentan con la financiación de otras asociaciones. Aquí es Manos Unidas una de las principales inversoras.

Vida Nueva, presente en la última visita de una delegación de la institución eclesial, fue testigo de cómo 2.000 de sus habitantes se organizan para salir adelante a través de un comité campesino en el que todos sus miembros son responsable de distintos y concretos aspectos de la producción agrícola. Por ejemplo, en la delegación de judías, uno es presidente, otro tesorero… Y así con todo.

No lo tienen fácil: para llevar a vender los excedentes de la producción hasta la localidad más cercana, han de andar entre tres y cinco horas, con grandes canastos en la cabeza. Lo mismo, como muestran a través de una representación teatral, cuando alguien enferma: han de cargarlo en una sábana… las mismas horas. Sin escuelas ni centros de salud estatales, son ellos los que asumen la responsabilidad para su supervivencia. Afortunadamente, cuentan con ayuda.

En el nº 2.822 de Vida Nueva.

 

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