“La renovación de la Iglesia pasa por los laicos”

grupo de obispos saliendo de una sesión del Sínodo sobre la Nueva Evangelización

Carlos Aguiar habla al Sínodo de la nueva evangelización en el continente americano

Carlos Aguiar arzobispo Mexicano y presidente del CELAM

ANTONIO PELAYO. ROMA | Cuando se escribe esta crónica, el Sínodo ha celebrado 16 congregaciones generales y una reunión de los llamados círculos menores. [“La renovación de la Iglesia pasa por los laicos” – Extracto]

En el curso de esta, fueron elegidos los moderadores y relatores; los de lengua hispana escogieron como moderadores a Carlos Aguiar, presidente del CELAM y de la Conferencia del Episcopado Mexicano, y al obispo de Ibarra (Ecuador), Julio César Terán, mientras que sus relatores son el español Ricardo Blázquez, arzobispo de Valladolid, y Santiago J. Silva, auxiliar de Valparaíso (Chile) y secretario general del CELAM. Si mis cálculos no erran, ya han intervenido en el aula sinodal más de 160 oradores (cada uno dispone de cinco minutos), y así continuaba hasta el jueves 18.

En los países latinoamericanos viven desde hace ya algunos años la mitad –quizás más– de los católicos del mundo. Su voz resuena, por tanto, en el Sínodo con ecos particulares, especialmente cuando se trata de abordar la nueva evangelización en pueblos que ahora se ven sacudidos por la indiferencia religiosa o por el “asalto” de sectas que dicen inspirarse en el Evangelio.

Carlos Aguiar presentó en el aula sinodal un informe relativo a la nueva evangelización en el “continente de la esperanza”: “La religiosidad sigue viva y es la gran reserva potencial de nuestros pueblos. Una característica particular de América es la existencia de una piedad popular profundamente enraizada en sus diversas naciones. Está presente en todos los niveles y sectores sociales, revistiendo una especial importancia como lugar de encuentro con Cristo para todos aquellos que con espíritu de pobreza y humildad buscan sinceramente a Dios”.

“Las pequeñas comunidades relacionadas entre sí –añadió refiriéndose a otra característica de las Iglesias latinoamericanas– van aprendiendo la convivencia de la comunicación y comunión. La parroquia se renueva, manifestando un nuevo rostro de la Iglesia que crece y se desarrolla con fuerza (…). Una clave de renovación parroquial especialmente urgente en las parroquias de las grandes ciudades puede encontrarse quizás considerando la parroquia como comunidad de comunidades y de movimiento. Esta dinámica de comunión eclesial es más urgente e indispensable en las ciudades y en las grandes zonas urbanas de las metrópolis”.

grupo de obispos saliendo de una sesión del Sínodo sobre la Nueva Evangelización

Grupo de obispos a la salida de una sesión sinodal

Participación activa

“La influencia de la fe en la sociedad para que la levadura del Evangelio permee y le dé sentido y sabor a la vida humana –argumentó– depende en gran parte de la acción de los laicos. La renovación de la Iglesia en América no será posible sin la participación activa de los laicos (…). Los ámbitos en los que se realiza la vocación de los fieles laicos son dos. El primero y más propio de su condición laical es el de las realidades temporales, que están llamados a ordenar según la voluntad de Dios (…). La secularidad es la nota característica y propia del laico y de su espiritualidad, que le lleva a actuar en la vida familiar, social, cultural y política, a cuya evangelización es llamado”.

Sobre la responsabilidad de los agentes de pastoral, Aguiar indicó tres urgencias: conversión pastoral y cambio de mentalidad en el clero y en la Vida Consagrada; preparación y celebración de la Eucaristía, que continúa siendo el centro vivo y permanente en torno al cual se congrega toda la comunión eclesial; y pastoral orgánica en participación y comunión en las diócesis.

Por su parte, la comunidad de fieles debe asumir el Catecismo de la Iglesia católica y el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, expresar la vida cristiana y comunitaria en la vida discipular de pequeñas comunidades en participación y comunión, y definir y programar los procesos de formación cristiana para, pedagógicamente, conducir a los fieles a entrar en la experiencia del misterio de Dios.

Finalmente, los laicos deben asociarse y apoyarse para que influyan en sus ámbitos propios de al vida social dando testimonio activo y pasivo de sus convicciones de fe y de su identidad cristiana, dialogar con las instituciones públicas y privadas en la búsqueda del bien común, y utilizar las nuevas tecnologías de la comunicación, incluidas las redes sociales, para dar a conocer la vida y la misión de la Iglesia y dialogar con el mundo y ofrecer respuestas, especialmente con las nuevas generaciones.

En el nº 2.820 de Vida Nueva.

ESPECIAL LA NUEVA EVANGELIZACIÓN

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