El exmayordomo del Papa se declara inocente

sala del tribunal vaticano durante el juicio por el caso Vatileaks

Paolo Gabriele es el principal imputado por el robo y filtración de documentos de ‘Vatileaks’

Paolo Gabriele declara en el juicio por el caso Vatileaks

Paolo Gabriele, en el banquillo

ANTONIO PELAYO. ROMA | Benedicto XVI regresó al Vaticano en la mañana del lunes 1 de octubre, después de una larga estancia en su residencia estival de Castel Gandolfo, adonde se había trasladado el 3 de julio.

El Papa, además de descansar, se ha preparado para un otoño repleto de compromisos, y no poco importantes: viaje a Loreto el 4 de octubre, evocando la peregrinación que realizó en 1962 el beato Juan XXIII; apertura de la XIII Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre la Nueva Evangelización, con la simultánea proclamación como doctores de la Iglesia universal de san Juan de Ávila y de santa Hildegarda de Bingen, el domingo 7 de octubre; cuatro días después, apertura del Año de la fe, con ocasión de los 50 años del inicio del Concilio Vaticano II; el jueves 20, entrega del Premio Ratzinger 2013, al especialista francés en Filosofía Medieval Rémi Brague y al jesuita americano Brian E. Daley, patrólogo de gran prestigio; el 21, canonización de siete nuevos santos y santas. Y el 28, clausura del Sínodo, en cuyas sesiones plenarias habrá participado.

Añádase a todo esto la gestión ordinaria del gobierno de la Iglesia –nombramientos, audiencias, preparación de discursos, etc.– para hacerse una idea del cúmulo de trabajo que le espera en las próximas semanas.

Al despedirse de los dependientes del palacio y las villas pontificias de Castel Gandolfo, Joseph Ratzinger se refirió al “tiempo sereno y tranquilo que he pasado aquí entre vosotros, donde una vez más he podido respirar un clima de familia y de viva cordialidad”.

Que la nueva evangelización ocupa la mente del Santo Padre lo demuestra que, al proponer el que será lema de la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales 2013, haya escogido: Redes sociales: portales de verdad y de fe, nuevos espacios para la evangelización, justificándolo así: “Ya no es suficiente la adecuación superficial del lenguaje, sino que es preciso poder presentar el Evangelio como una respuesta a la perenne exigencia humana de sentido y de fe, que emerge también de la Red y se abre camino en ella”.sala del tribunal vaticano durante el juicio por el caso Vatileaks

También en su mensaje a la Asamblea Plenaria del Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa (CCEE), que ha tenido lugar en St. Gallen (Suiza) del 27 al 30 de septiembre, exhortaba a considerar la “actual y renovada urgencia de la evangelización”.

Comienza el juicio

El regreso del Pontífice al Vaticano estuvo precedido, el 29 de septiembre, por la apertura del proceso penal contra su ex asistente personal, Paolo Gabriele, y el técnico informático de la Secretaría de Estado Claudio Sciarpelletti, acusado el primero de robo con agravantes, y el segundo de complicidad.

El Tribunal lo preside el profesor Giuseppe Dalla Torre (rector de la católica Universidad de Roma LUMSA), asistido por los abogados Paolo Papanti-Pelletier y Venerando Marano. Como promotor de justicia (equivalente a fiscal) actúa Nicola Picardi. Defensores de los reos son la abogada Cristiana Arru (de Gabriele) y Gianluca Benedetti (del segundo inculpado).

La primera audiencia se abrió a las nueve y media en la minúscula y sobria sede de los Tribunales del Estado de la Ciudad del Vaticano (un edificio construido por Pío XI donde se encuentra también el comando de la Gendarmería Pontificia). Además de los miembros del Tribunal ya citados y de sus auxiliares, se encontraba presente Paolo Gabriele, vestido con un sobrio traje gris y corbata del mismo color, pero no Sciarpelletti, que, según su abogado, “había sido víctima de un ataque de agitación”.

También había un pool de ocho periodistas; de ellos, cuatro representaban a las agencias Associated Press, Reuters, France Presse y Ansa, y los cuatro restantes, por rotación, a otros medios internacionales de información. Igualmente asistían el director de la Sala de Prensa. P. Federico Lombardi, y un par de redactores de L’Osservatore Romano y de Radio Vaticano.

Esta decisión de las autoridades vaticanas –infausta, en mi opinión– revela sus temores a una pérdida del control de la información de un proceso que ha suscitado enorme atención en todo el mundo, y, al mismo tiempo, nos obliga a los informadores a un peaje que –salvada la buena voluntad de nuestros colegas– limita y condiciona nuestra visión de los hechos. Muy poco a favor de las declaraciones de la “voluntad de transparencia” tantas veces oídas.

Primeros interrogatorios

Las dos horas y cuarto que duró la primera sesión (incluida la hora en la que el Tribunal se retiró para deliberar) se consumieron en cuestiones de procedimiento; la decisión principal fue separar los dos procesos y proceder en cada uno de ellos con tiempos independientes.

Otra información interesante fue que entre los testigos llamados a declarar se encontraban el secretario personal del Santo Padre, monseñor Georg Gänswein; Cristiana Cernetti, una de las cuatro memores Domini que se ocupan de la gestión del apartamento papal; monseñor Carlo Maria Polvani (sobrino de Carlo Mª Viganò; la revelación de sus cartas fue el inicio del llamado ‘caso Vatileaks’); y el comandante de la Gendarmería Pontificia, Domenico Giani, y algunos gendarmes más.

Mucho mayor interés tuvo la segunda sesión del juicio, celebrada entre las 9 de la mañana y las 12 del mediodía del 2 de octubre, en el curso de la cual se procedió al interrogatorio de Paolo Gabriele.

Hecha la salvedad de que transcribimos con comillas cuanto nos informaron nuestros colegas presentes en el aula durante la audiencia, estas son, en mi opinión, las afirmaciones más interesantes de Paoletto (como era conocido Gabriele en el Vaticano): “Sobre la acusación de robo con agravantes, me declaro inocente, pero sí me siento culpable de haber traicionado la confianza que había depositado en mí el Santo Padre, al que quiero como un hijo”.

cardenales Angelo Comastri y Paolo Sardi

Angelo Comastri y Paolo Sardi

“Confirmo que no he recibido dinero por la fuga de documentos ni he obtenido beneficios de ello; más bien, efectos destructivos. Esta fue la condición inicial y esencial de mi trato con las personas a las que transmití los documentos”.

“Confirmo también del modo más absoluto que no he tenido cómplices en los hechos reseñados y aclaro que, cuando he hablado de ‘sugestiones’, esto no significa colaboración. Por eso en los interrogatorios anteriores he aludido a personas con las que he estado en contacto. Entre ellas puedo citar a los cardenales Angelo Comastri [vicario del Papa para la Ciudad del Vaticano], Paolo Sardi [durante años, ayudante de Juan Pablo II y de Benedicto XVI en la redacción de sus discursos], monseñor Francesco Cavina [que fue oficial de la Secretaría de Estado y hoy es obispo de Carpi] e Ingrid Stampa [histórica colaboradora de Ratzinger], con quienes compartía confidencias sobre la situación ambiental que se vivía en el Vaticano”.

“Es difícil, por no decir imposible, encontrar una razón para un comportamiento tan irracional como el que he mantenido yo. Hay que buscar más razones para comprender cómo he caído en tal degeneración”.

“Las fotocopias –sigue la transcripción– las hice con la fotocopiadora del despacho que compartía con los dos secretarios del Papa, siempre en horas de servicio. Hice dos copias para poder demostrar en su día cuáles fueron los documentos que sustraje. Todos cabían en una caja rectangular no demasiado grande. Comencé a hacerlo cuando se hicieron públicas las cartas de monseñor Viganò, lo cual no quiere decir que no haya algunos documentos de años anteriores”.

Supuestos malos tratos

A preguntas de su abogado, Gabriele afirmó haber sufrido malos tratos durante los primeros días de su detención, el 23 de mayo: aseguró haber estado encerrado en una habitación “donde no podía estirar los brazos” y cuya luz permaneció encendida las 24 horas del día. A instancias del magistrado presidente, el fiscal Picardi ha abierto una investigación para averiguar la verdad de sus afirmaciones, negadas en rotundo por la Gendarmería Vaticana, que ha anunciado posibles querellas por difamación.

Por su parte, en su declaración, monseñor Gänswein confirmó lo que ya había dicho al juez instructor, Piero Antonio Bonnet, es decir, que no había desconfiado de Gabriele hasta que no vio publicados en el libro de Gianluigi Nuzzi algunos documentos que no habían salido de su despacho. La sentencia –después de dos audiencias más– podría llegar el sábado 6 de octubre, o incluso antes.

En el nº 2.818 de Vida Nueva.

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