Iglesia de mártires

+ FERNANDO SEBASTIÁN | Arzobispo emérito

“¿Hemos conservado la claridad y la firmeza de la fe de nuestros mártires? ¿Estaríamos dispuestos hoy a dar la vida por profesar públicamente nuestra fe?…”.

Cada año, durante el mes de agosto, celebramos la memoria de los mártires del 36. Son muchísimos. Celebramos su memoria porque, para nosotros, los cristianos, son héroes de la fe en Dios y en Jesucristo. No son ganas de fastidiar. Es que para nosotros son y serán siempre verdaderos modelos de vida. La muerte de los mártires es modelo de vida para los cristianos. Su martirio forma parte de nuestra “memoria histórica” real.

Muchos de ellos hubieran podido salvar la vida con un solo gesto de apostasía. No lo hicieron. Para ellos, la apostasía hubiera sido la verdadera forma de perder la vida. Su fortaleza es honor para la Iglesia española. Para nosotros tiene que ser ejemplo y estímulo.

En su inmensa mayoría, los mártires no tuvieron nada que ver con la Guerra Civil. Eran honestos padres y madres de familia, sacerdotes, religiosos y religiosas, algunas de clausura, seminaristas, jóvenes y ancianos. La guerra fue simplemente la oportunidad para matarlos fácilmente. La consigna era eliminar a la Iglesia porque pensaban que era el obstáculo más serio para implantar la revolución proletaria. Los hubieran matado igual sin guerra en cuanto hubieran podido.

Los católicos españoles de hoy somos sus herederos. No seríamos honestos si no nos preguntásemos hasta qué punto lo estamos siendo de verdad. Su memoria es ejemplo y compromiso. En nuestra vida cristiana. Sin contaminaciones políticas.

¿Hemos conservado la claridad y la firmeza de la fe de nuestros mártires? ¿Estaríamos dispuestos hoy a dar la vida por profesar públicamente nuestra fe? ¿No estamos muchos en un cristianismo blando que no está dispuesto a renunciar a nada ni a molestarse por nada? Es cuestión de pensarlo seriamente. Los cristianos necesitamos tener temple de mártires. Y ahora también.

En el nº 2.817 de Vida Nueva.

Compartir