Evangelizar en las afueras

mano tendida hacia afuera

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JUAN RUBIO, director de Vida Nueva | Y en las afueras también hay que anunciar el Evangelio. Trabajar en las fronteras suele tener satisfacciones íntimas, pero zarpazos externos que duelen. El olvido, el ostracismo, el sarcasmo y un sentimiento de outsiders se instala muchas veces en quienes viven en la soledad evangelizadora de barriadas periféricas más pendientes de la defensa de la dignidad humana que del ajuar litúrgico.

La paga de quienes evangelizan en la periferia no es el reconocimiento eclesiástico, sino la sonrisa continuada de quienes nunca la pudieron sostener más de unos minutos. Es la paga del cansancio al caer la tarde, habiendo contemplado la miseria de muchos rostros amoratados por la violencia del alma.

El Sínodo debiera comenzar pidiendo perdón por las veces en las que la Iglesia no ha sabido estar cerca de muchos hermanos que, en los márgenes, en las afueras, violentando su propia conciencia, han tenido que anunciar a Jesucristo con la simple mirada llena de ternura. Hay mucho abandono y mucho sarcasmo; y mucho desdén y mucho olvido. Pedir perdón y agradecer.

director.vidanueva@ppc-editorial.com

En el nº 2.817 de Vida Nueva.

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