La Iglesia colombiana se pone al servicio de la paz

Juan Manuel Santos, presidente de Colombia, ante el Ejército

El anuncio de negociaciones del Gobierno con las FARC reactiva su compromiso

Juan Manuel Santos, presidente de Colombia, ante el Ejército

El presidente Santos anuncia su decisión a miembros del Ejército

ÓSCAR A. ELIZALDE DE PRADA. BOGOTÁ | Desde que el 4 de septiembre el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, anunciara el “acuerdo general para la terminación del conflicto y la construcción de una paz duradera”, la paz ocupa el grueso de la agenda nacional y los titulares de todos los medios, en uno de los países que más ha padecido el flagelo de la violencia, por cuenta de una confrontación armada que lleva más de medio siglo, a la que se suman los dramas del secuestro, el desplazamiento y el narcotráfico, entre otros. [La Iglesia en Colombia apoya las negociaciones con las FARC]

En escasos 18 minutos, Santos pronunció un discurso bien calibrado, tan contundente como inesperado, que muchos analistas habrían considerado inoportuno e imprudente, mientras que otros conjeturan que podría ser el más importante de su mandato.

Sin representantes eclesiales

Al día siguiente, se conocieron los nombres de los negociadores del Gobierno (entre ellos, dos militares) y las primeras declaraciones de Timoleón Jiménez (Timochenko), ratificando la participación de las FARC en el inicio de las negociaciones y su voluntad de “llegar a la mesa de diálogo sin rencores ni arrogancia”.

Para sorpresa de muchos, en los círculos de diálogo no figura, por ahora, ningún representante de la Iglesia católica, como sí ocurrió en procesos anteriores con obispos como Nel Beltrán, Jorge Leonardo León Gómez, Luis Augusto Castro o Julio César Vidal.

Ese mismo día, en rueda de prensa, el arzobispo de Bogotá y presidente del Episcopado, Rubén Salazar, dejó clara la postura de la Iglesia ante el proceso que se avecina: “Nosotros no somos negociadores ni podemos serlo. El señor presidente ha nombrado a los negociadores que van a representar al Gobierno y seguramente que, más adelante, las FARC van a nombrar a sus negociadores. Nosotros no somos una fuerza ni una entidad política. Somos un grupo de personas que cree en Jesucristo y que lleva los valores del Evangelio a la sociedad. Como negociadores nunca podremos participar, pero sí vamos a participar muy activamente en el proceso de consolidación de la paz, precisamente a través de la predicación de los valores fundamentales del Evangelio. El Señor Jesucristo ha venido a traer la paz: Mi paz les dejo, mi paz les doy. Nosotros somos, necesariamente, portadores de paz y tenemos que trabajar asiduamente por construir la paz”.

De igual forma, Salazar destacó que “la tarea de la Iglesia ha sido clara en la defensa de las víctimas y su reparación, en los procesos de restitución de tierras y en la creación de condiciones que faciliten el diálogo. ¡Cuánto no se ha hecho a nivel de pequeñas comunidades y de pueblos para crear un clima de paz! Por eso, estaremos atentos a los servicios concretos que el señor presidente nos pida para poder responder, de la mejor manera posible, al servicio a la paz”.

El acuerdo general es un punto de partida para los diálogos entre Gobierno e insurgencia. Santos considera que es, más bien, un “primer resultado” de los acercamientos que se venían realizando discretamente con la guerrilla desde hace varios meses.

Así, en entrevista reciente con la revista Semana, el presidente manifestó que “unas pocas personas fueron enteradas desde el principio, pero siempre guardaron total confidencialidad. Entre estos, estaba monseñor Rubén Salazar”.

Por ahora, cinco serán los asuntos a tratar en el primer encuentro, que tendrá lugar en Oslo (Noruega), a partir del 8 de octubre: desarrollo rural, participación política, fin del conflicto armado, narcotráfico y derecho de las víctimas. La Iglesia colombiana se alista para participar en una travesía sin precedentes.

Ánimos del Papa

También Benedicto XVI, durante el Angelus del 9 de septiembre, se felicitó por el “importante diálogo entre el Gobierno colombiano y representantes de las FARC para intentar poner fin al conflicto que por décadas aflige a ese amado país”.

De igual forma, el 10 de septiembre, al término de la visita ad limina de un grupo de obispos colombianos, les dijo: “Al mismo tiempo que reconozco y agradezco la misión pastoral que, muchas veces en lugares llenos de dificultades y peligros, se está realizando en favor de tantas personas que sufren inicuamente en su amada Nación, les animo a seguir contribuyendo a la tutela de la vida humana y al cultivo de la paz”.

En el nº 2.815 de Vida Nueva.

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